miércoles, 10 de octubre de 2018

CON BANDERAS Y A LO LOCO


Tomo el título del de la versión española de la magnífica película de Billy Wilder, porque, como los protagonistas en la pantalla se disfrazan de mujer para huir de los mafiosos que causan una matanza en el club en que trabajan, Pablo Casado se disfraza de rojo y amarillo, en volviéndose en la bandera, para huir de quienes, también con banderas y "patriotismo", le persiguen en las encuestas.
Con Casado, el PP ha pasado del "virgencita, que me quede como estoy", de Rajoy a la más que  desconcertante estrategia de Casado y su escudero, Teodoro García, que hablan de todo y en cualquier parte, que lo mismo se fotografían dando la mano a emigrantes recién rescatados de la patera en que viajaban que premian con su visita a las vallas de Ceuta o Melilla, fotografía incluida, para premiar a los guardias y policías que las custodian.
Casado nunca ha sido, no lo olvidemos, más que un propagandista del PP, un protegido de José María Aznar y Esperanza Aguirre, como lo fue y al mismo tiempo Santiago Abascal, hoy líder del partido de ultraderecha VOX, quien, como dice la letrilla del boticario, gasta pistola. Pero Casado, siempre activo y sonriendo, tenía prisa o huía hacia adelante cuando, investigado y a punto de ser enviado al Supremo, salto sin red en el torrente de las primarias populares y, con menos votos que Soraya Sáez de Santamaría, gestiono el odio a la vicepresidenta de Rajoy, haciéndose con la presidencia del PP casi casi por sorpresa.
Desde entonces, como un robot aspirador va de pared en pared, topando con los rodapiés de las encuestas, lanzando mensajes a veces contradictorios, pero anatemizando siempre a Pedro Sánchez, queriendo ser más "malote" que Rivera que, para su desgracia, le toma a veces la delantera en las encuestas y en la calle. Sabe bien que no puede perder el paso, el impulso que le dieron su triunfo en las primarias, primero, y la maloliente decisión del Supremo que no llegó a imputarle por las mismas causas que lo fueron en la justicia ordinaria cuatro compañeras de ese máster que, como él, recibieron sin asistir a clase, como regalo interesado y, por eso, como el falso chino de los platos de los circos de mi infancia, mueve continuamente las cañas de la prensa para que los platos de su liderazgo, vacío de propuestas mínimamente serias no acaben en el suelo hechos añicos.
A o más que había llegado Pablo Casado en el PP de Rajoy fue a vicesecretario de comunicación y se ve que sigue pensando únicamente en eso en tertulias, en entrevistas, en titulares y en portadas. Por eso, sin el menor rubor, ha pretendido dedicar un pleno monográfico del somnoliento Senado que su partido controla a pedir explicaciones a Pedro Sánchez, doctor Sánchez le llaman con rechufla, sobe su tesis doctoral, el que, si tan siquiera ha mostrado sus trabajos del máster más allá de las portadas, sin dar oportunidad de someterlos al más mínimo análisis hecho con seriedad.
Quiere acabar Casado con quien preside el gobierno de la razón a costa de su tesis doctoral, del mismo modo que quiere acabar con la ministra de Justicia por una sobremesa poco edificante que, cuando sólo era una fiscal en la Audiencia Nacional con el comisario Villarejo, mientras la diputada popular Beatriz Escudero se enzarzó en una bronca monumental con el diputado de ERC Gabriel Rufián, a propósito de la "bandera del pollo", la franquista del águila. que la diputada del PP no supo o no quiso identificar, diciendo que es la de todos los españoles, del mismo modo que no supo interpretar que un palmero o una palmera es quien, como en el flamenco da palmas y jalea en el escenario a la figura solista. Y eso, precisamente, es lo que la vice presidenta de la comisión en la que comparecía Álvarez Cascos, el mudito de la película que no dijo de mu sobre la financiación de su ex partido.
La señora Escudero, por un quítame allá ese pollo de la bandera se encendió y llamó imbécil a Rufián, para, después, intentar convertir el rifirrafe en un ataque machista contra ella.
Ay las banderas, cuantas iniquidades se han cometido, se comenten y se cometerán en su nombre. En el PP, en Ciudadanos y en VOX lo saben bien, Por eso las sacan a pasear en cuanto pueden. Por eso, ayer mismo, Casado, pidió a los suyos que llenasen los balcones con banderas, ahora que las del "a por ellos es están ajando, decoloradas por el sol, y el tiempo. Y lo hizo sin darse cuenta de que la alianza soberanista en el Parlament de Cataluña, como las banderas, también se deshilacha.
Casado, cegado por los "inputs" de sus ocurrencias en la red y en los telediarios, ha decidido volver a lo seguro y marchar por la vida, otra vez, con la bandera y a lo loco.

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