Qué le ocurre a Pablo Casado, qué trauma infantil le
acompaña, qué le faltó, qué le sobró, para andar todo el día enredado en el
vientre de las mujeres. No soy capaz de imaginarlo, pero debe haber sido algo
grave y trascendental, algo que ha teñido desde entonces su pensamiento y que,
tras mantenerse prudentemente agazapado en tanto "no tocaba", no hay
más que ver lo que le sucedió a Gallardón con su delirante propuesta sobre el
aborto, y que ahora que se ve con poder, al menos de momento, ahora que parece convencido
de que los correajes y las sotanas están a la vuelta de la esquina, está
sacando a pasear su apolillada y rancia ideología de alumno de los maristas,
para decirnos, sobre todo a las mujeres, lo que tienen que hacer con su vida y
con sus cuerpos.
Quizá me equivoque al querer encontrar un componente
freudiano en el comportamiento del líder del PP, quizá sea demasiado generoso
en el análisis y la realidad es que estamos ante un caradura, ante un tipo con
labia, irreflexivo, que habla por no callar, in tipo de esos que, cuando
hablan, hacen subir el pan, que parece ir por libre en su partido, al que ya
puedo imaginarme arrepentido de haberle elegido presidente y candidato a vivir
en la Moncloa.
Casado es, ya lo he escrito en otras ocasiones, un telepredicador
irresponsable, más preocupado porque su diminuto micrófono tenga cargada la
petaca que porque su discurso tenga sentido y coherencia, un tipo cargado de
gestos, con esa sonrisa, falsa como pocas, colgada todo el día, con esos ojos
hundidos y pequeños que parecen mirar desde el cogote, ojos que no transmiten
la más mínima confianza en quien los mira confianza.
Se ve que lo de Casado no es preparar sus discursos ni sus
entrevistas, se ve que gusta de improvisar, se ve que prefiere meter la parta y
pasar a otra cosa antes que pararse un momento, reflexionar y, si no es
oportuno hablar, callar. Quizá por ello, el estupidiario de la política
española está lleno de sus "perlas" y raro es el día en que no nos
deja una más para la colección. Las hay de todo tipo y en todos los campos
imaginables. No respeta la tecnología, en la que entra como un elefante en
cacharrería, las hoy médicas, como esa de "analizar" retinas,
ignorando que para analizar algo hay que romperlo. Se comporta, en fin, como un
sastrecillo valiente al que alguna vez alguien rio las gracias y al que
hoy es imposible callar.
Sin embargo, si hay un charco en el que a Pablo Casado le
gusta chapotear es en el de la obstetricia y todos y a todas, olvidando que la
sociedad es ya adulta y q lo que tiene que ver con el vientre de las mujeres
que él parece ver como un huerto en el que los machos ponen las semillas, que
ellas han de cultivar, aunque sea a su pesar, sin poder disponer nunca de la
cosecha, vigilada y oprimida. A todos nos contó sin pudor la peripecia de uno
de sus hijos que nació muy prematuro y, amparado en esa circunstancia, pretende
dar lecciones de moral y sacrificio a todos y, especialmente, a todas,
olvidando que esta sociedad ha madurado y que se ha dotado de medios y leyes
suficientes para que se respeten sus derechos.
Creíamos haberlo oído todo cuando pretendió obligar a las
gestantes a ver las ecografías de sus fetos, incluso de los que no fuesen a
gozar de una vida completa, para que supiesen lo que llevan dentro, para que se
encariñasen con la foto, vamos, olvidando el derecho que asiste a toda mujer a
disponer de su cuerpo y a llevar a término con garantías, o no, su embarazo. Lo
creíamos, pero ayer, en medio del apagón de las redes, que, como una tormenta
divina, nos dejó rumiando a solas la última de sus burradas, sin poder
responderla, sin poder comentarla sin poder mofarnos de ella, sin hacer ver a
nuestros amigos nuestra opinión sobre tamaño desaguisado.
Lo que supimos ayer es que Casado propone es garantizar a
las inmigrantes irregulares embarazadas que no van a ser expulsadas antes del
parto a cambio de dar a su bebé en adopción. Algo inhumano y cruel, una especie
de transacción comercial, en la que se ofrecen a las gestantes unos cuantos
meses de tranquilidad, a cambio de desprenderse de su bebé, para darlo en
adopción a una familia española, para que crezca en España, lejos de sus
hermanos, donde quizá en el futuro será insultado y, por qué no, discriminado
por el color de su piel, en el metro, en un bar o en el trabajo.
En fin, lo que pretende Casado es algo así como quedarse con
el "paquete" que espera ilusionado el vecino y despedir al mensajero
con unas palmaditas en la espalda. Una nueva salvajada moral de este Casado
intrauterino que parece nos saber mirar más allá del vientre de nuestras
mujeres.
3 comentarios:
Bien expuesto ...
saludos
Mark de Zabaleta
Bien expuesto ...
Saludos
Mark de Zabaleta
Claro síntoma de ambición de poder,...sin nada positivo que ofrecer.
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