Quienes paseamos habitualmente el centro de Madrid llevamos
casi dos semanas montones de armatostes metálicos, parecen somieres, apilados
en las aceras, junto al señorial y decadente Hotel Palace, ocupando las aceras
en la estrecha calle del Prado, como si de una especie de mudanza perenne se tratase,
de no ser porque, junto a ellos, policías antidisturbios, mal encarados,
aburridos y cansados, custodian tanto hierro, destinado a separar, aún más si
cabe, al pueblo de sus representantes.
Sé perfectamente, como lo sabe ya todo el mundo, que los
"somieres" apilados en las calles que rodean el entorno del Congreso
de los Diputados están dispuestos para aislarlo, mañana día 25, de quienes pretenden
"tomarlo", no a caballo como Pavía, con una guerra civil como Franco
o en autobús como Tejero, sino de manera simbólica, pacíficamente y desde la
calle.
Que conste que entiendo que el Congreso de los Diputados,
como cualquier sede parlamentaria en un estado democrático, goce de un estatus
especial que evite que pueda quedar "secuestrado" y que sus
decisiones se tomen bajo la presión, por muy legítima que sea en ese momento,
de la calle. Y basta, para entender esto, con pensar en un pleno reunido para
votar una ley que regule el derecho de la mujer a decidir sobre la interrupción
de su embarazo, rodeado por millares de ciudadanos convocados -no seré yo quien
diga acarreados- por los obispos.
Está claro que, de cara a la jornada de mañana, el ambiente
en Madrid está enrarecido. Y lo está porque, de todas las estrategias
policiales posibles para tratar de controlar algo como la convocatoria prevista
para las próximas horas, el Gobierno ha escogido la más peligrosa, la del acoso
y el miedo. Y esa estrategia, se sabe, no lleva más que a hacer de los
detenidos mártires, a cargar de razón a quienes ya no creen en el sistema y a radicalizar
cualquier concentración que pueda producirse mañana.
Eso, siendo bienintencionado y pensando que lo que ha movido
a Interior es sólo el autoritarismo y la torpeza, porque me temo que lo que
pretende, en una arriesgada carambola, es radicalizar el 25-S, para desactivar
el adormecido 15-M, ya que uno y otro se nutren de las mismas bases.
No sé qué piensa un diputado cuando, cada día, para cumplir
con su deber como representante de los ciudadanos, tiene que pasar entre
montones de vallas, apiladas o desplegadas, identificándose ante los policías
que le piden la documentación y les "protegen" y aíslan de sus
votantes. Yo, desde luego, me sentiría muy mal y haría todo lo posible para
tratar, precisamente mañana, de hacerme más cercano a quien represento, para
que los ciudadanos no crean que son vendedores de enciclopedias que, una vez
"colocadas", se olvidan del "cliente", salvo para cobrar
las correspondientes mensualidades.
Mañana, el Parlamento, de alguna manera, se la juega. Mañana
debe decidir si está con los ciudadanos por muy cabreados que estén o se aísla
de ellos y se esconde en su concha de "somieres" hasta que salga el
sol de la prosperidad y se pueda ganar su favor con promesas tan disparatadas
como caras y mensajes simples que adormezcan lo que quede en la memoria
colectiva de esto tan terrible por lo que estamos pasando.
Si no salen al encuentro de los ciudadanos, tenemos todo el
derecho a pensar que están asustados. Y el miedo, sus señorías, no da buenos consejos
y, si hablamos de la desconfianza que ahora sienten los ciudadanos, aún menos.
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1 comentario:
No representan a los ciudadanos, representan a su partido y su disciplina obliga. Y sí. Se aislarán de nosotros los ciudadanos hasta que salga ese sol de la prosperidad y puedan volver a tener ingresos y con ellos se puedan volver a pagar “cosas”, o no. Aunque su gestión siga dejando tanto que desear como antes de la recesión.
Un saludo.
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