Una cosa que enseña la vida, más si la has vivido desde la
atalaya del periodismo, es que nada existe hasta que se le pone nombre. Pues bien,
eso es precisamente lo que acaba de ocurrir con la extrema derecha en España,
que ha pasado de ser una especie de niebla que amenazaba en el camino, pero a
lo lejos, a materializarse en una marca electoral exitosa, la de VOX, que, unos
y otros hemos colocado en un lugar, si no destacado, sí demasiado visible del
mapa electoral de este tan desorientado país.
Desde los años de la "Zona Nacional" y el “cara al
sol” y el brazo en alto "por
cojones", al menos en Madrid, los años en que los nostálgicos del franquismo,
todos unidos, sólo fueron capaces de conseguir un escaño en el Congreso, que
fue para Blas Piñar y su Fuerza Nueva, desde entonces, la extrema derecha
española, la del odio, la regresión y la xenofobia no había vuelto a sentarse
en el palacio de la Carrera de San Jerónimo.
Han sido muchos años, casi cuarenta, casi los mismos que el
PSOE ha gobernado en Andalucía, años en los que esa extrema derecha, esos
simpatizantes del orden a su manera, de marinar en testosterona los discursos y
las decisiones, han vivido camuflados en el Partido Popular, al que les llevó,
en espera de tiempos mejores, Manuel Fraga, ministro que fue de Franco,
retratado para la Historia cientos de veces con la guerra blanca y la camisa
azul del movimiento y sentado a la misma mesa del Pardo en la que se daba el
visto bueno a las ejecuciones ante el pelotón de fusilamiento o por garrote
vil.
Ayer, en Andalucía, miles de votantes parecieron haber olvidado
o, lo que es peor, dar por bueno todo eso que, en el recuerdo de mucho de
nosotros suponía una barrera que nunca creímos que nadie fuese nunca a cruzar.
Pero ayer, en Andalucía, se cruzó, dando doce escaños a los partidarios del
odio a todo lo diferente, los partidarios de la intolerancia, de la xenofobia,
de la homofobia, los que abolirían si pudiesen las leyes que persiguen la
violencia contra las mujeres o las que tratan de restaurar lo que ven como un
anatema, un peligro mortal: la memoria, porque qué sería de ellos si todos
tuviésemos memoria, si recordásemos lo mal que nos ha ido siempre con los
suyos.
Nadie lo creía posible, pero ya están aquí y han venido,
parece, para quedarse, porque, al menos así lo creen ellos, esto es sólo el
principio de la triste "reconquista" que se han propuesto, la de
todos sus privilegios de clase y de género, a costa de nuestros derechos,
conquistados con tanta lucha y tanto dolor. Sin embargo, no seré yo el que
critique la decisión de los andaluces que les han votado. Más bien, mi crítica
va contra los partidos políticos, de Podemos al PP y de los medios de
comunicación, que son quienes, agitando su fantasma, como una especie de conjuro,
son los que los han traído hasta aquí.
Ese Ferreras, impagable para su causa, que, con las horas y
más horas dedicadas a Vox y sus líderes o a los líderes de otros partidos
hablando de Vox, les ha hecho la campaña, les ha puesto en el mundo a cambio de
subir la audiencia, que parece confundir la información con el espectáculo, y
de todos es sabido que también hay cine de terror y que gusta. Esperemos que lo
de Vox, lo que comenzó con esa cobertura desmedida y desenfocada de los sucesos
del 1-O, lo que se venía anunciando con el tráiler, el avance, de aquel triste
y vergonzante "a por ellos", seguido de la magnificación de os
excesos, que fueron muchos, de unos y otros y que ha conseguido levantar un
muro entre la mitad de los catalanes y el resto de España, que hoy parece
insalvable.
Todo esto, unido a el "tronío" y la inconsistencia
de Susana Díaz, que debería pensar ya en dejar la Secretaría General del PSOE, incapaz de hablar de otra cosa que no sea el victimismo, a
veces justificado, pero no siempre, de los andaluces, incapaz también de hacer
propuestas consistentes para una población, la andaluza, castigada
secularmente, pero capaz, como todas, de levantarse con algo más que romerías,
procesiones y "acento", incapaz de acercarse a Teresa Rodríguez
y viceversa, de dar una alternativa conjunta de la izquierda, de la que tan
necesitada está la comunidad que hasta ahora gobernaba, estamos en el derecho
de pensarlo, por inercia.
Culpa también del PP y Ciudadanos, los reyes del todo o nada
y del veto que luego, si conviene, ya no es tal, que, en los últimos días de
campaña, quizá por culpa de quienes escribimos o informamos sobre ellos, han
agrandado el papel y las posibilidades de Vox, hasta convertirlas en una
realidad. Lo cierto es que el "A por ellos” de los más cerriles,
bendecidos, eso sí, por quienes convierten un lazo, del color que sea, en
"lo único", o el "sin complejos", tan de Pablo Casado y su
siniestro mentor, el fantasma de Aznar, ya están aquí. Ahora y de todos depende,
esperemos que no sea para quedarse.
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