Ayer, a la hora en que tres periodistas de medios
conservadores, la Sexta en el fondo lo es, leían un manifiesto cuajado de
mentiras, exageraciones de guiñol acaba de decir Manuela Carmena, me topé, en
un montón de libros de un tenderete del Rastro y a sólo dos euros,
"Conversación en la Catedral", esa gran novela de Vargas Llosa, cuyos
personajes hoy se avergonzarían del autor, hoy ultra liberal, que ayer no subió
a la tribuna pare cerrar el acto, quizá porque se sentía tan avergonzado como
sus personajes se sentirían de él de un texto lleno de falsedades, de
afirmaciones que, por más que se repitan en voz alta, resultan insostenibles, o
quizá porque el estilo marrullero y chabacano no estaba a su altura, aunque me
inclino a pensar que tuvo un rasgo de lucidez o fue alguien que le quiere quien
le aconsejó no hacerlo.
Que hubo muchos ciudadanos en la concentración de Colón es
incontestable, probablemente más de los que dio la Delegación del Gobierno y
probablemente menos de los doscientos mil que creyeron haber contado los
organizadores. Yo, a falta del manifestómetro que el buen Forges dejó pendiente
de patentar cuando se fue, me sirvo, soy perro viejo, de los gestos y las
palabras de unos y de otros, para hacerme una idea de cómo les fue, y no, no ha
habido entusiasmo en los convocantes. Es más, dónde están las eufóricas
valoraciones que Casado o Rivera hubiesen hecho sin duda de haber sido un
éxito.
El único que a estas horas pude darse por satisfecho es
Santiago Abascal, al que, sin haberse quitado el chándal. Casado y Rivera, con
mejor o peor cara, subieron al pódium de los ganadores.
Lo de ayer fue un gatillazo, un enorme gatillazo televisado
en directo, para más inri, al que Casado y Rivera llevaron a sus partidos,
después de un calentón que les hizo creer en un vuelco crucial que, al final,
tuvo más de histérico que de histórico. Por eso me pregunto, creo que con
derecho qué hubiese sido de la concentración de no haber sido convocada como lo
fue, ya desde el viernes, si no antes, por los medios afines al PP, incluidas
sus filiales televisivas, qué hubiese sido de la tal misa dominical, de no
haber acarreado en autobuses pagados por el PP y Ciudadanos a tantos peregrinos
ya registrados y para siempre en las bases de datos del partido. Acarreados por
propia voluntad, como a también, pero a su pesar, lo fueron Moreno Bonilla y,
sobre todo, Núñez Feijóo, que se vieron obligados a estar "a
regañadientes" en el lugar donde no querían y sabían que no debían estar.
A Feijóo ya se lo reprocharon ayer mismo en las calles de
Santiago, donde miles de manifestantes por la sanidad y los servicios públicos
dejaron claro que sus problemas estaban allí, en Galicia, mientras su
presidente estaba en Madrid, en una manifestación, añado yo, en la que no se
reivindicaba nada en beneficio de los ciudadanos. Y es que el presidente
gallego se marchó de Madrid como quien sale de un concierto al que le han
llevado los amigos, un concierto al que nunca hubiera ido por su cuenta y que,
además, le ha costado una pasta que, en el caso de Feijóo se paga en votos y
expectativas.
A mi modo de ver, todo tiene su origen en Casado que, si no
es capaz de escribir un Trabajo Fin de Máster, mucho menos lo es de llevar por
escrito un discurso o preparar sobre el papel una estrategia que, él al menos
así lo cree, puede perfectamente improvisar. Por eso, en cuanto supo de la
intención de Rivera de convocar el acto, se sumó a él. no sin dejar de hacer
valer sus escaños, y sumando a la lista de invitados a personajes y partidos
más que incómodos para su "pareja de baile". Una actitud que no hizo
sino abrir grietas en esa unidad que se espera de cualquier acto parecido, que
ni siquiera otras grietas, las abiertas en las filas socialistas por esos
interesados disidentes que tienen aún cuentas pendientes con Pedro Sánchez o
por quienes ya no tienen más papel en la vida pública que el de "tonto
útil" de la derecha.
En fin, toda una paradoja esta concentración convocada para
mostrar la unidad de la derecha contra Sánchez, al que acusan fuera de los
juzgados, eso sí, de gravísimos delitos que no han sido ni serán nunca
demostrados, una concentración que se dice por la unidad, en la que son demasiados
quienes no quieren aparecer en la foto junto a otros convocantes, por ejemplo
Albert Rivera que se las vio y se las deseó para no pasar a la Historia junto
Santiago Abascal en lo foto que rubricaba un acto que, por más que insistan, no
fue histórico, pero la foto existe y, en ella, al mismo nivel, están Rivera,
Casado y Abascal y alguien que dice "cuá" como un pato, tiene pico y
plumas como un pato, nada como un pato y camina como un pato, es un pato, y,
Rivera en concreto, él que, como sus padrinos, no quiere asumir los costes,
sólo los beneficios, es ya para la Historia un pato en medio de un enorme
gatillazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario