Quién no ha visto en una de esas tediosas sobremesas que a
veces tenemos cualquier documental en el que se muestran las técnicas de caza
de los felinos, basadas casi todas en dispersar la manada que pace, más o menos
tranquila, en la sabana, acosándola una y otra vez, haciéndola correr de un
lado para otro, hasta conseguir aislar a uno de los miembros de esa manada, el
más cansado, el más enfermo, se quede sólo y aislado, a merced de sus garras y
dentelladas. La técnica es tan cruel como eficaz y las más de las veces
funciona, aunque, en ocasiones, la víctima saque fuerzas de donde no parece
tenerlas y alguno de los cazadores acaba volteado y por los aires.
La técnica, que tiene su lógica, se repite también entre los
humanos y en muchos ámbitos. Es la que utilizan los maltratadores, aislando a
su pareja, su víctima, de familiares y amigos, para, una vez a su merced,
humillarla, someterla, anularla y quién sabe si "castigarla" hasta
matarla. Pero ese acoso no es exclusivo de quienes no respetan la libertad de su
pareja. También se emplea esa técnica en el mundo de la política, en el que
demasiado a menudo se busca el flanco más débil del rival a abatir, el miembro
del grupo que muestra una tara o un pecado, para concentrar en él los ataques
que no buscan otra cosa que acabar con el grupo o, en todo caso, su líder.
Acaba de ocurrir, está ocurriendo, con él ministro de
Exteriores, Josep Borrell, quien, como él mismo reconoció en sede
parlamentaria, ante quienes ahora le acosan, exigiéndole las explicaciones que
ya dio y la dimisión que entonces no le pidieron, simplemente porque estamos en
campaña electoral, en Andalucía, pero en campaña, y piensan que estaría bien
poner el cadáver, político, de Borrell a los pies de los electores.
Está, por otro lado, el carácter del ministro, poco o nada
simpático, capaz de la mayor de las iras cuando se indigna, especialmente
cuando está sinceramente convencido de tener razón y poco o nada prudente en
esas circunstancias, pese a quien pese y pase lo que pase. Una forma de ser poco
práctica que, sin embargo, no puedo dejar de admirar porque, de alguna manera,
yo mismo soy un poco como él, aunque sin la experiencia ni la formación que
todos, hasta sus enemigos temen y admiran en él, por eso no sé si creo o deseo
que Borrell no desfallezca y que sus acosadores no se salgan con la suya,
sacando de Exteriores al ministro que ha devuelto a nuestro país al mapa de las
relaciones internacionales, dándole, por ejemplo, el peso que merece en Europa-
Sería muy triste que quien desmontó punto por punto y con
datos, históricos y actuales, los mitos sobre los que el independentismo
catalán estaba fundamentando sus aspiraciones tuviese que dimitir por haber
perdido los nervios ante el último show de Rufián, un show, en el que, a
sabiendas de que no era cierto o por pura estulticia, el diputado de Esquerra
le acusó de ser el ministro más indigno de toda la democracia española, en la
que han sido ministros personajes como Fraga, Barrionuevo o Rato, algo tan
injusto y sorprendente que acabó descolocando al ministro, llevándole a
confundir el mal gesto que un diputado le hizo, bufido incluido, con un
salivazo, un error que tuvo que "comerse" en soledad, porque a su
grupo y su gobierno no le interesaba tanto como a ERC, que tenía mucho que hacerse
perdonas ante sus electores, tensar las relaciones con los republicanos
catalanes.
Del mismo modo, creo que no es justo exigir, como hacen
Ciudadanos y Podemos, la dimisión del ministro que ha sacado la negociación del
estatus de Gibraltar de las competencias exclusivas del Consejo Europeo después
del Brexit, para devolverla al ámbito bilateral, sobre todo por la venta de
unas acciones de la empresa de la que era consejero, por valor de 10.000 euros,
valiéndose, dicen, de información privilegiada, operación que le ha supuesto
una sanción de 30.000 que no quiso recurrir, porque la última decisión
correspondía a una compañera de gobierno.
Sería triste y absurdo forzar su dimisión por asuntos aparentemente resueltos y no creo que sus adversarios lo consigan, porque la caza que han emprendido no
es asunto fácil, porque Borrell, que, como cualquiera, puede equivocarse no es
una tierna gacela desorientada abandonada por su manada.
1 comentario:
Muy interesante ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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