Cuando me atasco a la hora de escoger un tema para esta cita
con mi blog suelo encender la radio, aunque siempre suele haber una encendida
en casa, y me enredo en cualquier otra cosa. Es lo bueno que tiene la radio, es
mucho más eficiente como medio de comunicación cuando la guarda está baja.
Hoy, aunque he sido madrugador o quizá por eso, no llegaba
la inspiración y me he visto obligado a recurrir a ese truco, con el resultado
de que algo que vengo pensando desde hace ya tiempo se ha materializado en una conversación
a varias bandas con el líder popular vasco Borja Semper. No sé quién ni cómo,
pero ha aparecido el gran asunto: la política y los políticos, con alguna que
otra salpicadura a la prensa. No tengo muy claro l que han llegado a decir unos
y otros, porque enseguida se ha adueñado de mí esta idea "Nunca como hoy
ha sido más necesaria la política y nunca como hoy han sido más prescindibles
nuestros políticos".
Resulta un dilema terrible porque del agujero en el que
estamos sólo saldremos con política, con buena y participativa política. Si hay
algo que caracteriza a los políticos españoles y me temo que a los de toso el
mundo es el hecho de que apenas tienen nada que ver con la gente corriente, con
esa masa tan útil y generosa -ya no tanto- a la hora de dar los votos que
garantizan puestos de trabajo y buenos salarios por cuatro años, junto a la
gestión de importantes presupuestos.
Mientras la gente de a pie, está sin trabajo, uno de cada
cuatro, sus hijos no visten, estudian o comen como antes, los jóvenes no tienen
trabajo ni futuro, los ahorradores, si no han sido estafados, ven como el
resultado del trabajo de toda su vida vale cada vez menos... y, frente a eso, quienes
nos gobiernan, y a veces también quienes deberían oponerse a ellos, nos recetan
resignación y sacrificio o nos ofenden poniendo velas a la virgen de turno para
que les saque del atolladero.
Al tiempo quienes se dan, nos damos, cuenta de que es hora
de hacer algo, porque por este camino no vamos a ninguna parte, tienden,
tendemos, a repudiar la política, a veces demasiado alegremente y con demasiada
inconsciencia. Tenemos que ser capaces de ver que, aunque el camino esté lleno
de esos obstáculos en que se han convertido los políticos, el camino es ese,
porque, sin una senda que seguir, sin una meta que alcanzar, estamos perdidos.
La situación se está volviendo más que peligrosa. Nos
estamos poniendo, y gran parte de América Latina es la pruebe, en manos de
políticos populistas y visionarios. Y lo peor es que, por las razones que sea,
no siempre son ignorantes quienes les siguen. No hay más que ver lo bien que le
va a Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y lo que la tal señora se está
arrimando a Chaves, al que, observo con espanto, cada vez se le toma más como
guía y ejemplo.
Espanto y pánico produce que sea ese el modelo a seguir, por
mucho que exista una conspiración contra él. Una conspiración que, por cierto,
se olvida en cuanto tenemos algo que venderle. Está pasando en América del Sur,
pero, en las circunstancias en las que nos toca vivir, no queda tan lejos el
punto en que todo se confunde y se desmorona a mayor gloria de estos
personajes.
Hay que encontrar una nueva generación de ciudadanos que
recuperen y nos hagan recuperar el gusto por la política como el medio que
nunca debería haber dejado de ser para transformar la sociedad. No sé cómo se
hace, pero sé que es lo que hay que hacer.
De no ser así, serán demasiados quienes de entre nosotros se
pierdan en laberintos demasiado accesibles y demasiado intransitables por los
que es muy fácil caer alternativamente en la euforia y la depresión.
Ojalá amaneciésemos un día con las ganas, las fuerzas y la
decisión suficientes para ponernos y poner la política en la senda adecuada.
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