Quien me conoce sabe que siempre he defendido la novela
frente al ensayo. normalmente el ensayo se construye con datos fríos, datos que
tienen la frialdad del mármol, les falta el latido de la vida que, por el
contrario, palpita en la novela, más si esa novela ha salido de quien
acostumbra a mezclarse con la vida, a observarla desde dentro o, en todo caso,
de cerca. Por eso prefiero una nueva novela al mejor de los ensayos y, si esa
novela ha salido de la mirada y la experiencia de autores como Miguel Delibes,
no cabe la menor duda de que aprenderemos mucho de ella que de los mejores
tratados de Historia o Sociología.
Por eso creo que no hay mejor manera de entender lo que nos
está pasando que leer, por ejemplo, la genial "Los santos inocentes",
del autor vallisoletano. En ella la brecha social, como ahora se dice, elevada
a la máxima potencia del caciquismo, no importa dónde ni cuándo, se explica a
la perfección, se siente como una tensión permanente, la misma que habría entre
un perro y su amo, si el perro fuese consciente de que siempre será perro, de
que, por más que mueva el rabo, por más que lama su mano, nunca será como él y
que, a la hora de los esfuerzos, de los sacrificios siempre los acabará pagando
el animal.
La virtud de la novela de Delibes, que describe un tiempo
pasado, pero no tanto, porque yo he visto a una familia de aparceros vivir en
la miseria a pocos meros de la casa de sus "amos" a sólo unos pocos
kilómetros de Madrid. Y no sólo eso, la sensación de que hay amos y siervos hoy
está presente en el discurso de esos dirigentes políticos, no diré de qué
partido, que ponen a los niños andaluces, mi nieta es andaluza, por debajo de
los castellanoleoneses o la de esos curas clasistas que enseñan con vídeos a
sus uniformados alumnos que los ricos son más listos que los pobres, que los
son poco menos que por tontos.
Esto de que os hablo se evidencia también, ayer lo tuve claro
con el tratamiento que dieron las teles al asunto, en la injusticia resuelta
por el Supremo que pone fin a la práctica, caciquil como pocas, de hacer pagar
a quienes suscribimos una hipoteca el impuesto correspondiente a los actos
notariales a que los bancos obligaban, algo así como obligar a ese perro
metafórico de que os hablo a pagarse el colar y la correa con que el amo les
ata.
Curiosamente, lo que parecía preocupar más a "los
medios", más que el modo en que los afectados podrían recuperar lo que
siempre fue suyo, puesto que, como dice el Supremo, el registro notarial de la
hipoteca interesaba sólo al banco y por eso lo exigía, pese a que injustamente
se lo hacía pagar a sus clientes... lo que interesaba a los medios parecía ser
el "daño" que el fallo judicial iba a causar a la banca, los miles de
millones que tendrán que pagar ahora, a los hipotecados o a la hacienda
pública, y las consecuencias bursátiles de la sentencia.
Lo anterior, de plena actualidad, es sólo uno de los muchos
ejemplos que, ahora que, tras aquel 15-M que parece ya olvidado, salen a
la luz. Los desahucios, los abusos laborales a nuestros jóvenes, la nula
inversión en ayudas a la dependencia, el abandono de lo público en favor de lo
privado y quienes lo gestionan, la brecha salarial entre hombres y mujeres,
José María Aznar Botella, administrando el parque de viviendas sociales, de
todos, que su madre malvendió al fondo buitre para el que trabajaba "el
niño", los abusos, en suma de una clase privilegiada por su cuna, sobre
otra condenada a trabajar, pagar y callar.
Una especie de maldición, ésta, que no sé de dónde viene ni
por qué sigue sobre nuestras cabezas, una maldición que, antes o después,
acabará. Por eso, fiel a ese respeto que tengo a la novela como explicación de la vida, me permito sugerir a los caciques de ahora, banqueros, administradores de fondos buitre, dirigentes políticos y toda la caterva de abusadores que llevamos a nuestras espaldas que lean la novela de Delibes, quizás así sepan que la sumisión no dura para siempre, que un día, cuando el dolor y la humillación sean insoportables, como cuando el señorito mató por gusto a la "milana bonita" de Azarías, acabarán colgando de una encina, porque en las novelas, como os digo, en "Los santos inocentes" está la respuesta a muchas cosas.
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