Un hermoso y triste poema de Jaime Gil de Biedma,
"Triste Historia", que hoy mismo he recordado "De todas las
historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque
termina mal." os aseguro que nada deseo con más ahínco que quitarle le
razón a tan gran poeta, pero, en este país, hay quien
parece empeñado en dársela una y otra vez.
Cuando hace poco más de un año Carles Puigdemont proclamó su
efímera república, lo hizo acojonado por la fuerza del monstruo de miles de
cabezas enfervorizdas que él mismo, con los suyos había puesto allí, un
monstruo alimentado de mentiras, deseoso de conocer esa Europa que acogería
Cataluña como nación, que hablaría un día con voz y voto ante la Asamblea de
Naciones Unidas, un monstruo rico y culto, mucho más rico y culto que todos
esos andaluces y extremeños a los que pagan las facturas, pero que al final se
ve inmerso en una pesada digestión, de la que lo más que ha sacado es algún regüeldo,
consecuencia del mucho aire, del humo, que contenían.
Se acojonó Puigdemont y tardó apenas diez segundos en
suspender la república de humo que acababa de proclamar, asustado ante las
acusaciones de cobardía que le llegaban del monstruo y la suspendió también por
cobardía, porque necesitaba tiempo, porque en lo único en que pensaba era en la
huida, en dejar a sus compañeros de aventura colgados de la brocha, mientras
él, con sus escoltas de confianza cruzaba la frontera caminos de Marsella,
desde donde volaría a Bruselas, donde le esperaban los mimos y atenciones de un
partido de la ultraderecha flamenca, el único que, como hemos podido comprobar
en una reciente entrevista televisiva, se tomó en serio su martirio.
Puigdemont dejó solos a los catalanes en la calle y a los
compañeros con quienes no quiso compartir su plan de fuga solos ante el juez y
desde entonces en prisión. El mismo tiempo que ellos llevan entre rejas lo ha
consumido él en preocuparse por sus estatus, su vivienda y su sueldo, nada más.
De haber sentido el más mínimo interés por el bienestar de los catalanes,
hubiese dejado las manos libres a los suyos para trabajar por ellos y sus
problemas. Pero no, porque la única tarea que parece autorizarles es la de
escribir cada día, cada fecha de esas que señalan en rojo en el calendario, un
"continuará" más, un continuará que se escribe a costa de la riqueza,
la tranquilidad, el bienestar y el futuro de todos los catalanes, los que le
creen y los que no.
Ayer, Joaquim Torra, como hizo su "padrino" hace
un año, volvió a acojonarse, volvió a asustarse ante el monstruo aquel, al que
habían vuelto a dar cuerda y que se había despertado para negar la libertad y
las calles a quien no viste de amarillo y estrellas. Volvió a asustarse,
porque, como cabía esperar, no puede dejar al perro sin cadena y esperar que el
perro tenga la responsabilidad que le falta al amo. Se acojonó porque al perro
enfurecido hubo que dominarlo a palos, acojonado porque a él, que no tiene el
aura de la santidad como el huido y le enseño los dientes, el perro le
enseñó los dientes.
Por eso, cuando el lunes, primero de octubre, pidió al perro
que enseñase los dientes sintió sus canillas amenazadas y por eso decidió
doblar la ración que ponía en su plato, tratando de calmarlo con su ultimátum a
Sánchez, un ultimátum imposible, porque imposible es la reacción de Torra ante
la lógica negativa de Sánchez a sus pretensiones.
Torra demostró su cobardía y, al tiempo, sus delirios de
grandeza, la misma que llevó a Puigdemont al cómodo martirio de convertirse en
un exiliado sin estatus, pero de lujo.
1 comentario:
Muy interesante ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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