Que conste que esto que escribo lo escribo con temor y con
prudencia, porque tengo más que claro que ponerle peros a la democracia es
darle armas a sus enemigos. Sin embargo, resulta evidente que el sistema cada
vez está más infiltrado por quienes lo retuercen en beneficio propio llevándolo
a situaciones como la española, en la que un gobierno legal y legítimamente
constituido se sirve de los votos recibidos a cambio de un programa y unas
promesas determinadas para desmantelar todo lo que, entre todos, hemos logrado
a lo largo de décadas de lucha y esfuerzos.
Este gobierno está llevándonos atados de pies y manos con la
soga que nosotros mismos hemos tejido a niveles de pobreza y de desamparo
social claramente prodemocráticos. Nos están quitando lo que tenemos por
derecho para dárnoslo, y no siempre, por caridad. Sin ir más lejos, la número
dos de este partido que nos gobierna pretende cobrar más de seis mil euros a
las inmigrantes sin papeles y añado sin recursos, por parir en la sanidad
pública.
Están robándonos lo que, con nuestros impuestos y nuestras
cotizaciones, llevamos pagando desde hace décadas, mientras su generosidad no
tiene límites para los grandes defraudadores, los banqueros apandadores, las
grandes empresas y las no menos grandes fortunas. Están permitiendo que se deje
en la calle a familias enteras y, mientras, no parecen dispuestos a castigar a
los banqueros que estafaron a sus clientes ni, mucho menos, a obligarles a
devolver el botín que se han llevado en pensiones de escándalo y en blindajes e
indemnizaciones propias de "los cuarenta ladrones".
Está pasando todo esto sin que podamos hacer nada. La
democracia no parece tener mecanismos para defenderse de estos gobiernos
mutantes a los que el poder, como a los gremlims el agua, transforma en
monstruos crueles e insaciables. Alguien debería repensar esta democracia, si
es que realmente lo es, para darnos una salida ante tamaña desvergüenza.
Pero no es España el único ejemplo de democracia tarada. No
hay más que mirar a Latinoamérica para ver como el populismo se está instalando
en países con problemas. Ese populismo del que han nacido todos los fascismos y
que se está instalando allá de la mano del chavismo y el peronismo.
El mecanismo es siempre el mismo: pescar en el río revuelto
de las crisis económicas -Hitler señaló el camino a seguir- del que han nacido
y siguen naciendo todos los fascismos. Se hurga en los más bajos instintos de
las víctimas de esas crisis, se identifica a falsos culpables, judíos,
extranjeros, etc. y, mientras la sociedad embobada mira hacia ellos, se le
promete el paraíso a cambio del rigor.
Cuando , ya instalados en el poder, a cambio de acaramelados
subsidios, de arbitrarias caridades y beneficencias, renuevan sus mayorías,
aunque comienza a vérseles el molesto plumero de que, mientras a los
gobernantes y sus amigos les va cada vez mejor, al pueblo le va igual o peor...
cuando esto ocurre, llega el momento de las reformas constitucionales, llega el
momento del cesarismo, por más que el césar unas veces lleve uniforme o
patrióticos chándales de colores o está bien relleno de siliconas y carmines y obtenga, como obtuvo anoche, la respuesta indignada de la gente decente.
Aquí no hemos llegado a esos externos, pero si no
despertamos, si no creamos mecanismos para defender nuestra imperfecta
democracia, corremos el peligro de que una Esperanza Aguirre -es la que apunta
más maneras- o quien sea, consiga hipnotizar al electorado para llevárselo con
un té y una flauta por el camino de la FASCInación populista.
Ah, y si hay que buscar culpables del adormecimiento de las
conciencias, yo os señalo uno: la prensa que dejó de pensar en sus lectores,
para mirar cada vez más al poder y a los bancos y las sociedades que
financiasen sus delirios de grandeza.
Que no nos pase nada. De momento mañana, con nuestra presencia en la marcha sobre Madrid, podemos intentar
tener nuestra propia diada.
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