martes, 9 de octubre de 2012

EXORCIZAR LA PUERTA DEL SOL

 
Desde que el 14 de abril de 1931 se se proclamase entre el entusiasmo popular la II República, desde el balcón de la Real Casa del Correo, sede hoy de la Comunidad de Madrid y del Ministerio de la Gobernación entonces, la Puerta del Sol, que no es tal puerta sino plaza, se convirtió en un espacio cargado de simbolismo que, sucesivamente, unos y otros han tratado de desactivar.
Tras la guerra y durante la dictadura franquista el elegante edificio de mediados del XVIII se convirtió con sus patios, sus entonces siniestros pasillos y sus sótanos convertidos en celdas, en la sede de la Dirección General de Seguridad, por la que pasaron tantos y tantos españoles reos del delito de querer la España en libertad que la dictadura les negaba.
Con la llegada de la democracia, la creación de las autonomías y el triunfo socialista en aquellas primeras elecciones autonómicas en Madrid, el presidente electo, Joaquín Leguina, quiso exorcizar aquel, por entonces, siniestro edificio, convirtiéndolo en la sede del gobierno de la Comunidad de Madrid.
Pero la Puerta del Sol, en la que se encuentra, frente a la entrada de la Casa del Correo, la baldosa que se ha dado en considerar el kilómetro cero de las carreteras españolas, es también un territorio de paso, tanto para los visitantes, como para los madrileños que, como yo, lo cruzan cada día. Quizá pensando en ello se emprendió hace unos años la peatonalización de la plaza del Tío Pepe, el oso y el madroño, la Mariblanca, la Mallorquina, las tiendas de abanicos y tantos y tantos comercios llenos de sabor y tradición que han sido devorados hoy por la insaciable voracidad del Corte Inglés, las cadenas comerciales y, ahora, la mayor tienda Apple de Madrid. Una casi peatonalización que acabó por convertirla en lugar de encuentro y territorio de mítines y concentraciones y punto y final de manifestaciones. Especialmente aquella del 15-M que acabó convirtiéndose por torpeza policial en una imparable acampada que estuvo meses y meses, para sorpresa de los medios de comunicación de aquí, abriendo los telediarios de medio mundo.
La Puerta del Sol es también, con las campanadas del reloj de la torre de la Casa del Correo y pese a experimentos fracasados, el lugar desde el que comienzan los años en España. La plaza es la enorme explanada a la que acuden los madrileños cuando tienen algo que celebrar y reclamar y somos muchos los que queremos que siga siendo así. Sin embargo el maquiavelismo rencoroso y vengador de los señores del PP no están dispuestos a que siga siendo así.
Quizá, y sin quizá, por eso no se les ha ocurrido otra cosa que plantar árboles en Sol e invadir el centro de la plaza con un kiosco rodeado de terrazas que convertirán un espacio libre en un negocio accesible sólo para quienes tengan el dinero suficiente para pagarse una consumición. El ayuntamiento dará así no sólo un negocio para cualquier amiguete, por qué no el ultra Arturo Fernández, sino que también proporciona a la Delegación del Gobierno una excusa para prohibir concentraciones y manifestaciones allí.
Está claro que en el Ayuntamiento y en la Comunidad, el el PP, se tiene mucho miedo a la gente. Nadie como ellos para saber el dolor que están causando a tantas y tantas familias. Nadie como ellos que, desde aquel 15-M tienen la Real Casa del Correo rodeada de un foso de vallas azules, con una guardia permanente de antidisturbios que les alejen aún más de la realidad.
El PP ha anatemizado la calle que día a día se llena de más y más descontentos, despojados de lo que es suyo -trabajo, vivienda, sanidad y enseñanza- y ofendidos por las constantes mentiras de quienes siguen mirando para otro lado, mientras meten la mano en lo que es de todos. Ahora quiere exorcizar los pocos espacios de libertad que toda esa gente construye contra ellos.
 
 
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