Eso es lo que piensa ahorrar María Dolores de Cospedal a los castellano-manchegos,
dejando sin sueldo a los diputados del parlamento autonómico. Un millón de
euros que son muchos euros, demasiados, para quien no tiene trabajo, pero sí
una hipoteca, apenas unos meses de subsidio y una amenaza de desahucio encima,
pero que son el chocolate del loro, si se compara con otros gastos y dispendios
o, por qué no decirlo, con lo que nos cuesta ella entre sueldos, dietas, viajes
desde la calle Génova, en Madrid, al Palacio de Fuensalida en Toledo, con las
correspondientes escalas en la peluquería, porque mira que gasta en arreglos
capilares la señora presidenta.
Sin embargo, pienso que, en este asunto, lo de menos es la cantidad ahorrada,
mientras que lo demás es la denigración a que son sometidos los representantes
de los ciudadanos, al relegar su actividad a la categoría de hobby a tiempo
parcial, como si elaborar las leyes y controlar a los gobiernos tuviese la
misma importancia que tomar un café o una copa en un club, mientras se charla
con los amigos, se hacen unos hoyos en el golf o se rompen unos cuantos platos
en el tiro. En fin, cosas de señoritos, porque sólo los señoritos, los sobrinos
de los Jarrapellejos, del siglo XXI, van a poder permitirse un acta de
diputado. Eso, o que alguna marca comercial patrocines, si es que ya no lo
hace, a los grupos parlamentarios, como hacen ya con algunos clubes deportivos,
aunque, por dignidad, espero que no se obligue a los diputados a lucir
publicidad en sus trajes o en sus escaños.
Otra posibilidad sería la de financiar campañas y salarios mediante
suscripción popular. O lo que es lo mismo, organizando como hace el PCE fiestas
anuales o montando casetas y mesas petitorias en las fiestas y ferias de
pueblos y ciudades, en las que, entre pinchos de chorizo y vasos de sangría,
vamos llenando la caja con la que los partidos tendrán que hacer frente a las
legislaturas. Aunque, como el hambre relaja las virtudes y afloja la dignidad,
tampoco es descartable que se dejen sobornar con más facilidad.
Pero no todo van a ser inconvenientes con los diputados "gratis
total", porque a ver quién es el guapo que se atreve a hacer de "señalero"
en los plenos, levantando uno, dos o tres dedos, para indicar el sentido del voto
de su grupo, arriesgándose a que le hagan algún corte de mangas o alguna
pedorreta, mientras se escucha un "para lo que cobro..." Sería para
tomárselo a chirigota, si no fuese porque el asunto es demasiado serio.
Y es que lo que acaba de hacer la Cospedal es muy serio, porque, a pesar de
que, con un cinismo absoluto, ella, que vive y vive muy bien de la política,
invocaba ayer el espíritu de servicio que debe mover a quienes optan por
representar a los ciudadanos. Bien sabe ella que, a partir de ahora, ese
espíritu de servicio quedaría reservado a los hijos de papá como ella o sus
amigos y sería impensable para quien tiene una familia a su cargo o una
hipoteca que pagar, porque, señores, se supone que los diputados representan a
sus conciudadanos en cada provincia y que, para poder representarles, serían
necesarios traslados y estancias en la capital que obligarían a dejar
abandonada esa actividad profesional que invoca la madrastra Cospedal.
No sé cuánto durará la medida adoptada ayer por el PP castellano manchego,
aunque no creo que vaya más allá de esta legislatura, porque la dignificación
de la representación pública es un logro de las sociedades democráticas que ha
permitido acceder a la política a quienes no son ricos "de familia" y
a partidos que representan a los humildes y a quienes pretenden transformar la
sociedad para acabar con privilegios centenarios. Lo que sí es que gestos
populistas como éste sólo pretenden desviar la atención de los verdaderos
problemas. Lo de la madrastra de Fuensalida es como lo de esos carísimos entrenadores
de fútbol que, cuando las cosas van mal y se ve que no valen tanto como
cuestan, sacan rápido un McGuffin, llámese Sergio Ramos o Fernando Llorente,
para que no pensemos en lo fundamental y nos entretengamos, en este caso,
hablando del millón de euros que cuesta el chocolate del loro.
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