Cuando hace unos años me vi preso en la trampa de las
preferentes tuve claro que, para mí, iba a ser tan importante como recuperar el
dinero que me habían estafado, incluso más, que los responsables de ese saqueo
a gente como yo o más necesitada que yo, a quienes les habían quitado los
ahorros de toda una vida, acabasen pagando por lo que hicieron. Me quedé con
las ganas de que los empleados que, como en mi caso traicionasen la confianza
de sus clientes de toda la vida, que no todos, pero sí la mayoría sabían lo que
hacían, pero, a cambio, se está cumpliendo aquel deseo que expresé al director
de mi sucursal de Cajamadrid, ya Bankia, de que Blesa y, especialmente Rato,
acabasen en la cárcel.
De sobra sé que la condena que ayer ratificó el supremo al
autor del "milagro" económico de Aznar, a quien traicionó el apoyo de
los partidos mayoritarios del Congreso, haciendo un mutis por el foro aún por
explicar en el FMI, no tiene que ver con las preferentes, aunque sí corrobora
el descaro con el que Rato y sus vocales y consejeros se pagaban los caprichos
a costa de los accionistas y clientes de una entidad que ya estaba en el
sumidero.
A Rato aún le queda mucho por pasar. Le queda por pasar todo
eso que Miguel Blesa su antecesor y, como él, amigo de Aznar, borró de su mente
y su futuro con una escopeta de caza. Le queda mucho por pasar y os aseguro
que, pensando en toda esa gente que se ha muerto sin poder disfrutar de sus
ahorros o dejárselos a sus hijos, no siento la más mínima pena por él, por este
personaje tan altivo y soberbio, al que, como a Trump, nada le ha costado lo
que ha sido, porque no ha sido más que un afortunado heredero que, en un
momento dado, opté por la política y cuyo pasado, el de su fortuna, está como
el del fantoche que ocupa la Casa Blanca, está lleno de irregularidades,
irregularidades que llevaron a su padre y a su hermano a prisión, directamente
desde la boda de unos amigos, en tiempos del dictador Franco, que saldrá del
Valle de los Caídos coincidiendo en el tiempo con su entrada en prisión.
Recuerdo a Rodrigo Rato en los pasillos del Congreso, en los
tiempos en que Felipe González estaba en la Moncloa y recuerdo que no me gustó
ni me gustó la gente que por entonces le rodeaba y le reía las bromas. Supongo
que ahora los echará de menos, porque esas amistades, esa gente que te ríe las
ocurrencias, te sonríe y presume de conocerte, desaparece de tu lado en cuanto
caes en desgracia y la de Rato es una desgracia muy profunda. Se me hace
difícil imaginarle en le prisión, en medio de la terrible rutina de días todos iguales,
con la cantidad de dinero que puede manejar limitada, esperando una
comunicación o una llamada a juicio o a declarar para salir de los muros de la
prisión. Le va a ser muy duro y muy difícil de soportar.
A lo mejor, a él, acostumbrado al buen corte de los trajes,
a los tejidos ingleses le va a costar hacerse al chándal y a ver reducido su
hábitat a unos pocos metros cuadrados, un patio y unos espacios comunes.
Supongo que leerá y quizá escuche la radio, para comprobar cómo, poco a poco,
su nombre se ira borrando como se borraría escrito en la arena de una playa. Y
será duro, muy duro, como ya lo fue soportar esa mano del policía en la nuca,
un gesto protocolizado en el traslado de detenidos y que tiene como fin impedir
que el conducido se golpee la cabeza al entrar en el coche.
Supongo que, como ocurre con todo aquel que ha tenido poder,
dinero o influencia, al entrar en la prisión se verá rodeado de gente
dispuesta a enseñarle a vivir en ella, a "protegerle" y, quizá lo más
importante, a darle conversación, a sentirse persona.
De momento, a Rato le esperan unos cuantos meses, quizá un
año o más por cumplir y digo "de momento", porque aún le quedan
juicios por pasar y las penas que le piden en ellos son aún más duras. Sólo
espero que en el tiempo que pase en prisión no tenga que coincidir con ningún
afectado por alguno de los desmanes que propició en Bankia. Allí dentro, mucha
gente pierde la esperanza y el norte y quien lo da todo por perdido es capaz de
cualquier cosa.
Me temo que Rato, el del bañador amarillo, tiene el futuro
muy negro.
1 comentario:
Interesante ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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