Tomadme por ingenuo, pero, sinceramente, yo creí, quizá
porque tengo el corazón y el cerebro a la izquierda, que quienes pretenden
el poder, especialmente en los ayuntamientos lo buscan para servir a los
ciudadanos, en este caso a sus vecinos. Ahora, a unas pocas horas de la
constitución de los miles de ayuntamientos que hay en España, otra vez he de
caerme de ese guindo que riego con mis deseos y creencias. Muchos de quienes
mañana serán alcaldes, por no decir la mayoría, buscaban la vara, no para conseguir
escuelas o centros de salud, sino para que su cuñado, su primo, su amiguito del
alma o quién diga su partido se queden con las obras, a veces innecesarias, que
tiene pensado emprender en los próximos cuatro años.
Nunca me ha gustado mandar, casi tan poco como que me
manden, y por eso no entiendo ese empeño de algunos en quedarse con la vara de
alcalde. Sólo soy capaz de explicármelo si lo hace por servir a sus
conciudadanos, otra vez el guindo, otra vez la ingenuidad, impulsado por ese
espíritu, tan escaso entre nuestros políticos, de asumir el sacrificio propio,
para conseguir el progreso de su ciudad. Por eso admiro a personajes que, como
Manuela Carmena, han alcanzado la cima del prestigio en cada una de sus
profesiones, Carmena como juez, para dedicarse a los demás, cuando podría
retirarse de la vida pública, para disfrutar de ese respeto tan merecido.
Escribo esto cuando estamos a menos de veinticuatro horas de
la ceremonia que marcará el rumbo de los próximos cuatros en nuestras ciudades,
la ceremonia que determinará en qué barrios la limpieza será más esmerada, a
qué barrio llegarán más autobuses, más nuevos y con qué frecuencia, qué calles
serán más seguras, en cuales se harán nuevos polideportivos y cuánto tiempo
estarán abiertos, porque habrá personal para atenderlos, dónde y cuántas
escuelas infantiles, guarderías públicas, se abrirán, cuántos mercados, para
los vecinos, no para turistas, se abrirán, quién cuidará de nuestros parques y
zonas verdes, quién asfaltará nuestras calles, qué calles, quién y cuándo
reparará los baches en calles tan precariamente empedradas que, más que baches
tienen zanjas, Maldonadas, en Madrid, por poner un ejemplo,,, y así un largo
etcétera de acciones, en el que, por lo que se ve, nadie pensó en campaña y
dudo que vuelvan a pensar si se salen con la suya.
Conviene recordar, para que no caiga en el olvido, que no
hace tanto, barrios como El Carmelo, en Barcelona o El Pozo del Río Raimundo,
en Madrid, barrios en los que los vecinos tenían que cruzar con los zapatos
limpios en la mano los barrizales que tenían por calles, hasta que ellos mismos
las pavimentaron. Conviene recordarlo para no permitir que los nuevos
ayuntamientos acaben olvidando, como aquellos lejanos ayuntamientos del
franquismo, que los vecinos deben ser su primera prioridad.
Lo escribo, mientras me llega los ecos del cambalache
frenético con el que unos y otros se empeñan en sumar, mezclándolos
bizarramente, votos incompatibles, conseguidos con mentiras y vetos que se han
visto insostenibles, para alcanzar el poder y la gloria, usurpados a los
vecinos que tendrán que esperar cuatro años para rectificar o volver a
equivocarse. Se ofrecen condiciones humillantes para que una minoría, arrinconada
por los votantes, decida con su voto y su chantaje quién será alcalde, se
ofrecen alcaldías a tiempo parcial, para conseguir la alianza que desaloje a
quien consiguió el mayor número de votos, se saltan barreras de honor y se hace
vergonzantemente, con cafés clandestinos y vete a saber qué concesiones. Se
dice en campaña y se miente como un bellaco que uno se presenta a alcalde por
sus vecinos, Rajoy lo dijo de manera más jocosa, pero no, no es por los
vecinos, es por ellos y para ellos mismos.
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