Siempre ha habido alguien detrás de Albert Rivera. Uno no
sale de la nada y, de repente, por el mero hecho de insinuarse desnudo en un
cartel se convierte, no ya en líder, sino en uno con posibilidades de llegar al
gobierno de la nación. A mí no me cabe duda de que, para llegar a donde ha
llegado, el líder de Ciudadanos ha necesitado importantes apoyos, porque no
todo es atrevimiento, también hay que diseñar distribuir y colocar los carteles
y, eso, siempre ha sido caro. También son muy caros los asesores que ayudan a
"colocar" ese mensaje en el momento adecuado a los ciudadanos
adecuados.
Lo había intentado Miquel Roca hace más de treinta años hace
casi cuarenta años, en aquel intento de fracasado de colocar en el panorama
político español un partido centrista que ocupase el hueco que iban a dejar la
UCD y el CDS, un partido distinto, el PDR, que se prometía democrático y que
estaba patrocinado por los Garrigues y por parte del poder económico que
buscaba una derecha que siempre se disfraza de centro, homologable a ese centro
derecha europeo, que tan lejano quedaba entonces.
A Roca no le faltaron los medios ni los apoyos mediáticas
necesarios para darse a conocer, pero por desgracia para él, la última palabra
la tenía, y la dio en las urnas, el electorado, con lo que todo ese esfuerzo
para crear un partido nacional equiparable a la Unió Democrática de Cataluña,
en la que Roca militaba y siguió militando.
Al pensar en el Partido Reformista Democrático, PRD, era
inevitable pensar en la larga sombra de los Garrigues y en su cercanía a los
Kennedy y al Partido Demócrata, una relación muy positiva, porque ya entonces
había que buscar modelos en el extranjero que nos sacasen de esa "pelea a
garrotazos" que tan magistralmente inmortalizó Goya, había que buscar una
"tercera vía" que abriese una brecha en y acabase con la dicotomía
izquierda-derecha en la que los españoles hemos vivido tantos años.
No fue la primera vez ni fue la última. Todo partido que se
precie, más ahora que ha de medirse en las elecciones al Parlamento Europeo y,
por ello, todos los partidos han buscado siempre "socios" con los que
posar en la foto, para parecer más importantes y Rivera o sus mentores
eligieron parecerse a los liberales europeos, entre los que el líder indiscutible
era y es Enmanuel Macron, con más prestigio fuera de Francia que en la misma
Francia. Por ello, Rivera se ha visto acompañado en sus mítines por figuras de
esa familia europea.
Rivera, sabedor del poder de esas imágenes y esos gestos, ha
explotado siempre la presencia, de esos líderes europeos, así como sus
contactos y sus visitas para con ellos. Quizá por eso apostó por el ex primer
ministro francés Manuel Valls, para su candidatura al ayuntamiento de
Barcelona, era algo así como fichar un guardaespaldas para defenderse de
quienes le acusaban de estar derechizándose.
En lo que no cayó Rivera es en que hay cosas con las que no
se juega y en que, en Francia, como en el resto de los países maduros y
democráticos las cosas que se dicen tienen consecuencias ni en que la prensa de
ahí fuera suele preguntar, más si no está atrapada en la ciénaga de las
filtraciones y las fuentes. Por eso, ni corto ni perezoso, Albert Rivera,
cuestionado por su apoyo a Vox, creyó que lo mejor sería volverse de Bruselas
con el respaldo del presidente francés, el mismo que pe pide que facilite el
gobierno de Sánchez, para cabreo de su socio clandestino, Vox, que tildó de
"injerencia de un país extranjero" el consejo de Macron, así que,
intrépido e irresponsable, Rivera se atrevió a "inventarse" una
felicitación personal por parte de quien paró los pies a Marine Le Pen, por los
pactos con Vox para conseguir el gobierno andaluz y unos cuántos más, si
finalmente logra hacerse con el madrileño, entre otros.
Dicen que las mentiras tienen las patas cortas y la de
Rivera sobre la felicitación de Macron ha durado poco. En cualquier caso, mucho
menos de lo que va a durar el recuerdo del ridículo del líder de Ciudadanos y el
desplome de su ya escasa credibilidad que ya le acompañará pasa siempre. El
hiperactivo Rivera lo sabe y sabe que ha metido la pata gravemente. Por eso se
esconde de la prensa, por eso se cabrea cada vez que ve un micrófono, porque
sabe que esperan una respuesta coherente y creíble o, por qué no, una petición
de disculpas por haber tomado el nombre de Macron en vano en su estúpida
mentira.
Rivera, como hacen los niños que se inventan primos
policías, hermanos militares o, en mi infancia, tíos de la guardia de Franco,
ha querido salir en la foto con su primo de Zumosol inventado, pero le ha
salido el tiro por la culata, porque el primo de Rivera ni se calla ni se chupa
el dedo y la fantasía del líder de Ciudadanos, además de ser una burda mentira,
a él, comprometido, como la Europa en la que queremos estar, con el aislamiento
de la extrema derecha, le dejaba en muy mal lugar. Cabrear al primo o, peor aún, quedarse sin él es siempre malo, más, cuando para Rivera y su partido, las cosas empiezan a ir de mal en peor
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