Siempre he pensado, y pido perdón de antemano a quienes no
compartan mi opinión, que Podemos es un aparato disfrazado de partido, que
Podemos se formó alrededor de una vanguardia organizada, una vanguardia para la
que la gente que les apoya, en las urnas o frente al teclado, es sólo un
instrumento para perpetuar el aparato, un aparato cada vez más uniforme,
mutilado de todo aquel que haya osado llevar la contraria al líder supremo, un
aparato, no ya desconectado, sino aislado completamente de la realidad.
Podemos, siendo un partido joven formado por jóvenes, lleva
ya años en crisis, años en los que se mueve de crisis en crisis, crisis
resueltas con la más cruenta de las cirugías que, luego, se esfuerzan esconder
detrás de abrazos fraternos y canciones de fuego de campamento, como queriendo
esconder tras una fachada de agrupación scout lo que, a veces, se parece
demasiado a los años más negros de la revolución rusa, por no hablar claramente
de estalinismo.
Lo acabamos de ver en Madrid, donde quienes votamos a la
candidatura de Manuela Carmena, va ya para cuatro años, contemplamos con
disgusto como lo más brillante de esa candidatura, lo más eficaz y popular de
su equipo, ha puesto el pie en la pared y ha sacrificado, involuntariamente,
por cierto, su militancia para no sufrir la humillación de verse relegados a
puestos de dudosa garantía a la hora de ser elegidos por el ex JEMAD, Julio
Rodríguez, y el núcleo duro del aparato de Iglesias en Madrid que, con el
avieso Ramón Espinar a la cabeza, han optado por colocar a personas sin experiencia
de gestión alguna por delante de miembros de toda confianza del equipo de
Carmena, reconocidísima y popular entre el electorado madrileño.
Podemos, al menos los integrantes de su aparato son de esos
que prefieren quedarse en cabeza de ratón antes que ser cola de un animal digno
y poderoso como el león. A veces un llega a pensar que lo de Podemos es un
problema de psicoanálisis, por lo que haría muy bien en tumbarse en el diván,
para verse tal y como es, con sus defectos subsanables, no como se ve desde la
soberbia y cree, sin el menor atisbo de realidad, que es.
El gesto de Rita Maestre y otros cuatro compañeros en el
Ayuntamiento, dejando a Julio Rodríguez y quién quiera que esté detrás de él en
la elaboración de tan humillantes listas, compuesto y sin novios, no ha sido
del agrado de Ramón Espinar, fiel de Iglesias, y su aparato. Por ello se han
dado prisa en suspenderles de militancia, tanta prisa que ya la estaban
haciendo pública mientras aún se debatía telemáticamente por los miembros del
consejo, cortando cabezas en lugar de tender los puentes que ayudasen a
reconstruir la unidad dinamitada.
Tengo muchas dudas sobre lo que pueda pasar a partir de
ahora. Sin embargo, tengo claro que, si Carmena saca adelante una lista que
agrupe a los miembros de su equipo con personalidades de aquí y de allá,
profesionales y gente procedente de otros partidos junto a ella, volvería a
ganar en Madrid dentro de cinco meses, porque, que no lo olviden Iglesias,
Rodríguez y Espinar, quien ganó Madrid para Ahora Madrid no fue Podemos, sino
el prestigio, la serenidad y la arrolladora personalidad de Manuela Carmena.
Cuando pienso en los partidos, especialmente en Podemos, me
imagino sus "tripas" como aquella "oficina siniestra" del
humorista Pablo -no Pablo Iglesias, que, de humor, poco- con sus pelotas numerados
bailándole el agua al jefe, humillándose y humillando a los demás, las más de
las veces ofendiendo a la inteligencia, No me extraña pues que Rita Maestre y
sus compañeros hayan preferido integrarse en la lista que Carena acabe sacando
adelante. Han sido demasiadas las jugarretas con que el aparato ha relegado
a quienes se han atrevido a hacer sombra a Iglesias, a mostrar el más mínimo
brillo junto o frente a él. Por eso, esperando lo peor de Ramón Espinar y Julio
Rodríguez, han optado por saltar al barco de su alcaldesa. Han sido demasiados
los abusos cometidos en nombre y por el bien de "la marca, se han hartado
y han colgado el viejo cartel de "por los abusos, no se fía".
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