Si la monarquía es el gobierno de uno solo y la oligarquía,
el de unos pocos, cómo deberíamos llamar al gobierno de las ratas, de quienes
chapotean en las cloacas o, en todo caso, el de quienes consienten las ratas
decidan quién gobierna. De todos es sabido o debiera serlo que las ratas se
valen de muchos caminos para hacerlo. Conocen, no sólo la gran cloaca que
recoge todas las heces de esa descomunal ciudad que es el Estado, sino que
también se adentran por cada uno de los desagües de cada calle, de cada
ministerio, de casa, recogiendo y clasificando la basura que recogen, para
venderla o, como está ocurriendo ahora mismo, utilizarla en defensa propia, a
sabiendas de que la basura de unos se vuelve un tesoro en manos de otros.
Hace unos años alguien me dijo que el ministerio del
Interior, los servicios de información eran algo así como el camión de la
basura del Estado. Ese alguien, que añadió que a nadie le gusta conducir ese
camión, pero alguien tiene que hacerlo. Estoy de acuerdo en que alguien debe
conducirlo, pero no en que deba hacerse cargo de todas las ratas que anidan
entre las basuras, en los estercoleros, ratas como el comisario Villarejo,
quizá la más gorda y sucia de todas, que por el material que manejas, por lo
que han visto y oído se saben fuertes, tanto como para retar al mismo estado.
Todos andamos conmocionados por las grabaciones que, como
basura flotando en un río, esa gran rata de la que os hablo está liberando
estos días, poco a poco, por manos interpuestas, desde la cárcel de Estremera,
su carga envenenada, esta vez contra la ministra de Justicia, María Dolores
Delgado, a la que no perdona no haberle liberado de su prisión, como esperaba
que ocurriese con la llegada de los socialistas al gobierno.
La mierda liberada por el comisario contra la ministra es la
grabación realizada por el mismo en el transcurso de una comida que,
curiosamente, se daba en su honor por haber sido condecorado por su oscuro
trabajo, tan oscuro que su concesión no fue publicada en el BOE. A la cena
asistieron, además de compañeros del policía, entre otros, el juez Garzón y
compañera en la Audiencia y por entonces fiscal, María Dolores Delgado. Fueron
cuatro horas en las que, seguro, se comió y se bebió, en la que, seguro
también, se engrasaron las desconfianzas y se aflojaron las lenguas, como sólo
se relaja la confianza y se afloja la lengua cuando uno come y bebe con quienes
cree sus amigos.
En esa comida, que en principio alguien quiso
"vender" veladamente como un encuentro en el que se pretendía algún
tipo de mediación de la fiscal en un proceso abierto en la Audiencia Nacional,
de lo que se habló, como en toda sobremesa larga, de lo humano y lo divino y,
claro, de los compañeros de la Audiencia Nacional. Y precisamente de esas
confidencias traicionadas es de lo que trata la primera entrega de las
grabaciones que la rata con gorra hizo a sus compañeros de mesa.
No sé si esos comensales no sabían con quién se jugaban los
cuartos. Lo cierto es que tanto Garzón en su día como, ahora, la ministra han
sido víctimas de quién, a cambio de dinero o de que se le haya permitido hacer
otros trabajos más lucrativos, colecciona basura con la que elabora informes
que, en manos de los medios de comunicación apropiados, tan ávidos de primicias
como distraída puede llegar a ser su conciencia, se convierten en peligrosas
armas, curiosamente, contra la verdad y la decencia que unos y otros dicen
defender.
No sé ni quiero saber que decía o pensaba hace nueve años la
ministra de Justicia, ni sé que validez jurídica puede llegar a tener lo
grabado, pero me temo que eso es lo de menos, porque, otra vez, la gran rata se
ha salido con la suya, porque ha dejado su buen nombre por los suelos y, para
las almas simples, ya no es la eficaz fiscal contra el terrorismo o el
narcotráfico que ha sido, porque gracias a miserables como el comisario
Villarejo, su vida, su prestigio se resume en cuatro, cinco o los cortes que un
tipejo como la rata ha editado para hacerse un salvavidas con ellos o
convertirlos en guillotina con la que decapitar a la ministra.
No sé cómo llamar a un gobierno constituido gracias a las
ratas, pero creo que deberíamos ser más selectivos con la información que
recibimos y difundimos, porque en ocasiones, en demasiadas ocasiones, está
sobredimensionada, sacada de contexto y dirigida a fines despreciables,
cercanos al discurrir de las aguas negras en las cloacas, lo que sí sé es que ningún gobierno decente debería descansar sobre esas cloacas o haber llegado al poder a través de ellas. También sé, al menos me lo repito una y otra vez, que
jamás me sentaré a la mesa con ratas, aunque quién sabe…
1 comentario:
Al final todo sale a la superficie ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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