lunes, 6 de mayo de 2019

SER VOX, SER LA CUP O SER PODEMOS


Pedro Sánchez, claro vencedor de las pasadas elecciones y único con capacidad de formar gobierno con los escaños de que dispone en el Congreso y, más aún, con los que no tienen el resto de partidos, especialmente en la fracasada derecha, se dispone desde hoy a intercambiar intenciones con los tres partidos que le siguen en número de diputados y, para ello, ha convocado, entre hoy y mañana, a sus líderes en la Moncloa, en una jugada que, aunque ajustada al más exquisito protocolo, lleva implícito un claro mensaje, el de que el actual y más que posible futuro inquilino del palacio es él.
A Pablo Iglesias, cuyos sueños y aspiraciones, o lo que quiera que sean, van muy por delante de la realidad, no parece haberle gustado el orden y el formato de la convocatoria, entre otras cosas, porque no le gusta figurar como postre del menú de estas conversaciones, más protocolarias que otra cosa, que esta tarde se inicias, con la visita de Casado. Y no le gusta hasta el punto de que circula el rumor de que de que estaría dispuesto a rechazar la invitación.
Parece haberse olvidado, la memoria, si es flaca, flaca alivia el peso de la culpa, de que, desde que, en marzo de 2016, preso de la ansiedad por transformar sus escaños en poder y de la frustración, por otra parte lógica , por no haber cosechado en las urnas lo que las encuestas le prometían, ha vuelto a caer en el error de creerse imprescindible y hacerlo valer, cuando cualquiera con un lápiz y un papel y un poco de cultura política puede demostrarle que no es como dice, porque las posibilidades de gobernar en solitario con apoyos externos, como pretende el PSOE, son infinitamente mayores hoy de lo que lo fueron entonces.
Por qué, entonces, tantas prisas en alguien que presume de ciencia política y la enseña en la facultad del ramo. Quizá porque los cuarenta y dos escaños que Unidas Podemos obtuvo el domingo 28 son bastantes menos de los que tuvo en las dos convocatorias pasadas y alguien podría reprochárselo en su partido y porque la única manera de hacer olvidar el batacazo sería obtener un buen resultado en la triple convocatoria del día 26, algo que él cree posible pintando al PSOE cercano a la patronal y a las derechas y vistiéndole de intransigencia para con los planteamientos progresistas que él cree defender en exclusiva.
Debería pensar que la ciudadanía ha sido consultada, que la participación ha sido muy alta y que, si quienes han votado no han dado a Unidas Podemos la mayoría de los votos en las urnas y que si ni siquiera han dado a la izquierda la mayoría absoluta para gobernar y, en ella, a Unidas Podemos la cualidad de ser imprescindibles, es porque espera otra cosa, quizá que, como pretende Sánchez, se apoye en unos o en otros para gobernar, según y cómo.
Debería pensar también Iglesias en los más recientes ejemplos de fuerzas que han asumido, desde el poder que da ser minoría complementaria, el papel de determinar los gobiernos que apoyan. Hablo, claro está, de la CUP em Cataluña, que ha llevado al desastre de la proclamación de una República Catalana fugaz por imposible y al deterioro de la calidad democrática y el bienestar de un territorio que no hace tanto lo era todo en España. También, el desastre para los derechos ciudadanos y el retroceso que en sólo tres meses ha sufrido Andalucía, por el apoyo de Vox aceptado por el PP y Ciudadanos, acuciados por la prisa de tumbar al PSOE y a Susana Díaz.
Unidas Podemos, Pablo Iglesias en concreto, tiene que optar entre forzar ese gobierno tan progresista como débil que pretende o un gobierno que consolide y recupere los derechos deteriorados o perdidos en manos de Rajoy t que, además, conquiste otros. Tiene que saber si quiere ser la CUP nacional, el Vox de la Izquierda o si quiere volver al sueño que fue Podemos, que la ansiedad por conquistar el poder, dentro y fuera del partido, está asfixiando.

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