Un año más, como cualquier escolar en septiembre me
enfrento, entre la pereza y la curiosidad, al comienzo del nuevo curso. Un año
más se repite el ritual, del reencuentro a las puertas de la escuela, para los
colegiales, del ceremonial que debiera ser de la fiesta de todos los catalanes
y que, de unos años a esta parte, se ha vuelto cada vez más excluyente, pasando
de catalanista a nacionalista y a claramente independentista ahora. Un año más,
a sabiendas de que no debiera ser así, como el colegial en su casa todavía en
penumbra, me hago el remolón ante el teclado.
Aun así, trato de sobreponerme y me impongo la tarea de
buscar algo distinto, algo que diferencie este lunes de cualquier día de la
semana pasada y, con solo conectar la radio, lo encuentro. En primer lugar, una
entrevista semiclandestina a Raúl Romeva, conseguida por la Cadena SER y
llevada a cabo durante una comunicación en prisión, una entrevista de la que no
ha quedado, que se sepa, testimonio sonoro, en la que Romeva asegura que habla
en nombre de todos sus compañeros presos y en la que asegura que no habrá
ningún tipo de negociación entre la Generalitat y el Gobierno si ellos
continúan encarcelados, algo que aleja un poco más una salida para la
crisis que estalló en toda su magnitud hace ya más de un año.
Lo dicho por Romeva, de ser cierto, no que lo haya dicho,
que no dudo que lo dijera, sino que lo haya dicho en representación consensuada
con todos sus compañeros, lleva cualquier solución más allá de un juicio que va
a ser, si no largo, sí intenso, porque, no es que el gobierno parezca dispuesto
a influir en la fiscalía para atenuar las penas previstas para los responsables
de la efímera "proclamación" de independencia de hace un año, es que
no puede hacerlo y, de haberlo, no sería sin un grave escándalo y siempre
después de producirse la condena.
Por tanto, cabe pensar que todos estos movimientos tienen
más que ver con el precalentamiento de la diada de mañana martes,
una diada que, con razón o sin razón, se prevé menos concurrida que la del año
pasado, aunque bien es sabido que, desde hace tiempo, a cualquier concentración
de masas de carácter político le sigue una guerra de cifras en la que el margen
de errónea discrepancia se establece en centenares de miles de asistentes.
No me cabe duda de que la diagonal estará "a
rebosar" ni de que la coreografía que se ha diseñado para la ocasión será
tan vistosa y tan perfecta como la de años anteriores. No me cabe duda tampoco
de cuál será el discurso de unos y otros, en la Diagonal y fuera de la
Diagonal, porque, al menos hasta esta mañana, en que hemos sabido del máster
fantasma de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, ese esa venía siendo la
harina con la que hacían PP y Ciudadanos el pan de su oposición al Gobierno.
Cosas veredes, que decía Don Quijote, porque esta es la hora
en la que Pablo Casado, se ha mostrado comprensivo con las explicaciones que
aún n ha dado la ministra, en lugar de arremeter contra ella pidiendo su
dimisión, señal clara de que quien tiene que exigírsela, si es que no es capaz de explicar lo ocueeido es el propio, Pedro
Sánchez que perdería, y con él nosotros, una magnófica ministra de Sanidad
E fin, que me siento con desgana apático ante unas semanas
que deseo más que espero que no se parezcan a las que hace un año siguieron a
aquella diada.
No sé si estamos en las mismas, pero os aseguro que no
querría que este país volviese a pasar por lo que pasado a lo largo de este
año.
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