Todavía recuerdo las enormes polémicas que mantenían algunos
comerciantes del mercado frente al que me críe y frente al que vivo en torno a
si, realmente, el hombre, Armstrong, había pisado la luna o no. Recuerdo que a
mí, adolescente y bachiller, aquello me indignaba ¿Cómo dudar de tan grande
avance de la Humanidad? Pero ya se sabe que en lugares como el mercado de mi
barrio, como todos los mercados, lo importante es discutir, polemizar, unas
veces sobre algo más o menos trascendente, casi nunca sobre política y casi
siempre sobre fútbol.
Con el tiempo descubrí que aquellas dudas que tanto me
indignaban y que acabaron descalificando ante mis ojos al carnicero que las
alentaba, estaban más extendidas de lo que yo pensaba. Incluso, llegue a ver un
magnífico documental, "Operation Lune", creo que francés, en el que
jugando con esa duda y con la complicidad de personajes públicos, entre ellos
Kissinger y la viuda de Kubrick, ponían en evidencia la credibilidad de los
medios, haciéndonos creer que las famosas imágenes del hombre en la luna fueron
rodadas bajo la dirección del cineasta en su estudio, cerca de Londres.
Que tales dudas cupiesen aún en el 2002 es consecuencia de
que, en realidad, el hombre ha sacado poco de la luna: apenas unos datos, la
gloria y quizá la conclusión de que habitarla difícilmente será rentable. Algo
que, en mi opinión, podría extenderse al resto del Universo. Todo, creo,
porque, como en el poema de Kavafis, lo importante no es llegar sino ir, porque
lo que hemos sacado y sacaremos de la luna y, en adelante, de Marte, lo sacaremos
de la travesía en sí misma y de la tecnología que la hace posible.
Es frustrante, cuando no indignante, comprobar que el
esfuerzo tecnológico y económico que se pone en juego en esos viajes bastaría
para dar solución a la mayoría de los desequilibrios que aquejan hoy al hombre
aquí en la tierra. A veces pienso que, si miramos o, mejor dicho,
"miran", a la luna y a los planetas, es para no ver que lo que pasa
aquí -hambre, enfermedades, etc.- es tan grave como evitable.
Todo es cuestión de prioridades. Lo de poner el pie de
Armstrong en la Luna no era sino una forma de tranquilizar a la deprimida
población del país más poderoso de la Tierra, asustada ante el éxito soviético
en la carrera espacial. Con la guerra fría como telón de fondo, con el encarnizamiento
de la Guerra del Vietnam, después de la crisis de los misiles y los disturbios
raciales del Sur, había que dar a la sociedad americana un caramelo que
entretuviese su hambre y calmase su ansiedad.
El caramelo fue caro, muy caro, pero cumplió a las mil
maravillas. El orgullo de los norteamericanos por serlo se disparó y los
miedos, poco a poco, se disiparon, entre otras cosas, porque, de paso, se nos
mostraron las ventajas militares de tales avances y se forzó a la Unión
Soviética a desviar demasiados fondos a su programa espacial, lo que, unido a
la guerra de Afganistán y a la catástrofe de Chernóbil, forzó el cambio.
Neil Armstrong, el hombre que dejó su pisada y su
trascendente frase en la Luna, nos dejó ayer en su Ohio natal. Al contrario que
muchos de sus colegas era un hombre tímido, cuando no huraño, que pocas veces
se prestó al espectáculo. Nunca sabremos que pensaba las noches de luna llena,
cuando miraba aquel lugar que pisó el 21 de julio de 1969.
Lo que sí sé es que,
desde entonces, la luna ha perdido gran parte de su poesía y su misterio. También sé que, si esta entrada se hubiese titulado "El hambre y la Luna", no sólo no habría perdido sentido sino que, quizá, tendría más.
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luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
1 comentario:
Aquel viaje a la Luna del Apolo 11 le hizo perder poesía y misterio al frio satélite pero abrió la puerta de los grandes enigmas. Qué descubrieron Armstrong y Aldrin sobre la superficie lunar cuando ambos astronautas se esmeraban en la toma de imágenes, recogida de muestras, instalación de aparatos, de la bandera de Estados Unidos y de la famosa placa conmemorativa. Por qué a partir de aquel 21 de julio, las transmisiones que nos llegan “en directo” sobre cualquier acontecimiento espacial sufren una demora de dos minutos sobre el tiempo real. Qué lograron filmar los tripulantes del Apolo 12 meses después…
Qué onírico suena todo esto mientras la calidad de vida empeora, la democracia es un espejismo, la soberanía emigró a los mercados y rige nuestras vidas quien más tiene y no quien más votos recibe.
Un saludo.
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