Me considero progresista, dicho de otro modo, de izquierdas,
cono prefiráis, y cada vez que he ido a votar, que han sido todas, lo he hecho
por la izquierda, desde el PCE de Carrillo al PSOE, pasando por Izquierda Unida
y Podemos. Del mismo modo, nunca he creído en profetas ni en mesías, que me
producen sarpullido porque son, lo fue Anguita y lo es Pablo Iglesias, ambos
con demasiado pasado en común, porque son como la mala levadura, que suben el
bizcocho tan rápido como rápido y mustio lo dejan en poco tiempo.
También me cuesta entender que algunos personajes se creen
más listos y más de izquierdas que toda la izquierda en su conjunto, gente que
no entiende que, si tres de cada cuatro votantes de izquierda han dado su voto
al PSOE, no deben arrogarse la representación ni la orientación ideológica de
todos ellos. Hacerlo no deja de ser un acto de soberbia miope que, si bien
funciona en el espacio limitado de los círculos morados, en el resto de la
izquierda, porque, por más que repitan su letanía, el PSOE también izquierda,
les guste o no, esa izquierda posibilista tan criticada que, a la larga,
consigue más avances sociales que décadas de promesas imposibles de cumplir.
Podemos no puede apropiarse de la conciencia de quienes
hemos dado nuestro voto a la izquierda, en mi caso al PSOE de Pedro Sánchez,
que el otro, el de los bono y los gonzález murió en las primarias que ganó
Sánchez después de la ignominia de aquel golpe que le dieron en Ferraz tras su
negativa a dejar el paso libre al PP todavía de Rajoy, más tolerable pese a
todo que este caballo desbocado que monta Pablo Casado.
Entiendo que, en su miopía, Pablo Iglesias trate de poner a
salvo su liderazgo y su maltrecho prestigio haciendo ver a propios y extraños
que "domará" al candidato socialista, obligándole a darle nada más y
nada menos que una vicepresidencia para políticas sociales, o algo así, desde
la que él, conciencia crítica de la izquierda, velaría por el bienestar de los
ciudadanos, también de los que dimos nuestros votos al PSOE. Hay que verlo así,
como una operación de imagen, otra, en la que el protagonista del vergonzante
cartel de "vuELve", no espera, como un Napoleón de este siglo, a ser
coronado con esta hipotética vicepresidencia y, como Napoleón tomó la corona
imperial de las manos del papa de turno, sin esperar a más y se la ciñe él
mismo, en la primera entrevista radiofónica después de haber tenido la
ocurrencia.
Debería aprender de Rafa Nadal que, tras ganar su duodécimo
Roland Garros, nos regaló el consejo de no soñar con el trofeo, ni ese ni
ninguno, sino con el entrenamiento del día siguiente o, lo que es lo mismo, con
el camino y el esfuerzo para conseguirlo.
Pablo Iglesias, tan poco dado a la autocrítica y sí al
"masajeo" servil de Juan Carlos Monedero y sus afines no se ha parado
a pensar que el comienzo de Podemos, que, quiéralo o no, es el suyo y por su
culpa, comenzó en aquellas negociaciones para formar gobierno de 2015, en las
que rompió la baraja, forzando unas elecciones generales en las que esperaba
cosechar más votos y escaños, a costa de esa "izquierdita cobarde" en
que, sin llegar a verbalizarlo, cree que se ha convertido el PSOE.
Los votos de Podemos le son necesarios a Sánchez para
alcanzar la investidura, aunque no le bastan, por lo que Iglesias no debe atar
de pies y manos al socialista, que necesita de los votos de la derecha y el
nacionalismo moderados. Si lo hace, si lo echa todo por los aires, y hay que
convocar nuevas elecciones, no tengo muy claro quién saldrá ganando, sí que
quien más perderá será la izquierda y que Podemos, al contrario de lo que creen
él y sus fieles, puede quedar como un juguete roto por la inconsciencia de su
líder. Debe evitar a toda cista y, de momento, no lo está haciendo, volver a
hacer el camino de aquel 2015, porque, como dijo ayer el ministro Ábalos,
"las urnas tienen memoria".
No hay comentarios:
Publicar un comentario