jueves, 28 de marzo de 2019

POLICÍA Y MAFIA



Los que tenemos unos cuantos años supimos de la existencia de una mafia policial, aquella que se instaló, por ejemplo, en los primeros ochenta en la brigada anti atracos de Madrid y tuvo mucho que ver, por ejemplo, con la desaparición y segura muerte de "El Nani", un atracador de poca monta que tuvo la desgracia de trabajar para ellos y acabar sabiendo demasiado. Yo, por ejemplo, cada vez que paso frente al caserón que hace esquina entre la calle Atocha y Concepción Jerónima, en la plaza de Jacinto Benavente, recuerdo el trágico atraco a un taller de joyería, frustrad porque ¡oh casualidad! la policía estaba esperando a los atracadores al pie de la escalera, donde acabó con todos los atracadores menos uno, que, de nuevo ¡oh casualidad! escapó con el botín hasta que, poco después, murió en un tiroteo con la policía, sin que del botín volviese a saberse nada.
Supimos de otra mafia que extorsionaba a propietarios de whiskerías y locales nocturnos y lo hacía obligándoles a insertar publicidad, carísima, por cierto, en una revista profesional, a sabiendas de que quien contrataba un anuncio iba a gozar de un mejor trato, protección lo llaman la mafia siciliana que cobra el pizzo, por parte de la policía. También supimos de un tal Amedo, subcomisario en Bilbao, que colaboró con el ministerio que entonces presidía Barrionuevo, en la creación de los GAL, lo más negro y turbio de la democracia española, porque hubo sangre y sangre inocente, que en vano se trató de justificar con una presunta lucha contra ETA. Aquello, gracias a una parte de la prensa y al juez Garzón, acabó con Barrionuevo, su secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, en la cárcel. 
Escribo todo esto, porque, aunque la mayor parte de los policías son fieles servidores públicos que se comportan con profesionalidad y decencia, no me cabe duda de ello, hay una parte, minúscula, de ellos que aprovechan su posición para colocarse por encima de los demás y, a veces, sacar partido a sus privilegios sin control. Lo malo, lo peor, es cuando, a cambio del acceso a fondos reservados y de la impunidad que les proporcionan quienes les amparan, cometen excesos execrables al servicio de sus "padrinos", saltándose, si es preciso, la ley y, lo que es peor, inventando realidades que vender a la opinión pública.
Siempre encontramos en estos personajes un rasgo común, su gusto por la buena vida y, a ser posible, a costa de los fondos reservados y las dietas. Lo encontramos en Amedo, amante de la noche y del buen comer y el buen beber y lo encontramos en Villarejo, el siniestro comisario, superviviente, de unos cuantos gobiernos de la democracia, que hizo del tráfico y la invención de toda información que pudiera ser usada por sus superiores o, a veces se confunden, sus clientes. Lo hizo desde siempre, sus archivos, que él creyó un seguro de buena vida, así lo demuestran, pero echó el resto en los años de Rubalcaba y, sobre todo, Jorge Fernández Díaz.
Con este ministro, tan beato como tramposo, supimos de la existencia de una presunta "policía patriótica", encargada de recopilar información si no de inventarla para filtrarla a determinados medios de comunicación, estableciendo así el pérfido bucle con el que hemos convivid tantos años:
un periódico "descubre" algo que, después, los partidos llevan a los tribunales o al Congreso, dando lugar a verdaderos seriales que, cuando se resuelven, con el archivo o no de la causa, ya han hecho el daño para e que fueron lanzados y no hay manera de limpiar el buen nombre de los afectados.
Sin embargo, no es ese el único método seguido por la policía secreta de Fernández Díaz, Villarejo y sus compinches. También la administran para chantajear a sus víctimas o la reservan, para hacer daño cuando convenga a quien convenga o para, como hace Villarejo, tratar de chantajear al Estado mismo y salvar así su maloliente culo.
La comparecencia ayer de Pablo Iglesias en la Audiencia Nacional, para participar como perjudicado en el sumario abierto contra Villarejo por las actividades criminales de esa policía patriótica así lo demuestra. Gracias a un móvil robado a una asistente de Iglesias en Bruselas, se intentó chantajear al líder de podemos con la información y las fotografías privadas que aparecieron en ese móvil, todo un tesoro para un chantajista que fue puesto en manos del mal llamado periodista Eduardo Inda, para publicarlo en esa alcantarilla que llaman OK Diario.
Un procedimiento empleado entonces contra Pablo Iglesias para tratar de torpedear el intento de formar gobierno entre Iglesias y Sánchez, que ya se había usado contra Pujol y otros dirigentes del nacionalismo catalán, mezclando información cierta con otra fabricada para manchar a diestro y siniestro a los adversarios de su ministro y patrón.
Es muy triste que haya policías corruptos y mafiosos, dispuestos a obtener, fabricar y robar pruebas, utilizando el material y los fondos que son de todos, para el beneficio de unos pocos tan culpables, así espero que lo determinen los tribunales, como los mismos policías desleales. Está claro que hay mafias en la policía y que, a veces, los ministros son sus padrinos.

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