No sé si Blas Piñar, probablemente, pero estoy seguro de que
ni el mismo Fraga hubiese sido capaz de decir en apenas un minuto todas las
grandilocuentes palabras con las que Pablo Casado, atormentó nuestros oídos y
encogió nuestros corazones, ayer, en su diatriba contra Pedro Sánchez. Felonía,
alta traición, ilegitimidad y unas cuantas más fueron los calificativos con los
que el locuaz e incontinente Pablo Casado emponzoñó su discurso, dejando las
redacciones sin comillas para enmarcarlas y en la gente de a pie la duda
de por qué, de ser cierto lo que dice, no lleva a Sánchez ante la Justicia y la
de si queda ya algo más que decir.
Resulta cuando menos curioso que este señor, incapaz de
explicar cómo consiguió un máster y una carrera sin apenas moverse y en un
tiempo, que más que récord, inverosímil, se atreva a acusar al presidente del
gobierno de felón y traidor. Se ve que Casado se gusta cuando habla y cuando
arranca es incapaz de parar, entre otras cosas, porque en su partido ya no
queda nadie capaz de proyectar sus palabras en el tiempo, que, como todo el
mundo sabe, es cruel poniendo las cosas, las palabras y las personas en su
sitio.
Aunque nunca nos lo dice ni nos lo dirá, Pablo Casado vive
pendiente de las encuestas que, ya desde hace meses, le están dando la espalda,
con un partido sorprendido y dividido ante un líder que habla de todo y en
todas partes y lo hace por no callar, montado en su discurso como en una
bicicleta sin frenos en la que hay que pedalear para no caer, diciéndola cada
vez más grandes, jaleado por toda esa prensa que ha perdido influencia y
necesita a la derecha en el gobierno, para seguir influyendo.
Por desgracia, vivimos en un país, no es la primera vez que
lo escribo, en el que los periódicos no los hacen los periodistas, al menos no
los deciden, y en el que la clase política cada vez tiene menos clase y menos
experiencia. Vivimos en un país en el que la prensa habla poco o nada de los
que hacen estos políticos y, sin embargo, llenan páginas y horas de antena con
lo que dicen, sea o no importante, sea o no cierto.
Las gruesas palabras dedicadas por Casado al presidente a
propósito del poco afortunado asunto del relator, por paradójico que parezca,
cumplían una función más defensiva que ofensiva. No hay que olvidar que
coinciden en el tiempo con la constatación hecha por la Guardia Civil de que
gran parte de las campañas electorales del PP en Madrid, incluidas aquellas en
que fue elegido Pablo Casado y que numerosos actos, entre otros algunos que ha
participado él mismo, se han financiado con dinero procedente de las tramas
corruptas.
Los calificativos del presidente popular ocultan también el
hecho de que una parte de su partido, la que gobierna en Andalucía le esté
dando la espalda. Soledad, trampas y marrullerías que conviene tapar y cómo
mejor que con una manifestación de las de antes, a lo grande, envueltos,
camuflados diría yo, en la bandera española para que las almas simples, que
decía el evangelio, se fijen en la música y no la letra. Una torpe
manifestación a la que Casado convoca a sus votantes junto a los de sus
rivales, una manifestación, porque en las manifestaciones se habla y no sólo
hablan los oradores, en la que los partidarios de VOX y Ciudadanos se
mezclaran, bandera con bandera, mensaje con mensaje, con los suyos.
Mal negocio para quien está acostumbrado a basar su discurso
en mentiras y exageraciones, un mal negocio para quien tiene prisa por derrotar
a Sánchez antes de que se sepa, y se condene, todo lo suyo, muy mal negocio
para quien cree que la política es marketing y que las promesas y la decencia
se venden con cuatro frases como si fueran un detergente. La manifestación del
domingo, no me cabe duda, será un éxito lo que no alcanzo a ver es para quién
será un éxito, probablemente ni siquiera para Casado y, desde luego, no para
nosotros.
1 comentario:
Tal cual,..nunca mejor dicho.
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