Tomo el título del de la versión española de la magnífica
película de Billy Wilder, porque, como los protagonistas en la pantalla se
disfrazan de mujer para huir de los mafiosos que causan una matanza en el club en
que trabajan, Pablo Casado se disfraza de rojo y amarillo, en volviéndose en la
bandera, para huir de quienes, también con banderas y "patriotismo",
le persiguen en las encuestas.
Con Casado, el PP ha pasado del "virgencita, que me
quede como estoy", de Rajoy a la más que
desconcertante estrategia de Casado y su escudero, Teodoro García, que
hablan de todo y en cualquier parte, que lo mismo se fotografían dando la mano
a emigrantes recién rescatados de la patera en que viajaban que premian con su
visita a las vallas de Ceuta o Melilla, fotografía incluida, para premiar a los
guardias y policías que las custodian.
Casado nunca ha sido, no lo olvidemos, más que un
propagandista del PP, un protegido de José María Aznar y Esperanza Aguirre,
como lo fue y al mismo tiempo Santiago Abascal, hoy líder del partido de ultraderecha
VOX, quien, como dice la letrilla del boticario, gasta pistola. Pero Casado,
siempre activo y sonriendo, tenía prisa o huía hacia adelante cuando,
investigado y a punto de ser enviado al Supremo, salto sin red en el torrente
de las primarias populares y, con menos votos que Soraya Sáez de Santamaría,
gestiono el odio a la vicepresidenta de Rajoy, haciéndose con la presidencia
del PP casi casi por sorpresa.
Desde entonces, como un robot aspirador va de pared en
pared, topando con los rodapiés de las encuestas, lanzando mensajes a veces
contradictorios, pero anatemizando siempre a Pedro Sánchez, queriendo ser más
"malote" que Rivera que, para su desgracia, le toma a veces la delantera
en las encuestas y en la calle. Sabe bien que no puede perder el paso, el
impulso que le dieron su triunfo en las primarias, primero, y la maloliente
decisión del Supremo que no llegó a imputarle por las mismas causas que lo
fueron en la justicia ordinaria cuatro compañeras de ese máster que, como él,
recibieron sin asistir a clase, como regalo interesado y, por eso, como el
falso chino de los platos de los circos de mi infancia, mueve continuamente las
cañas de la prensa para que los platos de su liderazgo, vacío de propuestas
mínimamente serias no acaben en el suelo hechos añicos.
A o más que había llegado Pablo Casado en el PP de Rajoy fue
a vicesecretario de comunicación y se ve que sigue pensando únicamente en eso
en tertulias, en entrevistas, en titulares y en portadas. Por eso, sin el menor
rubor, ha pretendido dedicar un pleno monográfico del somnoliento Senado que su
partido controla a pedir explicaciones a Pedro Sánchez, doctor Sánchez le
llaman con rechufla, sobe su tesis doctoral, el que, si tan siquiera ha
mostrado sus trabajos del máster más allá de las portadas, sin dar oportunidad
de someterlos al más mínimo análisis hecho con seriedad.
Quiere acabar Casado con quien preside el gobierno de la
razón a costa de su tesis doctoral, del mismo modo que quiere acabar con la
ministra de Justicia por una sobremesa poco edificante que, cuando sólo era una
fiscal en la Audiencia Nacional con el comisario Villarejo, mientras la
diputada popular Beatriz Escudero se enzarzó en una bronca monumental con el
diputado de ERC Gabriel Rufián, a propósito de la "bandera del
pollo", la franquista del águila. que la diputada del PP no supo o no
quiso identificar, diciendo que es la de todos los españoles, del mismo modo
que no supo interpretar que un palmero o una palmera es quien, como en el
flamenco da palmas y jalea en el escenario a la figura solista. Y eso,
precisamente, es lo que la vice presidenta de la comisión en la que comparecía
Álvarez Cascos, el mudito de la película que no dijo de mu sobre la
financiación de su ex partido.
La señora Escudero, por un quítame allá ese pollo de la
bandera se encendió y llamó imbécil a Rufián, para, después, intentar convertir
el rifirrafe en un ataque machista contra ella.
Ay las banderas, cuantas iniquidades se han cometido, se
comenten y se cometerán en su nombre. En el PP, en Ciudadanos y en VOX lo saben
bien, Por eso las sacan a pasear en cuanto pueden. Por eso, ayer mismo, Casado,
pidió a los suyos que llenasen los balcones con banderas, ahora que las del
"a por ellos es están ajando, decoloradas por el sol, y el tiempo. Y lo
hizo sin darse cuenta de que la alianza soberanista en el Parlament de
Cataluña, como las banderas, también se deshilacha.
Casado, cegado por los "inputs" de sus ocurrencias
en la red y en los telediarios, ha decidido volver a lo seguro y marchar por la
vida, otra vez, con la bandera y a lo loco.
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