Acabo de descubrir, y espero que lo entendáis, que, más allá
de la caza de elefantes, los urgangarines y otras caídas, el rey cumple un
papel que, aunque vierto es que lo tenía muy abandonado, quizá justifique su
presencia en el imaginario popular. Ese papel, imprevisible, e incómodo para el
gobierno, éste o el que sea, es el de salirse del guión cuando menos se espera.
A la vista de pasados errores, uno no sebe si debe pensar
que estas confidencias fuera de guión del rey son premeditadas o, si por el
contrario, son hijas de ese campechanismo un tanto irresponsable que tan
apartado le tiene últimamente de los españoles.
Ayer mencionaba aquí mismo lo contradictorio de los dos
discursos leídos por el rey en Bombay, uno ante empresarios indios, cantando a
los brotes verdes de la economía española y otro ante españoles residentes en
India en el que no dudó en aludir a las dificultades que hoy se viven en
nuestro país. Ambos discursos contaron, sin duda, con el visto bueno del
gobierno, algo que, estoy seguro que no ocurrió con las últimas confidencias
del monarca a los periodistas que le acompañaban, antes de su regreso a España.
En esas palabras dichas “off the record” ante los enviados especiales de
los medios españoles Juan Carlos habló de lo dados que somos los españoles a
vernos peor de lo que nos ven desde fuera, quizá porque, optimista con motivos
como es, ve, como su hijo, ve en los mendigos que extienden la mano para pedir,
gente con ganas de saludarle. En cualquier caso y, más allá de esa autocrítica
que busca el auto consuelo, admitió que España se ve mejor desde fuera que
desde dentro, donde dan ganas de llorar, porque todo son penas. Tampoco ahorró el rey críticas a las
agencias de calificación de riesgo, de las que dijo que siempre nos dan en la
cabeza ni se guardó la que, a su juicio, es la fórmula para salir de la crisis:
con el cuchillo en la boca -supongo que quiso decir entre los dientes, porque
llevarlo de otro modo sería peligroso- y con una sonrisa.
Ese es el papel que siempre ha cumplido mejor el rey, el de soltar de vez en cuando alguna
inconveniencia , aunque sea sincera y acertada, pero no por
ello menos inconveniente, en esta ocasión para el gobierno y su juego a dos
barajas. Ya lo hizo con aquel "por qué no te callas" tan celebrado y,
sin embargo, tan arriesgado a la vez.
Quizá ese sea el papel del rey, el que asumen algunos abuelos que se sienten
libres de responsabilidad sobre lo que hacen o lo que dicen. Quizá sea bueno
que alguien se atreva a decirnos lo que tratan de ocultarnos pese a que sea
evidente. Lo cierto es que Juan Carlos ha conseguido hacerse con todas las
portadas, los boletines y los telediarios del fin de semana con una sola frase,
ese "desde dentro (de España) dan ganas de llorar" que nadie, salvo
quizá Cristóbal Montoro y sus colegas del Gobierno, se atreverá a contestar.
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