lunes, 4 de marzo de 2019

DE REVUELTAS Y VOTOS


No hace mucho, en medio de la súbita depresión que, a mí como a tantos, me produjo el triunfo de la derecha, en todas sus versiones, pero siempre auténtica derecha, en las elecciones andaluzas, caí en la cuenta de que las causas de ese desastre fue la deprimente desmovilización de quienes más necesitan que la sociedad se transforme y más pueden hacer para conseguirlo.
Hablándolo con amigos manifesté mi esperanza en que, desde ese día hasta el de las elecciones que para entonces aún no tenían fecha, esa movilización perdida se recuperase y el convencimiento de que de venir no vendría de los partidos de la izquierda, ninguno, ni de los sindicatos, resignados a la gestión de lo poco que les queda de o que un día fueron, sino de las mujeres, de esa cita del 8 de marzo que hace un año asombró al mundo y que este año puede ayudar a acallar euforias y, sobre todo, desactivar tanta propuesta machista como asoma en los esbozo de programa de quienes quieren hacerse con el pastel de la derecha.
Es evidente que las mujeres dieron hace un año el primer paso. imprescindible, para hacer valer su potencial transformador de la sociedad: se vieron, se reconocieron y se cotaron, lo hicieron en todo el país y comprobaron que eran mucha y muy valiosas. Quizá por eso aquella misma noche se tiñeron de morado los telediarios y las portadas de medio mundo, volviendo a asombrarle, como le asombró aquel 15-M que ya parece amortizado y olvidado. Este año va a coincidir el que sin duda será otro  estallido de identidad y de fuerza, el de este nuevo ocho de marzo, con el arranque de la precampaña electoral y dará a las mujeres, odiadas, abusadas, maltratadas, explotadas, marginadas, despreciadas e ignoradas o minusvaloradas, que, de una manera o de otra, lo son todas las mujeres, la oportunidad  de tomar conciencia de su situación y de utilizar su voto, el instrumento que la democracia pone en sus manos para comenzar a transformar la sociedad.
Pues bien, hasta hace un rato, como quien dice, los dos partidos parlamentarios de la derecha, Partido Popular y Ciudadanos, tenían decidido parecerse al tercero en discordia, el ultramontano VOX, aún en vías de serlo, dando protagonismo en sus discursos al machismo más rancio, lleno de paternalismo antiabortista, de negacionismo de la violencia de género, de supremacismo machista, de enseñanza segregada a niños y niñas, de lgtbfobia, apuntando hacia una España de mantilla y rosario, en un giro dramático que ha asustado a muchos de sus votantes, hasta el punto de hacerles caer en las encuestas, de Tezanos o no, y colocándoles ante esa España real, dispuesta a tragar con las cosas de la cartera y no con otras, limitando su feminismo a la colocación de rostros femeninos en los carteles electorales y poco más.
Precisamente y parece que como castigo, veneno, para mis esperanzas, dos mujeres, dos cabezas de lista del PP y Ciudadanos han dejado mi cerebro a punto de licuarse y mi cabeza al borde del estallido. Una es Isabel Díaz Ayudo, insolente, mentirosa y siempre al borde de la histeria, llenando la tarde del domingo de falsas acusaciones de persecución a Cristina Cifuentes y a su partido, disparando contra todo y contra todos, con una verborrea insolente, ya lo he dicho, y ofensiva, sin respirar entre frase y frase, para no dejar lugar a la puntualización, menos a la rectificación, por parte de la entrevistadora y apropiándose del tiempo hasta hacerlo irrespirable, convertida en un remedo de serie B de la que fue maestra en esa actitud, Esperanza Aguirre,.
La otra, en la misma actitud, pero con otro tono, en su caso el del más que aburrido victimismo, es el de Inés Arrimadas, que, después de haber llorado y poco más, desde su millón de votos en Cataluña, ha decidido venir al Congreso desde el escaño que ganará en Barcelona, pata ganar, dice, el gobierno de España para Ciudadanos, más que solos, en compañía de otros y qué otros. Lo de Arrimadas, esta mañana, ha sido una defensa a manotazos de acusaciones que no se le estaban haciendo, pero que, a ella, le venían muy bien como urdimbre para la trama de sus quejas y cultivar el martirologio del que tanto gustan ella y su jefe de filas.
Esta semana que culminará el viernes 8 en una marea de manifestaciones en toda España, es mucho lo que está en juego. De momento, cínicamente, PP y Ciudadanos tratan de cambiar la derrota de su ruta después de leer las encuestas, pero hay que desconfiar de ellos más que nunca y, más que nadie, las mujeres porque lo que proponen para ellas y la imagen que de ellas dan es lamentable.
Aprovechemos la revuelta para reflexionar, midamos nuestras fuerzas, sobre todo las de ellas, las mujeres, nuestras compañeras y votemos convencidos de lo que hacemos.

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