No hace mucho, en medio de la súbita depresión que, a mí
como a tantos, me produjo el triunfo de la derecha, en todas sus versiones,
pero siempre auténtica derecha, en las elecciones andaluzas, caí en la cuenta
de que las causas de ese desastre fue la deprimente desmovilización de quienes
más necesitan que la sociedad se transforme y más pueden hacer para
conseguirlo.
Hablándolo con amigos manifesté mi esperanza en que, desde
ese día hasta el de las elecciones que para entonces aún no tenían fecha, esa
movilización perdida se recuperase y el convencimiento de que de venir no
vendría de los partidos de la izquierda, ninguno, ni de los sindicatos,
resignados a la gestión de lo poco que les queda de o que un día fueron, sino
de las mujeres, de esa cita del 8 de marzo que hace un año asombró al mundo y
que este año puede ayudar a acallar euforias y, sobre todo, desactivar tanta
propuesta machista como asoma en los esbozo de programa de quienes quieren
hacerse con el pastel de la derecha.
Es evidente que las mujeres dieron hace un año el primer
paso. imprescindible, para hacer valer su potencial transformador de la
sociedad: se vieron, se reconocieron y se cotaron, lo hicieron en todo el país
y comprobaron que eran mucha y muy valiosas. Quizá por eso aquella misma noche
se tiñeron de morado los telediarios y las portadas de medio mundo, volviendo a
asombrarle, como le asombró aquel 15-M que ya parece amortizado y olvidado.
Este año va a coincidir el que sin duda será otro estallido de identidad
y de fuerza, el de este nuevo ocho de marzo, con el arranque de la precampaña
electoral y dará a las mujeres, odiadas, abusadas, maltratadas, explotadas,
marginadas, despreciadas e ignoradas o minusvaloradas, que, de una manera o de
otra, lo son todas las mujeres, la oportunidad de tomar conciencia de su
situación y de utilizar su voto, el instrumento que la democracia pone en sus
manos para comenzar a transformar la sociedad.
Pues bien, hasta hace un rato, como quien dice, los dos
partidos parlamentarios de la derecha, Partido Popular y Ciudadanos, tenían
decidido parecerse al tercero en discordia, el ultramontano VOX, aún en vías de
serlo, dando protagonismo en sus discursos al machismo más rancio, lleno de
paternalismo antiabortista, de negacionismo de la violencia de género, de
supremacismo machista, de enseñanza segregada a niños y niñas, de lgtbfobia,
apuntando hacia una España de mantilla y rosario, en un giro dramático que ha
asustado a muchos de sus votantes, hasta el punto de hacerles caer en las
encuestas, de Tezanos o no, y colocándoles ante esa España real, dispuesta a
tragar con las cosas de la cartera y no con otras, limitando su feminismo a la
colocación de rostros femeninos en los carteles electorales y poco más.
Precisamente y parece que como castigo, veneno, para mis
esperanzas, dos mujeres, dos cabezas de lista del PP y Ciudadanos han dejado mi
cerebro a punto de licuarse y mi cabeza al borde del estallido. Una es Isabel
Díaz Ayudo, insolente, mentirosa y siempre al borde de la histeria, llenando la
tarde del domingo de falsas acusaciones de persecución a Cristina Cifuentes y a
su partido, disparando contra todo y contra todos, con una verborrea insolente,
ya lo he dicho, y ofensiva, sin respirar entre frase y frase, para no dejar
lugar a la puntualización, menos a la rectificación, por parte de la
entrevistadora y apropiándose del tiempo hasta hacerlo irrespirable,
convertida en un remedo de serie B de la que fue maestra en esa actitud,
Esperanza Aguirre,.
La otra, en la misma actitud, pero con otro tono, en su caso
el del más que aburrido victimismo, es el de Inés Arrimadas, que, después de
haber llorado y poco más, desde su millón de votos en Cataluña, ha decidido
venir al Congreso desde el escaño que ganará en Barcelona, pata ganar, dice, el
gobierno de España para Ciudadanos, más que solos, en compañía de otros y qué
otros. Lo de Arrimadas, esta mañana, ha sido una defensa a manotazos de
acusaciones que no se le estaban haciendo, pero que, a ella, le venían muy bien
como urdimbre para la trama de sus quejas y cultivar el martirologio del que
tanto gustan ella y su jefe de filas.
Esta semana que culminará el viernes 8 en una marea de
manifestaciones en toda España, es mucho lo que está en juego. De momento, cínicamente,
PP y Ciudadanos tratan de cambiar la derrota de su ruta después de leer las
encuestas, pero hay que desconfiar de ellos más que nunca y, más que nadie, las
mujeres porque lo que proponen para ellas y la imagen que de ellas dan es
lamentable.
Aprovechemos la revuelta para reflexionar, midamos nuestras
fuerzas, sobre todo las de ellas, las mujeres, nuestras compañeras y votemos
convencidos de lo que hacemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario