Quién iba a decirnos hace sólo dos meses que íbamos avernos
en Andalucía y, de paso, en todo el país en las que nos vemos. Nadie o casi
nadie fue capaz de calcular el éxito de VOX en las elecciones andaluzas o,
mejor dicho, nadie fue capaz de predecir, mucho menos impedir, el desánimo y el
hastío del electorado de izquierdas que faltó como nunca a su cita con las
urnas.
Averiguar ahora las causas de ese "plantón" de una
parte de la ciudadanía a la democracia es, a mi modo de ver, un esfuerzo
inútil, de esos que conducen a la melancolía, por eso, de lo que ahora se trata
es de deshacer el entuerto creado y, para ello, nada mejor que desmontar la
estrategia de los presuntos triunfadores de esas elecciones. ganadas tan
inútilmente por Susana Díaz. Y, si nos ponemos a ello, la tarea va a ser fácil,
porque, para ello, contamos con la inestimable ayuda de los protagonistas de
una negociación que tiene más de escena de cualquier película de los Hermanos
Marx que de acto político de un país que tiene ya cuarenta años de democracia a
sus espaldas.
Ver, mejor dicho, imaginar, porque se reúnen sin luz ni
taquígrafos, al lanzador de huesos de aceituna sentado frente a los segundones
de VOX, en un escenario secreto de Madrid, a más de seiscientos kilómetros del
palacio de la Junta, en Sevilla, negociando al margen del verdadero candidato,
Moreno Bonilla, el futuro del gobierno que va a presidir, es, cuando menos,
surrealista.
Sin embargo, en esa tarea que deberíamos emprender de
desmontar esta falacia, creo fundamental que señalemos bien a los actores,
principales y secundarios, y que nos centremos, más que en los delirios parafascista
de VOX, en quienes les han invitado a subir al escenario de la política
decente, y, a la hora de hacerlo, ningún responsable mayor que Pablo Casado, kamikaze
de la política, muy por encima de sus posibilidades y de las de su partido, que
se apresuró a colgarse, sin méritos para ello, la medalla de una Susana Díaz
fuera de San Telmo, sin calcular los costes ni las consecuencias de dar al
partido de su viejo amigo Abascal. a cambio de una porción del pastel, el
control de toda esa tarta que pensaba comerse a solas con Ciudadanos.
Creo que ya es hora de dejar claro que el muñeco de los
diaporamas, el que se incrusta en los paisajes que utiliza como forillo para
sus mítines, tan falsos como sus palabras y su aparente seguridad, como su
grandilocuencia y firmeza que apenas soporta la comparación con los datos o los
hechos, fuera de esa ilusión prefabricada por "el albondiguilla" de
la nueva Gürtel, esa que organiza últimamente los "guateques" del
partido. Casado se entregó y entrego su partido a Abascal a cambio de nada,
dejó que se fotografiase, incluso, su gente con la de Abascal, firmando no se
sabe qué papeles, no se sabe qué compromiso con el partido que ha sacado a
Franco de su tumba, para espanto de quienes creemos aún en la democracia.
No sabemos qué firmaron ni en nombre de quién lo hicieron,
pero, por su torpeza, tenemos la prueba y la consecuencia de que, pese a la
presión inaceptable de VOX, pese a la ausencia de Ciudadanos, que se niega a
"jugar" a negociar con ellos, pero parece dispuesto a aceptar los
votos del partido de la ultraderecha conseguidos en la mesa. Quizá por ello, no
han querido dar la cara esta vez, no se han dejado fotografiar en el circo sin
público que están siendo esos contactos.
Y, si es bochornoso el papel del PP de Casado en el asunto,
no sale mucho más airoso Ciudadanos del proceso, porque el interés de Rivera y
Arrimadas por trazar una raya entre sus acuerdos con el PP y la imprescindible negociación
con VOX para conseguir sus votos, oculta un traspiés vergonzante que no puede
sino arruinar sus esfuerzos de aparecer como partido de centro, ya que, como
mínimo, saldrá de él tiznad y sin argumentos.
No sé en que acabará esto que estamos viviendo. Quizá en
unas nuevas elecciones que permita a la izquierda andaluza frotarse los ojos
después de despertar sobresaltada del sueño en que vivía. Sería lo mejor ante
un panorama en el que las mentiras y la osadía parecen haberse hecho con el
futuro. y sería bueno tomar nota de ello para, como por ejemplo en Francia se
instituyesen las elecciones a dos vueltas, el mejor seguro contra los desmanes
del inconsciente colectivo.
De momento, aquí seguimos, pendientes de unas negociaciones
en las que las partes contratantes o no saben dónde se meten, como el PP, no
quieren dar la cara, como Ciudadanos o sólo quieren aparecer en la foto,
pensando más en futuros comicios, y estiran la escena, arruinando la escena a quienes
tendrían que ser los verdaderos protagonistas.
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