La Historia que estudiábamos de niños, cuando más dados
somos a creer en cuentos, nos hablaba de grandes gestas, de resistencias
heroicas que se vencían cuando, al final, alguien conduce al sitiador por el
pasadizo secreto o la puerta oculta en las murallas que conduce al interior de
la ciudad situada. Pues eso, exactamente eso, es lo que ha pasado en la
Comunidad de Madrid y puede acabar pasando en el ayuntamiento de la capital y
en otras muchos gobiernos autónomos o municipales.
El traidor, colaborador necesario para franquear el paso a
Vox hasta el corazón de esas instituciones ha sido y será Ciudadanos, cansado
de perseguir por las buenas, con decencia, su llegada al poder que,
acuciado por no sé qué prisas, acaba de apoyarse en la debilidad del PP y en las
ansias de Vox por cruzar la muralla, para disfrutar de su trocito del pastel,
contaminado eso sí por el veneno de la extrema derecha, a cuyo apoyo no ha
querido renunciar, plenamente consciente de lo que hacía, no sé si también de
sus consecuencias.
Vox, meloso y cautivador en los últimos días, no ha podido
resistirse a enseñar su verdadera cara, y no ha tardado ni un minuto en
organizar una romería "patriótica" al despacho ocupado hasta ahora
por un diputado de la que será su oposición, para cambiar un cartel que
ensalzaba la igualdad de todos ante la Ley por un retrato del rey, supongo que
como antídoto contra el deseo democrático que adornaba la pared.
Lo ocurrido ayer en Madrid, ese acuerdo entre PP, Vox y
Ciudadanos, porque Ciudadanos está en el acuerdo y no sólo a título lucrativo,
como el PP lo estaba en la trama Gürtel, sino que, amén de ese café clandestino
entre Rocío Monasterio e Ignacio Aguado que propició la popular Díaz Ayuso, el
partido de Rivera en Madrid, conducido en la parlamento autónomo por el
"odiador" de todo lo que huela a izquierda Ignacio Aguado, ha
aceptado sentarse a la mesa del banquete con los de Abascal y, aparentando
hacerle ascos, por aquello de guardar las formas, compartir comida y bebida con
ellos.
De momento, ha cedido al PP los votos necesarios para cubrir
el hueco que dejaban en los de Ayuso, los que "graciosamente"
traspasó a Vox, para alcanzar una de las presidencias de la Asamblea y quién
sabe cuántos cargos del gobierno autónomo.
La maniobra, aún no está claro si legal, del trío de Colón
no ha sido posible sin el conocimiento y el consentimiento de Ciudadanos, que
ha dejado de ser ambiguo para hundirse hasta las trancas en la derecha
cooperativa que gobernará a los madrileños los próximos cuatro años,
gestionando los más de veintidós mil millones de euros de su presupuesto, de
modo que, de todo lo que hagan, nos hagan, los socios de Ciudadanos desde el
gobierno de Madrid, podremos corresponsabilizar a Ciudadanos, el partido que ha
hecho posible la entrada de Vox en las instituciones, de Andalucía, Murcia y
Madrid de momento, incluso quedando en minoría frente al dúo PP-Vox, que no
tardará en dar dolores de cabeza, si no a todo e partido, sí a quienes, dentro
de él, creían en su presunto centrismo.
También, a quienes creían sinceramente a Albert Rivera
cubierto de banderas arco iris, que no van a tardar en sufrir en sus carnes la
homofobia de sus nuevos socios, homofobia que ha llevado a más de un candidato
de la propia Vox a renunciar a sus candidaturas y, en su caso, a sus actas ya
conseguidas "por razones de salud".
No quiero ni imaginarme como van a ser estos cuatro años que
tan chuscamente arrancaron ayer. Sólo espero que, como pretende el partido de
Errejón, el Tribunal Constitucional revoque la adjudicación de los puestos en
la mesa de la Asamblea de Madrid, en la que, a su partido, Más Madrid, con un
15% de los votos, se le prive de un puesto en la mesa, para dárselo a Vox, que
no alcanza el 9%. No quiero ni imaginarme como van a ser estos cuatro años con
un aparato de bloqueo de cualquier iniciativa de la izquierda que no le parezca
bien a Vox. No quiero ni imaginarme como será la vida de los madrileños ahora
que "ya han pasao'".
No hay comentarios:
Publicar un comentario