Dicen de la arquitectura que se encuentra a caballo entre la
técnica y el humanismo, que es a la vez ciencia y arte. Quizá por eso la imagen
que mejor sintetiza el panorama político actual se la he escuchado a una
arquitecta, Itziar González, que hace apenas una hora definía en la Radio al
parlamento, a los parlamentos, como un futbolín en el que los diputados, los
representantes de los ciudadanos, están "embrochetados" en una barra
que sólo se mueve y sólo les mueve siguiendo la voluntad de quien la maneja.
Itziar debió verlo claro mientras fue concejal del distrito
de Ciutat Vella en Barcelona. Allí, como independiente en las listas del PSC,
sufrió en sus propias carnes la disciplina de grupo que todo lo ahoga y que lo
primero que mata es cualquier propuesta imaginativa que escapa de la pesada maquinaria
del partido.
Itziar como por formación y sensibilidad supo ver y decir lo
que otros, no vieron, callaron o las dos cosas al tiempo. Ese fue el pecado que
la alejó del ayuntamiento y que, de haberse comportado así en un parlamento -un
ayuntamiento también lo es-.le hubiese valido, antes o después, la tarjeta roja
que se ganó en Barcelona.
Tiene Razón Itziar. Los muñecos de un futbolín, duros, resistentes
e insensibles, no miran a sus compañeros. Sólo a los que tienen delante y que
son los que tienen la palabra del gol. Tampoco pueden mirar de lado, ensartados
en la barra de la disciplina, ni, mucho menos, se mueven si no es todos a una y
cuando y cómo quiere la mano que gira y empuja la barra.
Por eso duran tan poco los que se atreven con un discurso
propio, por eso los grupos parlamentarios hicieron ciencia de aquel "el
que se mueve no sale en la foto" que sentenciara Alfonso Guerra y han
recosido las costuras por las que asomaban todas esas voces independientes. De
un tiempo a esta parte, con mayor o menor habilidad para maquillarla, cualquier
diputado repite como un papagayo la consigna que le han pasado a su móvil o su
iPad, siempre que no la haya roto o perdido, y que mucho me temo que para eso
lo tienen.
Habrá quien piense que el que un diputado aparezca más o
menos en la prensa es una cuestión de interés por su verbo y no es así. El que
el muñeco del futbolín esté en la barra de los delanteros o en la defensa no es
una cuestión de brillantez, sino de jerarquía. Y para ascender en el aparato,
ya se sabe, la clave está en la disciplina.
Tiene razón Itziar, los parlamentos son futbolines con los
diputados dispuestos en sus grupos parlamentarios como los langostinos, la
carne o las verduras en el "pincho" de una brocheta, y que una vez en
esas, difícilmente son capaces de ver y mucho menos preocuparse por los
problemas de los ciudadanos que son los que pagan la partida.
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