lunes, 14 de enero de 2019

MIENTE, QUE ALGO QUEDA


Como todos los niños, alguna vez mentí en mi infancia. Mentir a esos años es una forma de poner tierra de por medio entre los hechos, las responsabilidades y, también, el castigo. Del mismo modo, mentir sobre los demás ayuda a parecer mejor, a hacerse merecedor de los premios y recompensas que se otorgan a los buenos, a figurar en el "cuadro de honor", aunque sea a costa de arrojar a algún que otro inocente, ese que va en el camino de la efímera gloria nos estorba.
Recuerdo esa ambigua sensación del que miente para ocultar la responsabilidad que lleva al castigo. una sensación de alivio mientras la mentira se sostiene en el tiempo y nos permite fingir que nada ha pasado e, incluso, opinar sobre los desconocidos autores de nuestra fechoría. Una sensación que, de vez en cuando, se ve enturbiada por el sabor amargo de la culpa, ese que, se sepa o no se sepa al fin la verdad, nos va a acompañar siempre, emboscado en nuestro pensamiento, dispuesto a saltar sobre nosotros en cualquier momento.
No sé si porque soy una víctima de la cultura judeocristiana que ha hecho de la culpa y el perdón convenientemente administradas su razón de ser, me he permitido como tantos otros, creerme a salvo mientras mis mentiras seguían a flote. Y no sólo eso, también las he reforzado, desviando la atención de ellas cuando ha sido posible, porque, al fin y al cabo, sólo yo sabía de la falta o, si alguien más la conocía, por lo que fuese, no estaba interesado en desmontarla, dejándonos solos ante los demás y, sobre todo, ante nuestra responsabilidad.
Aquí es adonde quería yo llegar a colocarme, colocaros, ante el triste papel de unos medios que antes dirigían periodistas y ahora controlan bancos y fondos buitre, que imponen sus verdades y ocultan sus mentiras, poniendo y quitando gobiernos, a condición de que consientan sus trapacerías, medios que consienten en su casa la mentira sin réplica, medios que tienen a sueldo bufones que están también a sueldo de aquellos a favor de los que mienten, sin que pase nada, su que nadie desmonte sus burdas mentiras, sus historias, sus explicaciones sesgadas de la realidad, los problemas exagerados, cuando no inventados, racismo, inseguridad y un largo etcétera con los que tratan de distraer nuestra atención, mientras meten mano a nuestra cartera y nuestras huchas.
Pues bien, en ese ambiente se ha instalado el tripartito andaluz, andaluz porque han sido andaluces quienes, con su voto o su astenia democrática, han propiciado la llegada al parlamento de VOX. Y no es casual que haya sido así, porque las mentiras, los datos exagerados e inventados con que este partido mercenario que hace cinco años permitió que una organización terrorista iraní, islamista y de izquierdas, le pagase la campaña para las elecciones europeas a cambio de presionar en el Parlamento Europeo para sacarla de la lista de organizaciones terroristas, hoy se presenta en Andalucía a caballo, como adalid de una innecesaria y surrealista reconquista, exigiendo la expulsión de más de cincuenta mil inmigrantes llegados del norte de África. Una mentira compartida y consentida por sus socios, el PP y Ciudadanos, entre otras cosas porque, en sus programas y en sus discursos, estaban presentes esas cifras o esas intenciones.
Este fin de semana algunos medios, entre ellos eldiario.es, han hecho suyo el esfuerzo casi heroico de algunos ciudadanos, empeñaos en desmontar esas mentiras, del mismo modo que se extiende cada vez más el pensamiento crítico que nos lleva a dejar de comulgar con ruedas de molino envenenadas y nos alienta a discutir esas falsas verdades con las que a cada momento nos apabullan.
De eso de trata, de avergonzar a los medios consentidores y de combatirlos. Sólo así los partidos mentirosos, los que son capaces de reivindicar como pasado glorioso a Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes, no Ignacio González, con su olor a celda, aunque todo se andará, y proponer como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid a una pieza fundamental de la trama Púnica, que llevo a Granados a Prisión.
De sobra saben que que se conozcan sus mentiras, sus intereses comunes, su oscura financiación o las condenas que les impongan por su pasado corrupto, es sólo cuestión de tiempo y, por eso, reclaman como locos elecciones generales, para presentarse ante las urnas, antes de que el disfraz que ahora les cubre, escondiendo sus mentiras y sus bizarras connivencias, caiga y los veamos como lo que son realmente: defensores de los poderosos y sus privilegios y enemigos de lo público y del Estado de Bienestar que iguala las oportunidades y nos protege. Impedir que lo consigan es tarea de todos, cada uno en su entorno y en su medida, porque ellos van a seguir mintiendo, porque saben que, de tantas mentiras, algo queda y queda a su favor.

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