Nuestro idioma encierra una magia que, a veces, nos juega
malas pasadas o, quién sabe, nos da la ventaja de encerrar en las mismas
palabras dos significados bien distintos. Eso es, precisamente, lo que ocurre
con el título escogido para esta entrada ”Se pierde una ministra" que lo
mismo vale para el roto que la propia ministra se hizo al aceptar, consciente o
inconscientemente, las ventajas trampa que puso a su disposición el tenebroso
Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos, ventajas trampa
que seis años después han acabado con su dimisión como ministra de Sanidad,
que para el descosido que deja a la sanidad pública, de la que siempre ha
sido ardiente defensora, como demostró en su etapa como consejera del ramo en
el gobierno valenciano y ahora en el de la Nación.
Se ha perdido, se perdió, la ministra haciéndose cómodamente
con un máster que no necesitaba en unas condiciones ofensivas para el resto de
sus compañeros de estudios y para la universidad que expedía el título. Se
perdió cuando, al margen de aceptar esas insultantes ventajas, hizo lo que
desde que se inventó el "corta y pega", hace un importante porcentaje
del alumnado que para superar alguna de sus asignaturas no tiene más que
entregar un trabajo que, después, el profesor lee o no lee. Y, si digo esto, es
porque la misma molestia que, supongo, se tomó La Sexta o quien informase del
plagio a La Sexta de hacer búsquedas en la red con párrafos del trabajo de la
ministra, hasta que sonase la flauta de la equivalencia idéntica con otros
párrafos de trabajos ya publicados, porque dónde estaban esos profesores,
cansados de saber que reciben trabajos impecablemente encuadernados más
propios de costureras que de alumnos investigadores, porque un profesor debería
reconocer la capacidad de expresión y los conocimientos de sus alumnos.
Se perdió a sí misma con su máster la ministra y se
perdió, para todos nosotros, una ministra que se había propuesto devolvernos lo
que, al Partido Popular, agazapado tras la coartada de la crisis, nos había
arrebatado. Porque, aunque no se ha hablado de ello tanto como de su máster,
Carmen Montón, al frente de la Consejería de Sanidad Universal y Salud Pública,
un nombre cargado de compromiso, desprivatizo los hospitales que Zaplana regaló
a constructoras y los valencianos pagaron, año tras año, más caros que si
hubiesen sido atendidos en una lujosa clínica suiza. Perdemos una magnífica
ministra, probablemente la mejor posible, que, a su llegada al Paseo de Prado,
devolvió la asistencia sanitaria a todos lo que se encuentren en España,
incluidos inmigrantes, parados y a esos españoles emigrados por la crisis a
quienes el PP por miserables razones economicistas se la había negado. Lo
último que se sabe de su gestión, conocido al tiempo que sus irregularidades
académicas, es ese plan para atajar el suicidio que alcanza en España una cifra
de varios millares de "víctimas" al año, plan que, junto a la
eliminación del copago sanitario, se encargará de culminar su sucesora, médica
como ella, María Luisa Carcedo.
La prensa, en este caso eldiario.es, ha añadido una nueva
muesca a su revólver, pero nosotros hemos perdido una ministra, una ministra
que no acabará como tantos otros cargos dimitidos o cesados de la Sanidad en
una farmacéutica o una empresa del ramo como Capio o Quirón. Y si no acaba en
ellas, es porque, en las escasas semanas que ha permanecido en el cargo, ha
trabajado para los ciudadanos y no para los tiburones del capital que ven
nuestra salud como una apetecible presa para sus fauces.
Se ha perdido una ministra y se ha perdido por una
estupidez, por una nimiedad, si se compara con su trayectoria política y
profesional. Y que conste que no digo que no deba ser así, porque la decencia y
la honradez es, si no lo único, sí lo que más debemos defender los ciudadanos.
La ministra, insisto, se equivocó y se perdió, pero, con ella, nosotros, los
españoles todos, hemos perdido una buena ministra que sólo deseo que nos ayude
a olvidar a su sucesora María Luisa Carcedo, mientras Casado (y cierra España)
seguirá arrastrando la vergüenza de su máster, dentro de unas semanas en el
Supremo, sin siquiera haberse plantado la dimisión.
Se ha perdido una ministra, como se perdió un ministro, el
de Cultura Maxim Huerta, Dos en los apenas cien días que lleva Sánchez en el
Gobierno, no porque los ministros de Sánchez sean peores o menos honrados, sino
por todo lo contrario, porque, para contar los ministros, no ya del PP, sino
sólo de Rajoy, no bastaría con los dedos de las dos manos.
1 comentario:
Muy bien expresado ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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