miércoles, 26 de septiembre de 2018

¿ES QUE ACASO ESO NO IMPORTA?


La prensa escrita, la radio y la televisión dedican hoy sus portadas, salvo honrosas excepciones a cuatro horas de la vida de una ministra, las cuatro horas en que "entre copas" Dolores Delgado habló "a calzón quitado" con su entonces compañero de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, el comisario Villarejo y algún que otro miembro de la cúpula policial. Ayer fueron, inconexas, sus palabras sobre el juez Marlasca, hoy compañero de gobierno, y sobre la "simpleza" de los jueces varones, convenientemente reconvertidas en tic machista por la prensa. Hoy el asunto, sin nombres ni apellidos es otro y, a mi juicio, más grave, porque se refiere a un viaje de magistrados del Supremo y de la Fiscalía General, que en el que acabaron una noche en un bar con chicas menores de edad, algo reprobable, incluso penalmente, aquí y en Cartagena de Indias, y perfectamente rastreable que, estoy seguro, no consumirá tanta tinta ni saliva como se ha empleado en crucificar a la ministra.
De lo conocido hasta ahora de aquella sobremesa se trasluce el ambiente sórdidamente machista que se respira en ese y otros tribunales, un ambiente, a mi juicio más cargado aun de machismo que el que se respira en el resto de la sociedad, un machismo incrustado en los muebles y en las paredes de los juzgados, como lo está la grasa en las cocinas arrasadas por Chicote, que acaba por teñir y contaminar las decisiones que se toman en ellos, incluso las que toman algunas mujeres.
Ayer, mientras andábamos enredados unos con otros, atacando o defendiendo a la ministra, dos niñas y dos mujeres fueron asesinadas por hombres, no por monstruos, tres hombres que, de eso sí estoy seguro, encontrarán entre algunos de sus vecinos la justificación para su crimen: demasiado amor, la depresión, el paro y todo lo demás, problemas que no les empujaron al suicidio, no, sino a la venganza.
Con las horas, entre las palabras casi inaudibles entre el choque de copas y cubiertos de la comida de la ministra, fuimos conociendo detalles de los tres crímenes machistas, uno un doble parricidio, de ayer. Lo peor de todo, lo más doloroso, que en los tres casos las mujeres asesinadas y la madre de las niñas víctimas de su padre en Castellón habían pedido protección y que, en el caso de las niñas la juez, una mujer, denegó la protección y la suspensión del régimen de custodia que permitió al padre quedarse a solas con las niñas a las que asesinó.
Demasiado machismo, demasiado pensamiento patriarcal que contempla el derecho del padre a estar con sus hijos y no es capaz de pararse a pensar que esos niños, que corren peligro según su madre que es quien mejor las conoce y quien mejor conoce su expareja, tienen derecho a seguir vivos. No las creyeron, no les hicieron caso. No las protegieron y acabaron muertas a manos de sus verdugos o, como la madre de Nerea y Martina, las niñas de Castellón asesinadas por su padre, muertas en vida, privadas cruelmente de lo que más querían, por un hombre dominado, no por el dolor sino por su deseo de venganza.
Desgraciadamente, todos hemos de sentirnos un poco culpables de estos crímenes. En primer lugar, por no atender a las señales que nos mandan las posibles víctimas, segundo por preferir que nos dejen unos euros para tomar unas cañas a que se suban los impuestos, a todos y proporcionalmente a nuestros ingresos, para pagar más juzgados, más especialistas y más policías que se ocupen de los derechos y la seguridad de las víctimas. Nos preocupan demasiado la lengua y los másteres de los políticos y muy poco los errores de quienes deben protegernos y, desgraciadamente, no saben, no pueden o no quieren hacerlo.
Pasan tres cuartos de hora de las ocho, la hora a que arranca la administración y, que yo sepa, nadie se ha puesto a investigar por qué la juez de Castellón negó protección a las niñas y las dejó, solas, en manos de ese padre que ayer las mató. Tampoco he sabido de nadie que pida su dimisión, ni he oído que está de baja por depresión o que piense presentar su dimisión. Mucho menos, que se vaya a dotar de más presupuesto al aparato judicial y policial que protege a las mujeres en riesgo, prácticamente desmantelado por Rajoy y sus ministros 
¿Es que acaso eso, que mueran mujeres y niños inocentes, no importa tanto como lo que se empeñan todos los días en que nos ocupe?

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