Visto lo visto ayer en Supremo, a uno le asiste el derecho a
pensar que el de ser buen anfitrión es uno de los méritos por los que Rajoy
nombraba a sus ministros. Ahí tenemos, por ejemplo, a José Manuel Soria, ministro
que fue de Industria, Turismo y Energía, obsequiado con vacaciones gratis en un
hotel de lujo de la República Dominicana, casualmente propiedad de un
empresario canario beneficiado por alguna que otra decisión del ministro en su
etapa Canaria, propietario de sociedades "offshore” en paraísos fiscales,
y responsable en gran medida del "cacao" de las tarifas eléctricas,
cuyo mayor mérito para ser llamado al gobierno fue haber sido un magnífico
anfitrión en las islas para el ya fallecido padre de Rajoy.
Escuchando ayer las respuestas de Zoido ante el tribunal,
habría que haberse pellizcado una y otra vez para salir del "sueño",
de no haber escuchado ayer a la exvicepresidenta Sáenz de Santamaría que, como
el ex alcalde de Sevilla no vieron, no supieron y no ordenaron nada de lo que
pasó del 26 de septiembre al 1 de octubre del año pasado. Cuál fue entonces el
mérito de Zoido, para llegar a un ministerio tan crucial en momentos tan
cruciales ¿Fue quizás el de haber sido un buen anfitrión como alcalde de
Sevilla en Semana Santa o Feria cuando fue alcalde de Sevilla? Me temo que sí,
que nada más fue ese, porque no se le conocían más méritos que los de
organizar el recorrido de los pasos por las calles de Sevilla y el de ser buen
amigo de sus amigos, como el que nombró director general de Tráfico, al que puso
un pisito en los pabellones de la Guardia Civil y que, en pleno temporal de
nieve y frío, no hizo nada para impedir que centenares de familias quedasen
atrapadas en la autopista, porque estaba en Sevilla viendo el fútbol.
Qué bien. Toda los olores y los colores, la gracia de una
ciudad que se vende por sí misma, llena de imágenes de la virgen, llena de
capillas y capillitas, en la que sacar uno de esos pasos vale, como el carnaval
en Río de Janeiro, por todo un año de desgracias, "vender"
sevillanismo por eficacia y que la gente te crea. Pero, claro, eso, en un
ministerio y más en uno tan indispensable como el que tiene bajo su autoridad
las fuerzas de orden público y más en aquellas fechas tan difíciles, sirve de
poco o nada, como se encargó de demostrar con su gestión o con la falta de
ella.
Asó pasó lo que pasó, así envió a policías y guardias
civiles sin haber preparado un alojamiento digno y seguro para ellos, así
"cayeron" en las tripas del "piolín" para bochorno suyo y
nuestro, así ocurrió que, en aquellos días, pesó más el "a por ellos"
que no presagiaba nada bueno, frente a la eficacia de un despliegue
insuficiente o excesivo, según fuese lo que iban a hacer allí... Así, aquello
acabó como acabó, por la irresponsabilidad de unos, los del "ahora o nunca"
y el "porcojonismo" de otros. Así, para vergüenza de todos, igual que
comenzaron las cargas desmedidas contra personas indefensas por más que, por
cierto, estuviesen tan bien desplegadas, por cierto. Así, del mismo modo que
empezaron se acabaron, después, eso sí, de haber puesto a España en evidencia
ante el mundo y de haber dado a los partidarios de la independencia el mejor de
sus argumentos.
Ayer este ministro, Juan Ignacio Zoido, dio, en su medida,
otro espectáculo bochornoso, el de quien ha tenido bajo su mando a quienes
tienen el ejercicio legítimo de la violencia, balbuceante, torpe y, sobre todo,
si no mentiroso, poco creíble, respondiendo que no sabe quién ordenó las cargas
ni quién diseño el dispositivo policial, reduciendo sus funciones a cobrar la
nómina o condecorar, como su antecesor, Jorge Fernández Díaz, a vírgenes y
santos de palo, tan de palo como el mismo. No me extraña que el PP vaya como va
en las encuestas, con estos antecedentes y el futuro irresponsable que anuncia
Casado.
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