He de confesaros que me produce una enorme desazón tratar de
responder, hoy 6 de diciembre, a las tan manidas preguntas del tópico
"quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos". Somos un país que,
con el trabajo, el entusiasmo y la creatividad de sus ciudadanos ha llegado muy
lejos y, si no lo ha hecho más, ha sido por la codicia, la corteza de miras y
la manera corrupta de ver el mundo de algunos.
Venimos de una dictadura perdida ya en el tiempo, en la que
el ejército, diseñado para la represión y el miedo, junto a las viejas
oligarquías y la iglesia católica, trataron de imponer una sola y miope visión
del mundo y de la vida, destinada al único fin de perpetuar sus privilegios. Un
país que durante más de dos años, después de la Revolución de los Claveles en
Portugal, quedó como una isla fuera del tiempo y del mundo en la Europa Occidental.
Un país al que costaba volver una vez que se había conocido la libertad que se
disfrutaba al otro lado de sus fronteras. Un país tradicionalmente de
emigrantes que comenzaba a levantar cabeza gracias al turismo y a las todavía
tímidas exportaciones. Un país en el que las mujeres apenas tenían derechos y,
si los tenían, los perdían en el momento de contraer matrimonio, porque las
leyes de los hombres transcribían al pie de la letra, más aún que hoy, las
leyes de quienes decían hablar en nombre de ese dios, por cuya gracia, lo he
leído en las monedas, durante casi cuatro décadas tuvimos por jefe de Estado a
un asesino.
Todo eso lo tengo muy claro y tengo también muy claro que a
la muerte del sátrapa, yo tenía veinte años, lo que había sido rabia y rebeldía
se transformó en esperanza y que nos pusimos manos a la obra porque, por aquel
entonces, saber quién era el enemigo resultaba muy fácil, tan fácil como saber
quiénes eran nuestros aliados. Tan claro como que ahora apenas estoy seguro de
nada, Tan claro como que los padres de la patria, los diputados, ya no se
atreven a recibir al pueblo en casa y se inventan peregrinas excusas, como la
de unas oportunas obras, para no arriesgarse a tener que pasar la vergüenza de
que algún que otro ciudadano les diga a la cara lo que piensa de ellos.
Lo que me preocupa es saber a dónde vamos o, más bien, a
dónde van nuestros hijos en un país en el que la Constitución, la Ley de Leyes
es, desde hace tiempo y cada vez más, papel mojado. Un papel ya mojado y
mohoso, a veces ilegible, en el que quedaron escritos todas nuestras
aspiraciones, nuestros deseos y todas nuestras renuncias para construir un
escenario en el que poder vivir todos.
Pero, aún no hace dos años, España renunció a gobernar su
futuro reformando de manera vergonzante la hasta entonces irreformable
Constitución, haciéndonos agachar la cabeza como país, anteponiendo el pago de
la deuda y la reducción del déficit al bienestar de los ciudadanos,
empujándonos así por el tobogán de la prima de riesgo a la piscina de tiburones
de los mercados. Hoy, mi hija no tiene ningún mundo que comerse. Se la han
robado, nos lo han robado y, para ella y quienes tienen su edad, el optimismoes una broma de mal gusto.
No sé a dónde vamos. Sé que cuando yo tenía la edad de mi
hija, el mundo estaba ahí para que quien quisiese intentara al menos comérselo.
Hoy ya no hay mundo que comerse. La riqueza que, como tal y en abstracto, es de
todos se la han quedado unos pocos. La riqueza de todos los ciudadanos está
disecada junto al elefante y los leones de Díaz Ferrán, está en las
indemnizaciones y jubilaciones de Blesa, Rato y sus compinches, está en las
obras tan caras como inútiles que tantos han hecho en tantos sitios, está en
los hospitales y los colegios que quieren vender a unos cuantos y avispados
amiguetes de quienes podrán hacerlo, porque unos cuantos despistados y quizá
arrepentidos ciudadanos, ejerciendo su derecho al voto así lo han querido.
Me da miedo el futuro, porque una de dos, o una gran parte
de los representantes electos de la ciudadanía se vuelven como calcetines o
aquí tendrá que pasar algo gordo. Lo que no cabe es que un pueblo tan generoso
y valiente como éste se resigne a servir las mesas y hacer las camas del resto
de Europa.
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2 comentarios:
Certero, Javier. Comparto tus miedos.
Yo sólo puedo seguirte, compartir y darte las gracias por seguir ahí concretando en palabras y músicas tantos pensamientos y sentimientos
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