viernes, 16 de noviembre de 2018

OTRO DÍA DE LA MARMOTA


Vivo, como el protagonista del anuncio de la Lotería Nacional, en un constante y deprimente día de la marmota, atrapado en un aburrido panorama político, que invita a todo, salvo a decir algo interesante que antes no se haya dicho. Esta mañana, sin ir más lejos, me veo, nos vemos, al borde del abismo del Brexit que, como tantas cosas, el efecto 2000, por ejemplo, al final no será tan fiero como se pinta. No sé si al final tendré razón o, como en tantas otras cosas, tendré que envainar mis argumentos y desdecirme.
Pero no es el Brexit, asunto para expertos, lo que, a mí, superviviente de decenas de devaluaciones, con o sin Franco, pasajero en fronteras en las que había que llevar el pasaporte en la boca y adorador del pop inglés, lo que más me preocupa. Veréis como, al final, habrá una solución que mantenga la niebla perpetua separando el continente de un país que, pese a que en muchos asuntos está o al menos estaba en la vanguardia, en otros no ha salido del siglo XIX y mantiene, eso es lo peor, la soberbia de quien ha sido el gran imperio que exportaba dolor, comerciantes y soldados y exportaba las riquezas que expoliaba, trabajadores a coste cero y una sociedad perfectamente parcelada por clases, en la que la distinción y la riqueza de esa oligarquía y esa aristocracia que llevan siglos revolcándose juntos en el poder, que practica el apartheid interior levantando barreras, invisibles o no, entre pobres y ricos.
Algo parecido a lo que ocurre en Andalucía, donde el clasismo, especialmente en algunas zonas, es la imagen de marca y donde se vive la paradoja, para esa clase alta orgullosa de serlo, de tener que verse gobernados por gente que representa a la gente que desprecian. No hay más que pararse a pensar en el desprecio con que tratan todo lo público, todo eso, enseñanza y sanidad, por ejemplo, que acercan a los de abajo a la privilegiada azotea en la que viven.
Sin embargo, no escarmientan. Pese a que, año tras año, elección tras elección, se estrellan, con sus campañas llenas de chascarrillos chungos y prejuicios, siguen permitiendo que sus compañeros de partido, el PP, se permiten insultar, con el gesto torcido de quien está oliendo mierda y perdón por la crudeza, a los hijos de sus votantes, a los que tildan de atrasados por culpa de esos padres que siguen empeñados en votar a los socialistas, desde hace casi, o sin casi, cuatro décadas. Eso o car categoría de la anécdota, bochornosa, pero anécdota, de que un alto cargo, felizmente detenido, inculpado y a punto de ser juzgado, se gastaba el dinero público en un "puticlús".
No se dan cuenta de que insultar y menospreciar a los hijos de aquellos cuyo voto necesita y persigue es el camino más corto para perderlo definitivamente. De modo que, difícilmente, ese PP tan clasista, con o sin Ciudadanos, podrá arrebatar el poder a quien hace munición del barro que con tan poco tino le lanzan. Así que, para mi desgracia, espero una noche electoral, la del lunes 3, tan aburrida como las anteriores, aunque los resultados deparen unos meses emocionantes a la espera de formar gobierno.
Ya y por seguir con la marmota que rige los días, me queda referirme a esa costumbre que tiene el partido de Iglesias de romper la baraja cuando las cartas no le vienen bien dadas. Iglesias ha querido que su partido, uno más de los que constituyeron la marca "Ahora Madrid", la que llevó a Manuela Carmena a la alcaldía de Madrid, aunque yo creo que fue al revés, que fue Carmena la que consiguió el ayuntamiento para la marca, Iglesias ha querido, insisto, asegurarse para Podemos el sillón que hoy ocupa la alcaldesa, un sillón al que ya ha puesto, aún sin tenerlo, el nombre y los apellidos del general Julio Rodríguez, al que va presentando a distintas elecciones, por distintas circunscripciones, como algunas madres pasean a los niñas y niños por los castings.
Carmena, de carácter amable y complaciente, aunque mucho más firme de los que piensan los que la creen la "abuelita Paz", esta vez no se ha callado y no ha esperado casi a poner un pie en tierra a su regreso de Rumanía, para decir que no tiene nada que ver ni que hablar con Pablo Iglesias, que, hoy parece claro, ha estado segando la hierba bajo sus pies empujando hacia abajo al equipo de Carmena de las listas y suspendiéndoles de militancia por su lógica reacción de cerrar filas en torno a Manuela.
Ya veis, un día más que amanecemos con la marmota de la política dándonos los buenos días. Un día más hablando de esa gente que se aplaude y se abraza continuamente, aunque exista la teoría de que, cuando abrazan, en realidad buscan un hueco en la espalda del rival en el que hundir su daga.

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