domingo, 21 de octubre de 2012

LA CRISIS COMO COARTADA

Lo primero, y siguiendo el ejemplo de mi querido José Martí Gómez, es referirme a este terrible y dañino ejecutivo que preside Mariano Rajoy como desgobierno, desgobierno de la Nación, que, sin que parezca posible evitarlo, está acabando con lo poco que los españoles disponíamos para evitar que la cuna pesase sobre nosotros como un estigma que nos condena a vivir y morir pobres, si así hemos nacido, y nos bendice con privilegios y una vía muelle si nuestra cuna está en los barrios altos de la sociedad.
Dijo una vez Alfonso Guerra que a este país, tras el paso de los socialistas por el Gobierno, no iba a conocerlo ni la madre que lo parió. Exageraba como sólo él sabe hacerlo y ejercía la mayor de sus virtudes: la demagogia. Sin embargo, algo de razón llevaba, porque la sanidad y la enseñanza se hicieron universales y gratuitas, las pensiones más bajas se hicieron aproximadamente dignas y se revalorizaron por ley año tras año. Y así un largo etcétera de pequeñas grandes conquistas que, poco a poco, nos hicieron un poquito, sólo un poquito, más iguales.
La derecha española no tiene, al menos en el desgobierno, a nadie que sea ni la mitad de brillante de lo que era Guerra en aquellos tiempos. Demagogos sí, pero no tan brillantes. Y no lo necesitan, porque es bien sabido que le sobran corifeos que bendigan sus decisiones, incluso más allá de lo prudente, y tienen, también, otros que les "atizan" desde la parte de más allá de su misma derecha, para que, al final, sus acciones de desgobierno queden en eso que se llama equidistancia, que tan perniciosa resulta y que tan poco responde a la realidad. La derecha no tiene una voz solista tan brillante como Guerra, no hay más que escuchar a Cospedal para comprobar que no hay comparación posible, pero, sin embargo, están consiguiendo que a este país no lo conozca ni la madre que lo parió o, al menos, una gran parte de ese bienintencionado sector de la población indecisa que, al final y desgraciadamente, les votó.
Y, todo, porque no están actuando contra la crisis, sino porque están usando la crisis como excusa para desmantelar todos los puentes que permitían a los hijos más brillantes y esforzados de las clases humildes llegar a la universidad, a puestos directivos o, incluso, al gobierno. Pero, con ser mucho, con esto no está todo dicho, porque, en realidad, lo que consiguen con sus acciones de desgobierno es desmantelar toda una serie de servicios necesarios y caros, pero perfectamente asumibles por una sociedad en la que cada ciudadano paga impuestos en proporción a su riqueza, para sustituir por lo que era de todos y va a ser desmantelado por algo peor, tanto o más caro, subcontratado a generosas multinacionales o a aquellos amiguetes, con o sin correa, con o sin bigote, que han sabido ver, con la impagable -o no- ayuda de sus amigos del desgobierno, las claras oportunidades de negocio que este les brinda.
Cómo es posible, si no existe esa estrategia, que en gobierno, el valenciano, se disponga a prescindir de uno de cada dos de sus servidores públicos ¿Cómo van a funcionar ahora sus hospitales, cómo sus colegios y universidades? No es posible. Por eso, inmediatamente comenzarán a florecer todas esas empresas con o sin experiencia, para hacerse cargo de esa parte de los servicios que, a ellos, les es rentable prestar, cobrándola más cara de lo que le costaba el equivalente público al ciudadano o mermando considerablemente la calidad del servicio prestado.
Eso es lo que está pasando. Estos señores del Desgobierno están aprovechando la excusa de la crisis para desmantelar el piso, modesto pero con vistas al futuro, en el que nos habíamos instalado, por un cuartucho estrecho húmedo y sin ventanas en el que malviviremos como ratas si no somos capaces de subir al "principal" y echar abajo la puerta.
 
 
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