viernes, 5 de octubre de 2018

EL BICHO QUE PICÓ AL JUEZ


En ocasiones los planetas se alinean en circunstancias caprichosa, para dar lugar, para bien o para mal, a fenómenos extraordinarios que aaban por alterar el orden o el desorden de las cosas. Una de esas alineaciones e produjo hace días en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº 7 de Madrid cuando, por error, al concluir la sesión del juicio que se sigue por una denuncia de malos tratos psicológicas, que también lo son, contra el empresario Josué Reyzabal, quedó conectado el sistema de videograbación de la sala, registrando la bochornosa conversación mantenida entre el juez, Francisco Martínez Derqui, la fiscal del caso y la letrada del juzgado, conversación en la que se hablaba con desprecio de la víctima de los malos tratos, se la insultaba y, en cierto modo, se adelantaba un juicio sobre el caso.
El error que supuso dejar encendidas cámaras y micrófonos, se agrandó al entregar esa grabación, que obra como acta de la sesión, a las partes personadas, incluida la de la víctima, sin haberla revisado. La conjunción planetaria de la que os hablo permitió que el  abogado de la víctima conociese cual era la opinión que el juez Derqui tenía de su cliente y la intención expresada en ella de quitarle la custodia de los dos hijos de corta edad del matrimonio. No sabía la administración de justicia, ciega por definición, que estaba poniendo en manos de la víctima una poderos prueba para la recusación, a estas horas ya conseguida del juez, la fiscal y la letrada, sorprendidos en animada conversación en el estrado de la "sacrosanta" sala de vistas, vistiendo las togas que, se supone, les revisten de autoridad, imparcialidad y responsabilidad, por un equipo que no debería estar encendido.
De paso, el DVD de marras nos ha permitido comprobar otra vez el corporativismo de la judicatura que, salvo honrosas excepciones como la del ministro del Interior Grande Marlasca, juez de carrera, han preferido dar por no escuchadas las terribles palabras de su compañero, mientras denigraba a quien había acudido a la justicia pidiendo auxilio para poner fin al infierno en que vive con sus hijos.
También nos ha permitido, de paso, encontrar explicación a tanta sentencia como se dicta que a los ciudadanos de a pie como nosotros nos ponen los pelos de punta por inexplicables. Sentencias y autos judiciales por los que dan y se quitan custodias, se retiran o se niegan órdenes de alejamiento o de protección, se consiente el impago de pensiones alimenticias o se establecen regímenes de visitas a los hijos que, a favor del maltratador, suponen un peligro cierto que, muchas, demasiadas, lleva a la muerte de los menores.
Desde que ayer se difundió el lamentable episodio del que debería ser Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº 7 de Madrid, no he dejado de escuchar que la conversación del juez con la fiscal y la letrada, pese a haber tenido lugar donde, cuando y como tuvo lugar, es una conversación privada y yo, como Mamen Mendizabal, me pregunto que sería, de mí, de ella o de cualquier otro periodista de un medio de comunicación, de haber salido "al aire" una conversación suya, como esa o parecida, mantenida mientras creía que los micrófonos estaban cerrados.
También y no menos he escuchado comentarios sobre la necesidad de formar a los jueces en este tipo de asuntos y pienso que no es formación lo que se necesita sino selección, porque me temo que jueces como Francisco Martínez Derqui, no cambiarían mucho con una formación exquisita en materia de género, porque sus prejuicios machistas y clasistas están ahí, porque de sus palabras podemos llegar a entender que ven a la modelo María Sanjuan, la víctima, como una mujer agraciada, dispuesta a sacar todo lo que pueda del hombre que, cegado por sus encantos, se casó con ella.
Lo peor es que el juez parece haberse pasado por el forro de la toga todos los informes policiales y médicos, incluso las decisiones tomadas por su colega del juzgado nº 3, que confirman los malos tratos psicológicos, las amenazas y todas esas perrerías que no dejan cardenales, pero sí huellas profundas a las que Reyzabal sometió a su esposa. Todo porque una mujer, para algunos jueces y fiscales, hombres y mujeres, una mujer tiene que llegar medio muerta al juzgado para ser creída
El juez Martinez Derqui llamó "bicho" a María Sanjuan, lo que no sabía es que ese "bicho", la palabra no María, acabaría picándolo, como aquel del tren, poniéndole y no para bien, en boca de todos.

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