Los seis millones de parados ya no son, por desgracia, una pesadilla
lejana. Están la vuelta de la esquina. La última cifra de la Encuesta de
Población Activa lo ha dejado bien claro, estamos a menos de un cuarto de
millón de vidas rotas para alcanzar la tragedia de que uno de cada ocho
españoles, incluidos niños y ancianos, no puede ni podrá trabajar en mucho
tiempo, o, lo que es aún peor, uno de cada cuatro españoles en disposición de
trabajar no puede hacerlo.
Lo terrible, siendo de por sí terrible la cifra, es que, en
gran medida, el crecimiento de esta cifra se debe en gran parta a las acciones
o inacciones del Gobierno. Ese mismo gobierno que le escribe discursos
contradictorios al rey, en función del escenario: España está saliendo de la
crisis, si es para leerlo delante de empresarios indios, o todos sabéis lo
difícil de la situación, si el auditorio está formado por españoles residentes
en India y, lógicamente, mejor informados de lo que ocurre en su país.
El mareo de perdiz al que está, nos está, sometiendo Rajoy a
Europa y a los españoles, a propósito del rescate, virtual o no, es de
proporciones bíblicas. Y en ese mareo que bloquea el acceso al crédito de
España está el origen del parón en seco del consumo, público o privado, y, con
él, el de cualquier actividad económica.
Eso por un lado. Por otro, el regalo de bodas que Rajoy les
hizo a los empresarios, con esa reforma laboral a la carta que les permite
aligerar sus nóminas "barato, barato", ha puesto en la calle a
cientos de miles de trabajadores, especialmente de más de cincuenta años, para
los que la experiencia y la antigüedad han pasado con esta ley, de ser una
garantía a ser un riesgo.
No hay que ser un lince, basta con tener memoria o con consultar
las estadísticas, para ver que en poco más de un año el número de empleos
destruidos ha crecido en casi ochocientos mil y el de parados en algo más de
ochocientos treinta y cinco mil. Resulta fácil y toda una tentación atribuir
estas cifras a la dichosa "herencia socialista", pero, hacerlo, sería
practicar demagogia y de la barata, porque, como digo, basta con mirar las estadísticas
para comprobar que la línea que une las cifras se empina escandalosamente desde
que el Rajoy llegó a la presidencia y muy especialmente desde que, al poco de
hacerlo, se aprobó la Reforma Laboral, una de las primeras medidas del gobierno
de los presupuestos más sociales.
No sé qué hubiese sido de estas cifras con otro gobierno.
Pero el que hay es éste y las cifras son éstas y yo tengo derecho a pensar que
la incertidumbre en la que nos hace vivir Rajoy, que tan buenos resultados le
ha dado en la piscina de pirañas que es su partido, nos está llevando a la
ruina más absoluta y que cada minuto que pasa sin aclarar sus intenciones se
convierte en más meses que necesitaremos para salir de la crisis.
Rajoy sabe que el rescate es irremediable, pero no lo pide
porque sabe que el siguiente paso que debería dar sería el de presentar la
dimisión, y no quiere. Y así nos tiene agotando la reserva del depósito de nuestros
ahorros y nuestra paciencia por su tozudez en no repostar, a pesar de que el
chivato de alarma lleva meses encendido.
Cuántos de esos seis millones de parados lo son por culpa de Rajoy. No losé, como tampoco sé cómo este señor puede dormir cada noche
sabiendo que está llevando a miles de ciudadanos a la miseria y a algunos, como
José Miguel, en Granada, al último y desesperado acto de dignidad que le
quedaba.
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