Se acostumbra a representar a la Justicia con los ojos
vendados y una balanza en su mano izquierda, mientras una espada ocupa la
derecha, bien en repaso, bien en alto. De sobra sabemos, de haberlo escuchado
tantas veces que la venda representa la equidad de la justicia que, para no
inclinarse por ninguna de las partes juzgadas, venda sus ojos. Se trata sin
duda de una bienintencionada iconografía, aunque cargada por el diablo, porque
nada más fácil para quien quiera manifestar su descontento con jueces y tribunales
que levantar total o parcialmente la venda que la ciega.
Uno, simple como es, tiende a pensar que nada es más fácil
que aplicar las leyes, porque suelen estar escritas, corregidas y reformadas.
Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa, y por ello los hombres han decidido
interponerse entre las leyes que se han dado y su aplicación, dándose jueces y
tribunales para interpretarlas y dar y quitar la razón a quien a ellos acude,
impartiendo, imponiendo, sentencias que, por más que se ajusten a derecho, a
veces son justas y a veces no.
El jueves de la semana pasada, aquí en España, el Tribunal
Supremo dictó sentencia a propósito de quién debe hacerse cargo de los
impuestos que conlleva la tramitación de las hipotecas. Su decisión, que los
pague quien obliga al cliente a registrar la hipoteca ante un notario y se
sirve de ese registro para ejecutar en su día lo firmado, no siempre
conscientemente, por su cliente. Nada más lógico que quien saca ventaja corra
con los gastos y, sin embargo, esa sentencia que supuso un alivio para tantos y
tantos ciudadanos castigados por la crisis que podrían recuperar los cerca de
dos mil euros de ese impuesto que les fue cobrado indebidamente, se va a
revisar hoy, porque al presidente de la sala que la dictó le han asustado sus
consecuencias en la banca que el mismo día que se hizo pública comenzó a bajar
en bolsa, hasta que hoy, después del anuncio de la revisión, ha vuelto a
recuperarse.
Las consecuencias de lo sucedido y lo que acabará por suceder
apenas las notará el ciudadano, porque los bancos tienen la "sana"
costumbre de no perder nunca, ya que acaba repercutiendo sus gastos en los
clientes y el importe de ese impuesto recuperado por los hipotecados volvería a
cargarse antes o después en los gastos y comisiones de la formalización de las
nuevas hipotecas. Lo malo son las consecuencias que acabarán pagando en
desprestigio la justicia que una vez más salva el culo de los poderosos a costa
de los débiles, guiñándole un ojo a su imparcialidad, y los viejos partidos
políticos que, con demasiados de sus culos en las poltronas de los consejos de
administración de los bancos y sus empresas participadas, guardan un
sospechoso, cuando no cómplice, silencio sobre el asunto.
Yo, que no soy uno de los afectados por la decisión, sea
cual sea, del Supremo, amanezco hoy un poco más descreído que ayer, entre otras
cosas porque quien sabe habla de un aunque de cuernos del presidente de la sala
que, al parecer y pese a que dio su visto bueno para la admisión a trámite del
recurso que ha dado lugar al fallo, se ha sentido traicionado por no haber sido
informado previamente del fallo, estaba ausente, y, por eso, en cuento lo
conoció, dicen que por la prensa, hizo el aspaviento de convocar el pleno de
hoy y la emisión de una nota que ha dejado en la mayor de las inseguridades a
quienes pensaban suscribir hoy una hipoteca.
Tal parece que, por el ataque de cuernos que os digo o
porque se ha dejado presionar por alguien, el presidente de la sala pretende
rectificar el fallo, pensando quizá más en los perjuicios para la banca que en
el ciudadano común y corriente y en la misma imagen de la Justicia, a la que
está dejando como un monigote, como un espantajo, sometida a las burlas y las
iras de los ciudadanos que, con cierta razón, piensa ahora que la Justicia no
es tan ciega como la pintan.
1 comentario:
Ciertamente bien analizado ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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