Miro, más que leo. la edición digital de EL PAÍS y caigo en
la cuenta de que lo único que me interesa de ella son las páginas dedicadas a Rodolfo Martin Villa y a Juan Manuel Sánchez Gordillo, firmadas por Soledad Gallego
Díaz y Santiago F. Fuertes, y llego a la conclusión de que ambos son, y por
razones bien distintas, personajes interesantes de un ámbito, el de la
política, que resulta cada vez menos interesante, la política y los políticos
que, según la última encuesta del CIS, los españoles no ven ya como solución,
sino como problema.
Me pongo nostálgico y no sé si porque España era distinta o
porque yo era otro, echo de menos a esos políticos llenos de personalidad, para
los que lo importante eran las ideas y no "el partido", políticos que
sabían dónde querían llegar, más que dónde querían quedarse, políticos, en fin,
que, desde el poder o contra él, tenían clara la existencia de la gente y sus
problemas.
Ninguno de estos dos personajes ha resultado nunca cómodo
para sus formaciones, una en la derecha y otra en la izquierda, quizá porque
pocas veces han callado por disciplina, y por eso su pensamiento es más
revelador y más valioso que el de quienes callan o hablan sólo con tautologías
tan obvias como inútiles.
Que Gordillo es un hombre de acción, pagado de sí mismo y
con ansias excesivas de protagonismo, eso lo tengo claro y creo que todos
debemos tenerlo igual de claro, pero que hacía falta que alguien le pusiera
cara al descontento de una población que lo está pasando mal, muy mal, también
hacía falta y, de no ser por los asaltos de Gordillo y su sindicato, las
televisiones y los periódicos no hubiesen salido a buscar los rostros del
hambre y la miseria. Es la política de gestos, dramáticos, por cierto, que tan
bien conoce y explota Gordillo. Unos gestos que, ahora, parecen más necesarios
que nunca.
Lo de Rodolfo Martín Villa es distinto. Lo suyo es la
discreción, el hacer silencioso. Su presencia, al lado de Adolfo Suárez, en los
momentos más peliagudos de la transición resultó clave. Su sentido común atenúo
hasta desactivarlo el ardor guerrero de Fraga y su pasado en el sindicalismo,
vertical, claro, le forjó como hombre paciente y de diálogo. Ahora se confiesa
ante Soledad Gallego partidario del estado federal y muy crítico con lo que
está pasando y se está haciendo para salir de la crisis económica.
Son muy distintos, pero a ellos y a otros como ellos, lo
confieso, los estoy echando de menos.
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2 comentarios:
Echamos de menos a los políticos conscientes de ser representantes de personas (no censos con posibilidad de voto) de sus ideas y motivaciones como fieles portavoces y garantes de sus derechos. Hoy día tenemos el político profesional, que realiza una actividad como medio de vida, pero esto no implica que la ejerza de una forma eficiente ni con destacada capacidad, porque como a diferencia de otras actividades profesionales, en la política de hoy no se promociona por demostradas capacidades sino por ágapes, cenas, amiguismos, cumpleaños de niños y actividades extraescolares, partidos de pádel y eventos de similares características, donde el servilismo es un valor a la alza y no la competencia, aptitud peligrosa de personas que tienen tendencia a pensar por sí mismas.
La carencia de representantes sensatos y responsables da lugar a una política histriónica para suplir la orfandad de una sociedad que ve a los políticos, según las últimas encuestas, más como el problema que como la solución. Tecnocracia ¿¡Bienvenida!?.
Un saludo.
Muchos Gordillos que nos hagan salir de esta situación de apatía y pongan nombre y apellidos al hambre.
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