Hace siglos que los matrimonios, sobre todo entre familias
poderosas, más que uniones sentimentales acaban siendo alianzas de poder o
absorciones entre familias en el mundo de la empresa y el de María Dolores de
Cospedal con Ignacio López del Hierro es un claro ejemplo de esto que os digo,
porque, a la vista está, esa unión "santificada" hace nueve años,
parece más una comunión de intereses entre la secretaria general del Partido
Popular y su pequeño "Florentino" sevillano Ignacio López del Hierro,
llegado de la política, con cargos en la UCD, al mundo de los negocios, en el
que le faltan los días para sentarse en los consejos de administración a
los que pertenece.
Parece claro que el más beneficiado en esa unión ha sido el
empresario, puesto que su posición y su influencia en el mundo de los negocios
floreció desde que él y la “número dos” del Partido Popular. decidieron
"juntar las meriendas". Sin embargo, costaba imaginar que, en una
estructura tan sólida y tan presuntamente impenetrable como la de ese partido,
el marido de una de sus dirigentes llegará a alcanzar tanto poder e influencia,
sobre todo si ese poder y esa influencia se consiguen sin ostentar otro cargo
que el de ser el consorte de la secretaria general.
López del Hierro, que en su día tuvo poder político y
económico en Castilla La Mancha, donde con UCD fue gobernador civil de Toledo y
consejero de la intervenida Caja de Ahorros de Castilla La Mancha, se
comportó como un mentor, si no como un padre, con su esposa mientras fue
presidenta de la comunidad castellano manchega y cuentan que, de algún modo,
supervisaba sus ruedas de prensa, algo que resultaba, por demasiado evidente,
poco o nada estético, más cercano al papel de "madre de la Pantoja"
que al de un marido respetuoso con el trabajo y las capacidades de su esposa,
algo que al verse reflejado en la prensa, especialmente en EL MUNDO, provocó
las iras de uno y otra.
Lástima que el tiempo que es lo que más dura de esta vida
haya acabado poniendo al descubierto el papel de cada uno en ese matrimonio y
más lástima que haya sido "gracias" a las grabaciones del comisario
rata que, abusando de la confianza que evidentemente tenía con la pareja,
registró para la historia más negra de la política española "los
negocios" que se traían entre manos, especialmente López del Hierro y él,
mientras contrataban la destrucción de pruebas de la trama Gürtel que, pese a
sus esfuerzos acabó finalmente con las presidencias de Rajoy en el Gobierno y
el PP, o el espionaje a Javier Arenas, rival y enemigo, de Cospedal o Alejandro
Pérez Rubalcaba, hermano del por entonces ministro del Interior y autor, según
este trío siniestro, de las filtraciones de la investigación sobre la trama a
la prensa.
Quien se haya molestado en seguir el serial del que cada
día os medios nos dan cuenta de un nuevo capítulo se habrá dado cuenta de
que la relación existente entre el comisario afortunadamente y desde hace
tiempo encarcelado y el matrimonio era propio de algo más que
"comercial", porque existía entre ellos, especialmente entre comisario
y empresario, una confianza tal que llevó al comisario a traicionarse,
revelando más o menos cuál era el método seguido para hacerse con las
conversaciones y los mensajes de sus víctimas, una revelación que da prueba de
la desesperación del comisario que, quizá dándolo todo ya por perdido, pone en
peligro de su fuego amigo a quienes le facilitaban todo ese material a cambio
de dinero.
Relajados estaban también cuando, como en una película de
Agatha Christie, cargada de estrellas, asignan al final, con planos de esas
estrellas los papeles, refiriéndose a la secretaria general del PP como
"el socio" y, sin duda, a Mariano Rajoy como "el jefe".
Todo un magnífico reparto para una serie de final incierto, a veces "Pepe
Gotera y Otilio", a veces "Mortadelo", pero siempre con la
gravedad de un Le Carré carpetovetónico. Un magnífico reparto que encabezan el
socio, el jefe y estos dos canallas.
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