Escribo "también" y debería escribir "sobre
todo", porque el daño que las carencias puedan hacer a un niño puede ser
un daño irreparable. Creo que el mayor derroche y, a la vez, el más irreparable
que puede permitirse un país es el de la salud y el futuro de sus niños. Lo que
les neguemos cuando son bebés no podremos devolvérselo nunca y el daño que les
hagamos con ello será para siempre.
Todo esto viene a cuento de una información, apenas un
titular, que acabo de escuchar en la radio y que me ha llenado de inquietud.
La noticia en cuestión es la de que la Asociación Madrileña
de Pediatría de Atención Primaria ha presentado un informe según el cual, la
crisis económica actual está causando dificultades en la asistencia sanitaria a
la población infantil y juvenil, que se ven agravadas por los recortes, no
basados en criterios profesionales ni científicos, que está aplicando el
gobierno madrileño en las prestaciones sanitarias.
Según los pediatras madrileños, la crisis, por un lado, y
los recortes presupuestarios, por otro, están llevando a que los padres se vean
forzados a prescindir de los alimentos adecuados a las necesidades sus hijos,
especialmente las leches maternizadas, o de los medicamentos necesarios para el
tratamiento deus enfermedades crónicas, amén de esa huella silenciosa e
indeleble que deja en los niños el mal humor y la angustia permanentes de unos
padres sin trabajo durante meses y meses. Además, dicen los pediatras, los
padres con trabajo prescinden de las revisiones periódicas a sus hijos por
miedo a faltar a un puesto de trabajo cada vez más precario e inestable. Y, por
si fuera poco lo anterior, la falta de recursos está llevando a muchas familias
a darse de baja en seguros y sociedades médicas privadas, para recurrir a la
sanidad pública que se ve así congestionada en sus servicios pediátricos, con
el consiguiente deterioro de la asistencia.
Todo lo anterior lleva a un estado de cosas que creíamos
superado, con una terrible desigualdad en el acceso a la atención pediátrica
primaria y, no digamos ya, en la especializada. Sé que puede resultar
inadecuado decirlo, pero creo que estamos volviendo a esa España de caridad y
escupidera que yo creía definitivamente superada.
Los pediatras se quejan de que la administración madrileña
está negando el tratamiento adecuado para determinadas enfermedades, como, por
ejemplo, los dispositivos para la administración de medicamentos para el asma o
determinadas vacunas. También de falta de recursos y de la congestión de las
consultas que lleva a un deterioro de la atención en las consultas y del
menosprecio de la administración por su trabajo.
Todo esto se produce en un territorio en el que no todos los
niños eran atendidos como debieran y en el que las modificaciones al alza de
los horarios de los profesionales sanitarios han llevado a que estos no dispongan
del tiempo necesario para mejorar su formación que, por otra parte, también se
está viendo descuidada.
Lo dicho, la España de la caridad y la escupidera, con niños
llenos de mocos, mal alimentados y tosiendo y contagiando, angelitos, a otros
niños sus enfermedades. Unos niños de ahora que van a ser los españoles del
mañana que, cómo no, los habrá de dos clases: los de pediatra y colegio
privado, a ser posible de curas, para perpetuar la desigualdad, y los otros. De
momento, y para irnos ambientando, la Consejería de Sanidad acaba de
reimplantar la cartilla de cartón con sellitos, esta vez para ir a la farmacia
¡¡País!!
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