Hubo un tiempo en el que, en cada rincón de este país,
brotaban las sucursales de bancos y cajas como ahora florecen los comercios
chinos y las fruterías. Dicho de otro modo, en este país los bancos pasaron de
esperar la llegada de los clientes a ir a buscarlos a la puerta de sus casas,
para convencerle de que podía cambiar de piso con una cómoda hipoteca, para
facilitarle el crédito con el que pagar sus vacaciones o un coche nuevo, más
potente y, a ser posible, alemán y, cómo no, para ofrecerle eso que
eufemísticamente llamaban "productos financieros", con los que le
aseguraban, podría rentabilizar sus ahorros.
En todo ese tiempo han sido pocos, tan pocos que se pueden
contar con los dedos de una mano, los empleados de esos bancos y esas cajas que
dejaron sus empleos, abrumados por los engaños y abusos a que se estaba
sometiendo a los clientes. Si me esfuerzo, puedo llegar a recordar apenas dos
casos de estos y uno más de un director de una sucursal de una caja catalana
que, a posteriori y jubilado, tuvo la decencia de denunciar todos estos
mecanismos miserables con los que se embarcaba en créditos e hipotecas
imposibles de asumir o se les enredaba miserablemente en oscuras operaciones
como el peloteo de las preferentes que, reclamadas por clientes advertidos, se
colocaban a pobres incautos como, por ejemplo, yo. Todo, bajo la batuta y la
mirada impasible de personajes tan siniestros como Blesa o Rato o ciegos sordos
y mudos, bajo la cómoda venda que se pusieron representantes de los partidos de
izquierda y sindicatos, a cambio de unas retribuciones de fábula que les
llegaban puntualmente por el tremendo esfuerzo de decir sí a todo en esos
consejos de administración en que debieran haber fiscalizado tanto desmadre.
No sé de ninguno de esos consejeros que haya devuelto -él,
su partido o su sindicato- ese dinero recibido a cambio de tanta anuencia.
Tampoco sé de ningún directivo que haya tenido la decencia de, si no
suicidarse, que para eso hacen falta valor y decencia, sí retirarse a orar al
desierto repartiendo entre los pobres todo lo trincado en bonus, jubilaciones e
indemnizaciones.
Frente a todos estos actores, responsables del mayor de los
crímenes posibles que es matar la ilusión de todo un país, están sus víctimas,
que no son otros que los desahuciados, los que han tenido que cerrar su pequeña
empresa o su tienda por falta de crédito o los que Goirigolzarri -me preocupa
saber escribir ya de corrido este apellido- llama "preferentistas".
Acabo de escucharle y dice que esos preferentistas van a
perder el 40% de lo que pensaban que era un depósito a un plazo de cinco años
-así a mí me lo vendieron- y resultó ser una ruinosa inversión de alto riesgo
menos segura que la ruleta rusa. Pero lo que ha añadido Goirigolzarri es que lo
que dejen en su poder no es dinero, sino acciones de una entidad quebrada,
nacionalizada y rescatada, cuyas acciones no correrán, salvo milagro, mejor
suerte que el resto de lo invertido.
Ya por último quiero señalar que Bankia va a despedir a
6.000 de sus empleados, muchos de los cuales participaron activamente en el
tinglado, bien a cambio de comisiones por cada operación o bien aceptando la
presión de unos objetivos sólo posibles a base de engatusar a sus clientes. Va
a haber esos despidos y me entero de que van muy probablemente, a los
privilegiados empleados de la banca responsable de la burbuja inmobiliaria y,
con ella, de la crisis, los desahucios, las preferentes y el crédito cero que
ha dejado sin trabajo a tantos y tantos españoles... a todos esos que vieron
con conocimiento de lo que veían y dejaron hacer lo que dejaron hacer con
ciudadanos inocentes no se les aplicarán las miserables condiciones de la
Reforma Laboral, porque deben ser de otra clase u otra raza o, simplemente,
porque saben demasiado
Estoy esperando a que los sindicatos de la banca denuncien
aunque sólo sea una parte de todo lo que se ha hecho ante sus narices estos
años, pero me temo que se van a callar como muertos y que el rescate de Bankia lo vamos a pagar los de siempre y, algunos, hasta tres veces.
Moraleja: en España hay ciudadanos de primera y de segunda.
Y, a este respecto, tengo un amigo que dice que, en este país, se mata poco y
mal ¿a ver si va a resultar que tiene razón?
Moraleja: en España hay ciudadanos de primera y de segunda.
Y, a este respecto, tengo un amigo que dice que, en este país, se mata poco y
mal ¿a ver si va a tener razón?
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