Hace ya muchos años, me enseñaron un dicho que, con el
tiempo y la experiencia, creo cada día más cierto. El dicho en cuestión reza
"Teme a los viejos, porque no tienen futuro". Siendo hoy difícil
saber quién es viejo y quién no lo es, a mi edad, mi abuelo ya era viejo y yo
no tengo por tal, me quedo con esta parte de la sentencia: hay que temer a
quien no tiene futuro y Nicolás Maduro, como evidenció la polémica entrevista
que anoche, después de avances y promociones sin fin, emitió la Sexta, con
Jordi Évole, publicista de Villarejo y burlón falsificador del golpe fallido
del 23-F, como interlocutor del tirano.
En esa entrevista, llama la atención la sombra de
abatimiento que se refleja en el rostro de Maduro. No era el mismo, el
escenario tampoco, de las arengas inflamadas a las masas que le siguen. Dedicó
a España y a los países que le piden que se vaya los mismos calificativos de
siempre, pero lo hizo con una cierta melancolía y pintó un preocupante panorama
para el futuro, al asumir que estaba armando a sus fieles, lo que en un
país con la violencia endémica que padece Venezuela no augura nada bueno para
una bestia herida y sin futuro.
La entrevista se emitió a apenas dos horas de que Pedro
Sánchez, confirmase, ya lo ha hecho, vencido el ultimátum dado al presidente
venezolano para convocar elecciones, que España reconozca a Juan Guaidó,
presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, como presidente del país. En
la entrevista, un Maduro que me pareció más pálido que de costumbre se
permitió, no convocar esas presidenciales necesarias para confirmarle o
revocarle como residente de la nación, sino convocar nuevas elecciones a la
Asamblea, a saber con qué garantías, después de que la que, en su día y ahora,
ha sido reconocida por la mayor parte de la comunidad internacional, haya sido
expulsada de su sede y anulada por los miembros del tribunal supremo venezolano
previamente nombrados por el propio Maduro.
No sé qué puede pretender el sucesor de Chaves, una mala copia, del caudillo de los buenos tiempos del petróleo. Más, cuando la situación dentro y fuera del país pinta mal, muy mal, para él y ya no le queda nada que ofrecer a los venezolanos ni dentro ni fuera del país. Maduro sabe o debería saber que su "morir matando" o sus amenazas de crear un nuevo Vietnam ya no tienen sentido, del mismo modo que Estados Unidos y el resto del mundo saben o deberían saber que no es posible patrocinar otro desastre como el creado por la codicia de los Bush y sus amigos en Irak.
Los venezolanos tienen hambre y sufren unas penurias
injustas, todas o son, a causa de la tozudez suicida de quien gusta de los
uniformes y las armas, de llenar las plazas con bravuconadas, chistes malos y
peores canciones, en lugar de echarse a un lado y dejar que sus compatriotas
vuelvan a ser dueños de su destino. Anoche, Maduro decía una cosa con sus
palabras, mientras que sus gestos y su cara, mala cara, decía otra. Esperemos
que algo o alguien le ilumines y que, si de lo que se trata es de poner el
botín a salvo, él y los suyos arden poco en llevárselo y se vayan cuanto antes.
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