Dicen que el aburrimiento mata más hombres que las guerras y, dada mi experiencia de ayer tarde, deben tener razón. Estaba aburrido, lo reconozco, y me puse a ver la tele. con el mando a distancia en la mano y el dedo ágil. Así que, aburrido como estaba, salte de canal en canal como los críos saltan de charco en charco para poner a prueba la resistencia de su calzado y, de paso, la de sus madres.
Saltaba de charco en charco o al menos eso creía hasta que quede atrapado en las aguas cenagosas de la tertulia de tarde de canal internacional de la televisión catalana, una tertulia como las hay en todas las televisiones de nombre "Tot es mou", Todo se mueve, que, para mi desgracia, por eso me atrapó, se ocupaba ayer del juicio a los independentistas en el Supremo.
Tengo familia y amigos en Cataluña y entiendo el catalán,
más aún el de una tertulia televisiva, con facilidad y esa facilidad fue el
lazo que me ató a la pantalla, porque sí, entiendo el catalán, pero me fue
imposible entender, salvo la honrosa excepción de una abogada que puso su
experiencia y sus conocimientos procesales a disposición de contertulios y tele
espectadores, la actitud y la escandalosa falta de imparcialidad de los
participantes.
Sostenían en antena que, en el juicio, todo está ya escrito y
se esforzaron en señalar los fallos de los miembros del tribunal, hasta el
punto de que las deseables virtudes de ecuanimidad, paciencia, humor y cierta
tolerancia del presidente para con los procesados fue "desmontada"
por quienes se sentaban a la mesa interpretándola como maquillaje con el que
disfrazaría esa decisión ya tomada.
Os cuento esto, porque explica a las mil maravillas lo que
está pasando, explica a las mil maravillas para quién están declarando los
procesados, que no es para nadie más que para "su" público. Lo vi
claro ya desde el momento en que me enredé en la superficialidad de la
entrevista que allí se hizo a la siempre histriónica Cristina Fallarás,
que, presumiendo de pedigrí de roja, "soltó" su cansina retahíla de
vaguedades, como si de lo que se tratase es de llenar tiempo y nada más. Sin
embargo, lo que más me sorprendió fue la facilidad con que se trataban asuntos
que, en el terreno de la justicia, se tienen por sacrosantos y cómo, por
ejemplo, se negaba a algunos posibles testigos la posibilidad de acogerse al
secreto profesional, algo en lo que pareció haber unanimidad, hasta que a
letrada recordó a la mesa, compuesta en su mayor parte por periodistas, el
secreto profesional de los periodistas que les exonera de la obligación de revelar
sus fuentes.
Hasta ahí mi experiencia con la televisión catalana y muy
catalana, que diría Rajoy, si cometemos el error de tomar por catalán lo que es
y no debiera ser independentista catalán. Como seguía aburrido, seguí
cometiendo errores y el siguiente fue pararme ante de la embestida del toro de
Intereconomía que esta tarde se ocupaba de la entrevista que un jovencísimo y
bien trajeado señor de derechas le hacía a un propagandista, supongo que
activista de Pro Vida o algo asó, repartiendo mandobles a diestro y siniestro a
quienes defienden el aborto o la eutanasia, apoyados en unas declaraciones o
una columna, no me quedó, de Arcadi Espada sobre el asunto, unas palabras o
unas líneas desde las que pretendía hacer responsables a los padres de los
gastos sociales que originase el nacimiento de bebés con malformaciones. Un
argumento insostenible, rechazado por quienes queremos dar a las mujeres
libertad para decidir con responsabilidad sobre sus cuerpos. No sé quién era el
entrevistado, pero si el rigor de sus argumentos era el mismo con el que habló
de labio viperino por labio leporino, apaga y vámonos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario