Tengo un padre anciano, con noventa y cinco años a sus espaldas, que todos
los días sale a pasear una o dos veces, y yo mismo tengo serias dificultades de
visión, una retinopatía diabética, que, como consecuencia del tratamiento que
me ha salvado una pequeña parte de la visión, me ha privado de la visión
periférica, de modo que sólo veo, y no del todo bien, lo que tengo delante de
mí, no lo que ocurre a los lados, arriba o abajo, una limitación, os lo
aseguro, mucho más seria de lo que parece.
Os cuento esto, con una cierta impudicia, para que lleguéis
a entender mi hipersensibilidad hacia esos nuevos "medios de
transporte", basados en la innovación, el esnobismo, el desprecio a leyes
y normas y una gran dosis de egoísmo
Me refiero, claro está a los patinetes, las motos y las
bicis que, con motor eléctrico, permiten cruzar la ciudad sin una gota de sudor
y, lo que es peor, sin ruido vehículos muy peligrosos, no sólo para quien los
utiliza, sino, especialmente, para quienes, ante la falta de interés de las
autoridades, tenemos que compartir aceras y espacio con ellos que, en el mejor
de los casos, cuadruplican la velocidad de un peatón, conducidos, además, por
individuos que no han superado ninguna prueba para ello, que no están
identificados y que pretenden lo mejor de los dos mundos, huyendo de los
peligros del tráfico a costa de trasladarlos a las aceras.
Nadie que no haya sufrido el embiste de uno de estos
"cacharros" puede imaginar el daño que puede causar una masa de más
de sesenta kilos a treinta, si no más, kilómetros por hora. Lo mínimo que
pueden causar es la caída del peatón y las aceras están llenas de obstáculos,
bancos, escaparates, árboles farolas o papeleras, contra los que la víctima
sería lanzada con toda la inercia que le transmite el "cacharro" que
les atropella. Ayer supimos de la muerte de una anciana en Cataluña,
atropellada en agosto por uno de estos patinetes mientras paseaba con su
andador, como cada día, por la rambla de su barrio.
Seguro que, a sus noventa años, obligada a pasear con su
andador, esa mujer no podía imaginar que iba a morir a causa de un accidente de
"tráfico", menos que iba a ser atropellada por un patinete raudo y
silencioso. Pero fue así. La desidia de las administraciones que no nos
protegen, con reglamentos, vigilancia y sanciones, del egoísmo irresponsable de
quien los "conduce" y de la codicia de empresa que se aprovechan, sin
el más mínimo escrúpulo de los vacíos que deja la ley y que, por si fuera poco,
reciben los beneficios de su inversión muy lejos de las ciudades que, como las
nuestras, hace tiempo "colonizan".
Primero fueron las bicis, que, aprovechándose de la
inversión realizada por los ayuntamientos en la movilidad y accesibilidad de
las sillas de ruedas, las carretillas de los repartidores o los carritos de los
niños, convirtieron nuestras aceras en su particular calzada, cuando no pista
de carreras, en la que ya no hay que poner el pie en tierra para cruzar las
calles transversales y en la que alcanzan velocidades impensables entre el
tráfico, eligiendo, además, el lado de la acera por el que sube, con o sin sol,
y el sentido de la marcha, sin atender a normas, mucho menos a la prudencia o
la cortesía.
He visto a estos ciclistas espantando ancianos, a padres con
un pelotón de niños detrás, a padres, en la acera o la calzada, en patinete con
su niño de apenas tres o cuatro años, mochila incluida, en medio del tráfico de
calles importantes como la madrileña de Bailén, en la que coches y autobuses
alcanzan velocidades superiores incluso a las autorizadas. Y, lo que es peor,
los he visto pasar, a veces, delante de las narices de los municipales.
Eso, en cuanto a esos pequeños cachivaches motorizados
cuando están en movimiento. Pero no para ahí la cosa, porque, gracias a la
falta de respeto y al egoísmo, permitidme que insista, de sus usuarios, también
parados son, no sólo una molestia, sino, también, un peligro, capaz de
enredarse en los pies de un anciano, de hacer caer a un invidente, de impedir
cruzar semáforos con seguridad o de obligar a saltar sobre ellos a los
pasajeros de un autobús cuando son abandonados en sus paradas.
Los he visto y fotografiado tirados en medio de la acera,
atravesados en ella, bloqueando el paso a la salida de un portal, o,
como podéis ver en la foto, impidiendo el uso del mobiliario urbano. No creo
que lo que yo veo, en la calzada o en las aceras, parados o en movimiento, no lo
hayan visto las autoridades o la policía que pagamos todos. Ayer nos enteramos
de la muerte de una anciana que, me temo, no fue la primera ni será la última
víctima, sin que sepamos, al menos tanto como quisiéramos, de multas ni sanciones, a las empresas o a los usuarios. Por eso creo que ya es hora de
que alguien ponga coto a tanto egoísmo irresponsable sobre dos ruedas.
1 comentario:
Ha quedado claro ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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