Hay partidos políticos que se parecen más a Mercadona, por
ejemplo, que a lo que pretenden ser, organizaciones creadas para transformar la
sociedad en representación de los ciudadanos y creo que, si hemos llegado a
esto, es porque esos ciudadanos, todos nosotros, hemos pasado de ser votantes,
con derechos y conciencia, a ser. como los viajeros de RENFE dónde habrá
quedado aquel "viajeros al tren", meros clientes.
Los partidos nos captan ofreciéndonos unos servicios que las
más de las veces no pueden cumplir, y nosotros hacemos como que les creemos,
como que confiamos en ellos, porque en el muy estudiado proceso que a la hora
de votar lleva a elegir un partido u otro lo hacemos pensando más que en lo que
pueda hacer por nosotros, en que se nos parezca. Quizá por eso, hoy, en política,
más que las ideas y cómo ponerlas en práctica, importan el marketing y la
imagen.
Los partidos se han transformado en empresas con sus
correspondientes consejos de administración todopoderosos, alejados, como en
cualquier empresa, de sus trabajadores, de sus clientes y, por qué no decirlo,
de sus principios. Los partidos políticos, por desgracia, demasiado a menudo
piensan en sus votantes, como piensan muchos fabricantes, como en clientes de
los que, una vez "colocado" su producto, se olvidan, hasta que,
cuatro años después, esos mismos clientes u otros, resignados a ser estafados,
compran su obsoleta mercancía.
Esto, que es habitual en el mundo de la política se hace más
evidente en esos partidos surgidos de arriba a abajo, nacidos de una estructura
poderosa buscando a los electores en logar de hacerlo desde abajo, desde la
ciudadanía, para poner remedio a sus problemas. El ejemplo más claro que me
viene a la memoria es el de Ciudadanos, nacido en Cataluña con la única idea de
defender a los descontentos de la "opresión", de las imposiciones de
la Generalitat en materia de lengua y educación, un partido fundado por
representantes de una izquierda elitista y peculiar que buscaba el voto de
todos aquellos que se sintiesen "perseguidos" que, una vez asentado
en Cataluña, buscó nuevos mercados más allá de Cataluña, como Mercadona, por
ejemplo, adaptando su perfil a un nicho de mercado que tenía ya poco que ver
con sus objetivos fundacionales.
Sin embargo, el crecimiento final no fue el previsto, porque
las "franquicias" abiertas por Ciudadanos en todo el territorio
español no funcionaron y no lo hicieron por causas diversas, especialmente por
la escasa relevancia de sus cabezas de lista, dando lugar a la paradoja de que
"la idea" de Ciudadanos se compraba en las encuestas, pero sin pasar
al final por la caja de las urnas. Una realidad frustrante para su impaciente
líder y para quienes, desde hace tanto tiempo, le apoyan, agazapados en un
misterioso anonimato que, al menos a mí, me intranquiliza.
Quizá por eso, Ciudadanos, como haría cualquier empresa,
cualquier cadena comercial, se ha puesto manos a la obra para reforzar su
presencia en todo el territorio "comprando" aquí y allá
"negocios" en decadencia, para sumarlos a su cadena, reforzando su
presencia allá donde no la tenía. Dicho de otro modo, Ciudadanos ha lanzado su
opa, naturalmente hostil, a partidos ya establecidos, quedándose con la parte
del "negocio" abandonada por estos, buscando en el PP o en el PSOE a
los descontentos de uno u otro partido que, en sus listas, reforzasen su imagen
centrista, como si de la suma de un popular corrupto y un socialista cabreado
surgiesen dos centristas.
La estrategia del partido de Rivera, desarrollada con el
talonario de los escaños en la mano no tenía muchas posibilidades de funcionar,
porque, de alguna manera, suponía el castigo de los fieles del partido, los de
la primera hora, en favor de los "paracaidistas· traídos de aquí y de
allá, del PP y del PSOE, por una dirección enloquecida, consciente de que su
mensaje ya no cala y de que el tiempo se le acaba.
Lo hizo en Castilla y León, fichando peor de lo que ha
fichado Florentino en los últimos años a una Silvia Clemente más que sospechosa
de corrupción, para encabezar su candidatura a la presidencia de la Junta. Con
lo que no contó es con que quien había dedicado años al partido no iba a
tragarse el sapo y que, en contra de lo que suele ser norma en los partidos
presidencialistas, las bases se le iban a rebelar, presentando en las primarias
dispuestas para consagrar a Clemente, una candidatura, no sólo alternativa,
sino, además, ganadora.
A partir de aquí, todo se precipitó. A una Clemente
perdedora se le "dopó" con unas cuantas decenas de votos ficticios con
nocturnidad y alevosía, el escándalo estalló y lo que pretendía ser un éxito se
convirtió en un soberano escándalo.
En Ciudadanos, como en tantos partidos, la dirección,
convertida en consejo de administración, toma sus decisiones y trata de
imponerlas a costa de lo que sea, como si el partido, Ciudadanos, fuese una
sociedad anónima más.
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