No sé cuándo le extirparon a la presidenta madrileña la
glándula que segrega los escrúpulos, pero debió ser hace mucho tiempo. Aunque,
quizá, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, como casi toso los aristócratas tuvo
el privilegio de nacer sin ella, una ventaja genética que les permite hacer y
decir lo que les viene en gana sin remordimientos ni sensiblerías.
Lo ha demostrado siempre que ha tenido ocasión y aún sin
tenerla y no ha perdido ni un segundo, tras regresar de sus largas vacaciones,
en volver a hacerlo. Ayer, sin perder un sólo minuto, tras acompañar al rey, se
soltó el pelo ante la prensa y, con la chulería que le caracteriza, enmendó la
plana al ministro del Interior, al Tribunal Supremo y, naturalmente, a todo
aquel que no comparte su credo neoliberal y tipartista.
Pero, además, habló de la que parece ser su misión en este
mundo: privatizarlo todo, vender rápido y barato lo que es de todos, porque se
pagó con el dinero de todos y se creó para servir a todos. Lo está haciendo ya
y cómo en la Sanidad, con la creación de nuevos hospitales de gestión privada,
con la externalización de muchos servicios y, sobre todo, facilitando
"oportunidades de negocios" a todos sus amiguetes. Lo está haciendo
en Sanidad y pretende hacerlo en otros sectores como el del Transporte o el de
la Televisión Pública.
Ayer mismo y casi simultáneamente se supo que la Comunidad
de Madrid, en plena vorágine de recortes, va a gastarse un millón de euros en
pagar sendos informes que exploren la viabilidad de dar entrada al capital
privado en el Metro y Telemadrid. Desgraciadamente sé lo que supone la
aparición de esas consultoras. No hacen sino convertirse en brazo ejecutor,
aligerado de sentimientos y de responsabilidades, del desmembramiento de las
empresa, los eres y los despidos que, ya digo que por desgracia, todos
conocemos.
El caso de Telemadrid es evidente. La televisión pública nació
como proyecto ilusionante y con una importante audiencia que se mantuvieron,
incluso, con Gallardón en la presidencia de la comunidad, pero llegó Aguirre
con sus maneras y los informativos perdieron cualquier objetividad, mientras la
programación, salvo honrosas excepciones, fue haciéndose cada vez más chabacana
y aburrida. Dicho de otro modo, la información no era, no es, otra cosa que la
voz de Esperanza Aguirre y el resto de la programación, en gran parte
externalizado y de escaso éxito. Lo cierto es que si la presidenta ha mantenido
la televisión pública -su proyecto era mantener únicamente el control sobre los
informativos y privatizar el resto de la programación- ha sido porque no tenía
como tiene ahora todas las televisiones "talibanas" -perdón,
presiente, pero me lo pide el cuerpo- para extender su verdad unívoca por las
ondas. Ahora las tiene y por eso se apresta a vender lo que ya no necesita,
aunque no sea suyo, sino nuestro.
Lo del metro es parecido, porque el metro, en el que, por
cierto, Telemadrid, con las maravillas de Aguirre, se ve y se escucha
continuamente a todo volumen. El metro de Madrid, el mejor del mundo, el único
que se anuncia en sus propias instalaciones, ha sido a lo largo de años y años
el mejor banderín de enganche para los votantes del PP madrileño. Pero el metro
de Madrid se ha convertido en un monstruo ingobernable y caro, cada vez más
caro y cada vez peor mantenido.
O sea, el metro ya no es esa pancarta electoral que Aguirre
quiere y, poco a poco, repliega velas en él, cerrando accesos a las estaciones,
subiendo las tarifas y abaratando hasta el imposible los costes de las
subcontratas que, por ejemplo, lo mantienen limpio. Y digo esto, porque estos
días se están llevando a cabo paros en la limpieza, porque la adjudicataria
Eulen, que consiguió el contrato con un precio muy por debajo del de su
antecesora, dice ahora que es insostenible y unilateralmente ha decidido,
rebajar a la mitad el sueldo de los trabajadores "heredados" de ella.
La dirección de Metro, como hará siempre que se repitan
casos similares, dice que ese no es un problema suyo, sino de Eulen y sus
trabajadores. Y no es cierto, porque adjudicar el contrato por debajo de los
precios de mercado sí lo es.
En fin, que eso es lo que va a pasar a partir de ahora con
esta y otras empresas públicas madrileñas y en las refriegas los únicos
perjudicados vamos a ser los usuarios y los trabajadores, porque seguro que
ellos, los que deciden, las privatizaciones encontrarán consuelo en alguna que
otra prebenda o algún que otro favor de los adjudicatarios.
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1 comentario:
La propaganda electoral que les dio el construir el mejor metro del mundo, con unos gestores penosos, se ha transformado en 800 millones de déficit. Ahora replegar velas, subir precios y acortar horarios, porque los viajes entre las 12:00 y la 1:30 de la noche son “¿viajes marginales?” Los centros comerciales que cierran a las 24:30, sus trabajadores, que son también ¿trabajadores marginales? ¿Madrileños mal acostumbrados a tener el mejor metro del mundo?
Montoro comentó que la calidad de un servicio público no podría competir con la calidad de uno privado. El mercantilismo nunca podrá competir con el interés común.
Un saludo.
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