Mal día el de ayer para la justicia española. Arrancó en la
Europa a la que nos queremos parecer -allí los jueces son más diligentes y
madrugan más que aquí- con una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos de Estrasburgo, la última esperanza de los justiciables injustamente
tratados por la justicia, y arrancó con un serio revés, no sólo para la
magistrada de la Audiencia Nacional, Ángela Murillo, que presidió el tribunal
que condenó a Arnaldo Otegi a una pena de dos años de prisión ya saldada y a
diez años de inhabilitación por su presunto intento de reorganización de
Batasuna, sino también, así hemos de deducirlo, para el Tribunal Supremo y el
Tribunal Constitucional, que no atendieron la reclamación del dirigente
abertzale, cuando reclamaba su derecho a un juicio justo que, como ha
sancionado el TEDH, no tuvo al ser rechazada su recusación a esa juez, Ángela
Murillo, que en un juicio anterior había dado claras muestras no sólo de
animadversión, sino, incluso, de un cierto desprecio al acusado.
Los malos modos y el "desparpajo" jocoso de la
juez que tenía que decidir sobre la libertad del acusado y su derecho a
presentarse a las elecciones deberían haber hecho saltar las alarmas, primero
en la Audiencia Nacional, luego en el Tribunal Supremo y por fin en el
Constitucional, pero en ninguna de estas instancias se atendió la reclamación
de Otegi, que fue juzgado por una magistrada que, en el mejor de los casos, no
supo guardar las formas ni mantener el respeto debido al acusado, por lo que,
elevado el caso al Tribunal de Estrasburgo, éste ha acabado dando la razón a
Otegui y anulando su pena de inhabilitación, por no haberse respetad su derecho
a un juez imparcial y, por tanto, un juicio justo.
Ese "palo" fue el primer trago que tuvo que
tragarse ayer la justicia española, pero no sería el único, porque, unas horas
más tarde, la Sala de lo Contencioso Administrativa, reunida en pleno, consagro
el "donde dije digo, digo Diego", haciendo saltar por los aires la
sentencia dictada hace quince días por una sección de la misma sala, que al día
siguiente había dejado en suspenso su presidente, Luis María Díez Picazo. que
tras dos días de deliberación se desdijo de su primer voto que optaba por
obligar a los bancos a pagar el maldito impuesto de actos jurídicos de las
hipotecas, para de repente inclinar la balanza en sentido contrario, eximiendo al
poderoso, la banca, de pagar el impuesto, para cargarlo sobre el cliente.
Se ve que al presidente Diez Picazo le debía parecer mucho
lo que debería pagar la banca por los cuatro años no prescritos de haber
esquivado el pago del impuesto obligado en la formalización de las hipotecas y,
por ello, para ahorrar a la banca ese desembolso así, “dé golpe", era
partidario de hacer borrón y cuenta nueva, atendiendo a la injusticia señalada
en la primera sentencia, pero "pasando" de la retroactividad del
fallo, para ahorrarle toda esa pasta a la banca. Lamentable, pero más aún, si
se tiene en cuenta el modo en que Díez Picazo llego a su cargo, de la mano del
dedo de Carlos Lesmes y con probadas vinculaciones con la banca con la que, en
ocasiones, había colaborado.
Demasiadas coincidencias. Tantas que uno acaba echando en
falta, también en este terreno, un VAR que permita ver los penaltis, las faltas
y os fuera de juego con los que algunos magistrados toman sus decisiones. Por
eso creo, como ayer sugería en mi muro de Facebook, que harían muy bien
nuestros periodistas en cumplir con su obligación de vigilar, como un VAR de
papel, las circunstancias de cada uno de esos magistrados, dando cuenta de los
créditos que reciben, las becas, las publicaciones, los cursos y seminarios,
los ciclos de conferencias y los viajes y congresos en que participan, que financian
las entidades bancarias sobre las que, antes o después, en un país tan
judicializado como éste, en el que la banca comete tantos abusos sobre sus
clientes. Esa y no otra, gracias a la torpeza de unos cuantos magistrados, es
la hipoteca que pesa y va a seguir pesando sobre la justicia española que, tras
la sentencia de la manada, las correcciones del Tribunal de Estrasburgo y el
bochornoso espectáculo de ayer en el Supremo, va a tener que pagar en prestigio
del que cada vez está más mermada.
1 comentario:
Poderoso caballero es Don Dinero ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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