miércoles, 20 de marzo de 2019

LAZOS POR POLÍTICA


Llevamos ya demasiado tiempo pendientes de las "performances", los "numeritos", de la élite independentista catalana que, apoyándose en los partidos extremistas de la derecha "española", como esa derecha se apoya en sus estridencias, para mareando la perdiz de los sentimientos, sacar ventaja sobre quienes realmente quieren ocuparse de la gente sin caer en ese juego estúpido y perverso a la vez, de poner y quitar lazos, en lugar de solucionar los problemas reales de la gente real.
Tanto infantilismo, que en realidad no lo es, me supera. Este "y tú más" en el que se han embarcado PP y Ciudadanos, por un lado, e independentistas, por otro. Estoy seguro de que ni los votantes de los partidos independentistas catalanes ni los que allí y en el resto del España creen premiar con su voto el "coraje" de quienes "tocan las pelotas" al soberanismo y, de paso, a quienes busca la solución desde el diálogo, abriendo una tercera vía que funcionó durante décadas en las relaciones siempre difíciles entre Cataluña y "Madrid".
Lo malo es que esta guerra infantil, esta "guerra de los botones", a que han reducido un conflicto real y mucho más serio, oculta el día a día de los catalanes, el de los hospitales saturados de los parados, el de los colegios, las carreteras y la cesta de la compra. el de los parados y las mujeres maltratadas, el del precio de los alquileres y las calles saturadas de turistas, el de los transportes públicos, el de la falta de los medios para la ciencia y la investigación, el de la falta de cuidados y residencias para los ancianos y todo aquel que no puede valerse por sí mismo, yodo eso, TODO, parece haber quedado en su segundo plano, detrás del magnífico espacio escénico de los lazos y las marchas y concentraciones, diseñado exclusivamente para dejar a unos y otros con la boca abierta, mientras, unos y otros también, se quedan con sus votos y, de paso, con sus carteras.
En este punto conviene y cuánto, recordar de dónde vienen esta guerra de lazos y lo que representa. Conviene volver la vista sobre el desprecio con que el  gobierno de Rajoy trató a Cataluña, espoleado por los buenos resultados electorales que su acoso, boicot al cava y a los embutidos incluido, obtuvo en su guerra contra ese Zapatero "vendepatrias" que osó aceptar y apoyar el estatuto de autonomía que los catalanes se dieron, no sólo con la aprobación del Parlament y el Congreso, sino, además, con la aprobación en referéndum, el último celebrado legalmente, de la gran mayoría de los catalanes, un estatut que el PP llevó a "su" Tribunal Constitucional para darle "un cepillado" que lo dejó más muerto que vivo.
Eso, sin olvidar la huida hacia adelante emprendida por Artur Mas, heredero de Pujol y sus pecados, que, en plena crisis, acosado por lo que se iba sabiendo de la corrupción de la "familia" que gobernó Cataluña durante tres décadas y con una respuesta social a los recortes salvajes, los primeros, que impuso a lo público, con cerco al Parlament incluido, emprendió una huida hacia adelante, que aún dura, yendo de elecciones en elecciones y de referéndum en referéndum, volviendo el panorama político de Cataluña cada vez más oscuro y difícil.
En esas, llegó la CUP como pieza imprescindible para lograr el gobierno y, con ella, la radicalización y la salida del tibio Mas, que dejo su puesto al pirómano Puigdemont que, después de proclamar y suspender la independencia y de lanzar a la gente a una votación ilegal, estúpidamente reprimida por  el nefasto ministro Zoido, ya en un rincón de la Historia, provocando los más graves incidentes que recuerda este país, al margen, claro está y por más que le moleste a la marquesa pija, de los tiros de Tejero en el Congreso y los tanques de Milans en las calles de Valencia.
Vinieron luego las citaciones a los miembros del gobierno catalán responsable de aquello y la huida de Puigdemont a Bruselas, ejemplo claro de por qué podría estar justificada, que en mi opinión no lo estaba, la larga prisión preventiva en la que desde entonces están Junqueras y sus compañeros, excusa para esos lazos amarillos de los que hablamos, que ha acabado reduciéndolo todo a un quítame allá esos lazos, un raca-raca insoportable que todo lo oculta, que todo lo acalla, privándonos del análisis de nuestros verdaderos problemas y, con él, de su solución.

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