Vaya por delante que es así como se dice y se escribe. Vaya
por delante que ese "palabro" que tanto escuchamos ahora en boca de
políticos y periodistas, "condicionalidad", no está en el Diccionario
de la Real Academia Española y, con un poco de suerte, si dejamos de
repetirlas, sin pensar, como papagayos, ésta y otras aberraciones parecidas
nunca ocuparán el sitio que no merecen en el diccionario.
Y, aclarado esto, vayamos a la causa de esta reflexión, esas
condiciones que éste gobierno, elegido bajo la condición de que cumpliese su
programa, está aceptando de Angela Merkel, del Bundesbank, del BCE, de
personajes de tan dudosa catadura, oscuro pasado e inquietante presente, como
Sheldon Adelson, que quiere convertir la Comunidad de Madrid en un enorme
prostíbulo con tragaperras, mesas de ruleta, libre, eso sí, de los
"dañinos" sindicatos, o, también, ahora lo sabemos las de los no menos,
oscuras, inquietantes y de dudosa catadura que han conseguido que el mismo
Gobierno que recorta salarios, prestaciones y derechos, aumente en un 30% el
presupuesto de Defensa, para hacer frente a los compromisos adquiridos.
Les extrañará y, probablemente, les duela escuchar eso de
"le llaman democracia y no lo es". Pero, mirándolo con serena
objetividad, no hay otra. Por qué se empeñan en llamar democracia a un sistema
que incumple sistemáticamente sus reglas, por qué cualquiera sin jurisdicción
ni legitimidad en este país puede alterar sus reglas y, sin embargo, a quien
ostenta, y por definición, la soberanía, a quien refrenda con su voto el
compromiso que supone o, mejor dicho, debería suponer un programa electoral
para quien accede al gobierno con él debajo del brazo.
Parece que este gobierno tiene oídos para todos los primeros
y no los tiene para ese último, el pueblo soberano, que es para quien
únicamente debería tenerlos. No sé qué va a pasar ni cuál va a ser la solución
que, quienes de verdad creemos en la democracia, vamos a encontrar para que no
vuelva a pasar esto, para que, realmente, cada uno de los diputados o
concejales que elegimos, porque ellos no "salen" elegidos, somos
nosotros los que les elegimos, pongan su trabajo, su sabiduría, su sentido
común y su sensibilidad al servicio de nosotros, sus electores.
Pero todo esto quizá sólo sea un sueño. De momento, lo que
tenemos es que quien a nuestras espaldas cierra con un oscuro personaje un no
menos oscuro acuerdo del que aún desconocemos las no menos oscuras
consecuencias que tendrá para nuestros derechos, nuestro bolsillo y nuestro
futuro, no sólo hace lo que hace a nuestras espaldas, sino que lo niega cuando
sale a la luz para, en menos de cuarenta y ocho horas, reconocerlo y anunciarlo
a bombo y platillo. Lo que no sabemos, ni sabremos hasta que caigan sobre
nosotros, son las condiciones para ese acuerdo.
Pasa otro tanto con las condiciones en que Europa, la Europa
hermana que soñamos que ahora se ha vuelto no sé si madrastra o institutriz,
nos dará la ayuda que necesitamos para salir de la crisis consentida o
provocada, tampoco eso lo sé, en la que estamos. Lo que os aseguro es que esas
condiciones nos van a pesar y van a pesar a nuestros hijos como una losa.
Nuestros hijos a los que enseñamos que si se esforzaban estudiando y trabajando
serían felices, aunque no les enseñamos que, tendrían que aprender a serlo en
alemán.
Condiciones, condiciones que se sobreponen siempre a las
únicas condiciones que deberían orientar la labor de los gobernantes de este
país: la decencia, la honradez y el servicio, no ya a España o a sus votantes,
sino a todos los españoles.
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